Sebastian Crespo Postigo
¿A qué costo hoy podemos darnos el lujo de obtener servicios básicos “gratuitos” de mano del Estado como sociedad? (dejando claro que nunca es gratis, siempre alguien termina pagándolos por medio de sus impuestos).
En esta oportunidad esa percepción de gratuidad vieneclamada desde el siglo XIX, impartida en especial por la socialdemocracia,pensando, más que todo, en políticas sociales para ayudar a los grupos másdesfavorecidos, buscando una supuesta sociedad más justa ligada a tres pilaresesenciales: educación pública gratuita, sanidad pública y un sistema depensiones sostenido por la solidaridad de las generaciones. Este Estado socialse ha venido implementando últimamente por muchos países, en especial Europeospero lo que antes se venia justificando con más intervención estatal hoy se haconvertido en un ataque directo contra su existencia, ya que las medidas decorto plazo que se aplican son contraproducentes al largo plazo y los másafectado son los grupos menos favorecidos. En el caso latinoamericano a lolargo de la historia, nos han entregado algo más que miserias al tomar el poderbajo la premisa del Estado de Bienestar, que no ha sido más que “Bienestar parael Estado”.
Como menciona el mayor exponente de la economía,clásica, el escocés Adam Smith;
“No hay arte que ningún gobierno aprenda tan prontocomo el de sacar dinero del bolsillo de los contribuyentes.”
Esta frase da inicio justamente a un enorme ycreciente Estado, que por medio del gasto público desmedido se agranda cada díamás. Es así como la gestión de nuestros recursos se vuelve aún más ineficientesde parte de los responsables, ya que generan un gasto mayor al necesario,agravando la situación de los contribuyentes actuales y futuros. Es necesariomencionar que, con fines políticos, las ventajas para algunos se pagan a costade deteriorar, endeudar y prácticamente empobrecer la calidad del sistema yestabilidad futura. Cuando las obligaciones del pago se trasladan a futuras generaciones,se arriesga mucho. Aunque después de todo, los votantes del futuro no son losvotantes de hoy.
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El modelo keynesiano sobre el que se fundamenta elEstado de bienestar, es una invención muy costosa e ineficiente, que a largoplazo termina sin duda alguna agotando nuestros recursos y sea imposiblemantenerse estable. Aunque en algún punto se pueda considerar de manerapositiva socialmente, en términos globales es un peso económico muy fuerte,ademas que contiene desincentivos económicos intrínsecos. Entre otros motivospara considerar se encuentra en 1975[1], cuando la comisión trilateral (Crozieret al., 1975) publicó un informe sobre la crisis mundial de sobrecarga eingobernabilidad de la democracia que presuntamente estaba causada, entre otrascosas, por las expectativas y demandas cada vez mayores de los ciudadanos enrelación con el Estado del bienestar. Se debe mencionar también que los nivelesde deuda acumulada y las enormes estructuras de gasto público que quierenmantener hoy los políticos por promesas electoralistas de corte social sonalgunas de las principales causas que ponen en riesgo nuestro futuro porquesimplemente son impagables, terminan en deficit y así los endeudados, cadaindividuo del sistema queda peor de lo que estaba antes.
Es así que puedo considerar como futuro escenario sinduda mayor presión fiscal sobre las rentas y capital, para poder financiar losdéficits actuales y los intereses de las deudas crecientes. Dando hincapié quehoy los políticos extienden su red de poder y dependencia, llamándolo enresumen “Estado de Bienestar”.
Referencias
[1] Crozier,M., Huntington, S. P. y Watanuki, J., The Crisis of Democracy: Report on theGovernability of Democracies to the Trilateral Commission. New YorkUniversity Press, Nueva York, 1975.