El actor británico explica en una entrevista cómo entró en una espiral de autodestrucción al no saber gestionar su fama.
El día que Daniel Radcliffe fue elegido entre miles de niños para interpretar a Harry Potter en el cine no podía imaginar hasta qué punto iba a cambiar su vida. Para empezar, que a cambio de pasarse una década rodando todos los capítulos de la saga no solo iba a convertirse en una de las personas más famosas del planeta, sino también en el joven menor de 18 años más rico de todo Reino Unido.
Claro que a cambio de eso tuvo que aprender dos duras lecciones: que la infancia que no disfrutó nunca la recuperará; y sobre todo, que para evadirse de los problemas la solución nunca es el alcohol. Porque sí, puede que mientras fuera Harry Potter el joven Radcliffe tuviera el mundo a sus pies. Pero sus problemas de adicción a la bebida estuvieron a punto de arruinar su prometedor futuro.
«Creo que todo el mundo es consciente de que en mi adolescencia tuve que luchar contra un sentimiento que, posiblemente estaba solo en mi cabeza, me hacía sentirme constantemente vigilado cada vez que entraba en un bar”, confiesa Radcliffe.
Fuente: revistavanityfair.es
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas