Señala que esas fuentes “se han mal acostumbrado” con la venia de los “medios dóciles” a que no se las cuestione.
El periodista Juan Pablo Guzmán dejó el programa nocturno de “Hora 23” de Bolivisión, después de conducir por un año y medio. Denunció que en los 16 años de periodismo que realiza no conocía acciones como “dejar hablar” a las autoridades del oficialismo y mucho menos “incomodarlos” con las preguntas que hace el periodismo decente y digno.“Hoy, muchos entrevistados del oficialismo van a una entrevista con las preguntas que quieren que se les haga, acordada previamente con el medio. La consigna es ‘dejar hablar’ al oficialismo y no ‘incomodarlo’. Ni pensar en cuestionarlo. ¿Opositores o analistas independientes? Nunca o de vez en cuando, para ‘salvar las formas”, señala un escrito de Guzmán.Guzmán señala que “estas fuentes se han mal acostumbrado, con la venia de los medios dóciles, a que no se las cuestione y que se ‘les deje hablar’. Las personalidades inteligentes, que las hay en el oficialismo, responden en las entrevistas con habilidad y conocimiento (…) Los malacostumbrados a la lisonja periodística, que son los más, salen de la entrevista y llaman al encargado del medio para quejarse de que fueron ‘maltratados’ y que se les preguntó ‘lo que no estaba acordado”.La versión completaAgradezco la oportunidad de haber retornado a la televisión después de más de una década. Fue fantástico sentir el afecto y la empatía del público y también bucear en el presente del periodismo televisivo.
Permítanme compartir con ustedes algunas reflexiones sobre esa actualidad, radicalmente diferente a mi primera temporada en la televisión. No intento hacer un diagnóstico. Solo manifiesto inquietudes, desilusiones y esperanzas, que quizás no abarquen al conjunto de la televisión, aunque sí, presumo, a parte de ella.En los 16 años que hice periodismo en radio y televisión (Telesistema Boliviano-Canal 2, ATB, Red Uno y Radio Cristal, principalmente), entre 1985 y 2001, jamás el dueño de alguno de esos medios o sus directores, gerentes y jefes me dijeron a quién entrevistar, a quién no, ni qué preguntar o no preguntar. A lo mucho, recibí, extraordinariamente, la sugerencia de ser amable con algún cliente. Nada más.Hoy, muchos entrevistados del oficialismo van a una entrevista con las preguntas que quieren que se les haga, acordada previamente con el medio. La consigna es “dejar hablar” al oficialismo y no “incomodarlo”. Ni pensar en cuestionarlo. ¿Opositores o analistas independientes? Nunca o de vez en cuando, para “salvar las formas”.La agenda informativa surgía antes de la inquietud periodística, orientada por la novedad y el interés social, y se gestaba en la reflexión individual de cada periodista y en reuniones de un rico debate en equipo. Hoy, gran parte de la agenda se define en el Ministerio de Comunicación que, hay que reconocerlo, organiza hábilmente todos los días los temas a posicionar en algunos medios, los entrevistados, la “ayuda memoria” para estos y hasta las preguntas para los entrevistadores (¡!).Hoy, no hay nada que aterrorice más a muchos medios que la queja de alguna autoridad o un oficialista por haber sido “incomodado” en una entrevista. Estas fuentes se han mal acostumbrado, con la venia de los medios dóciles, a que no se las cuestione y que se “les deje hablar”. Las personalidades inteligentes, que las hay en el oficialismo, responden en las entrevistas con habilidad y conocimiento, y se marchan tranquilos a casa. Los malacostumbrados a la lisonja periodística, que son los más, salen de la entrevista y llaman al encargado del medio para quejarse de que fueron “maltratados” y que se les preguntó “lo que no estaba acordado” (¿?).Antes, presentar solo a una parte involucrada en un tema era un pecado fatal, como advierte el buen periodismo, que define no solo tener una contraparte, sino distintas visiones de un tema. Hoy, el soliloquio del oficialismo es costumbre ¡y ni siquiera provoca rubor!En el presente, existe la ingenua y absurda idea de que se hace un favor al oficialismo evitando tocar ciertos temas o ignorándolos (que es lo mismo). No señor. Hoy en día hay decenas de medios y una vigorosa presencia informativa de las redes sociales, que hacen imposible que la gente no se entere de una cuestión pública. El silencio cómplice de un medio engaña a su público, no favorece a nadie y es un autogol de media cancha.Justifican algunos que estas deplorables condiciones para el periodismo deben “sobrellevarse” porque las empresas viven de la publicidad del Gobierno. La lógica es: “Solo podemos sobrevivir económicamente si tenemos publicidad del Gobierno; paciencia, condescendencia, que ya cambiarán los tiempos” (¿?). Una verdadera hipoteca de la dignidad, que jamás se recupera, aunque los pragmáticos dirán se trata de un “sacrificio necesario”.Para concluir… ¿Todo tiempo pasado fue mejor? No. La nostalgia ayuda a las emociones, pero es inútil para enfrentar los retos periodísticos del presente.En cualquier época el buen periodismo siempre incomodará al poder porque esa es la génesis de la relación entre ambos. Pero, a diferencia del presente, en tiempos pasados el recelo del poder generaba a lo máximo intimidación, más no, como hoy, una sistemática política de triturar, hasta extinguir, a todo medio o periodista crítico.¿Qué hacer entonces? ¿Rendirse para subsistir? ¿Callar o disfrazar las cosas para no incomodar al poder? Todo periodista que ame su profesión, que se respete a sí mismo e intuya que trabaja por el bien social dirá que NO.Y aunque ese NO al poder cueste circunstancialmente su condena, será, siempre, la única garantía que le permitirá sobrevivir con su mayor y única riqueza: la conciencia de que, con la fidelidad a los principios de la ética, solo debe ser servil a la verdad y a nadie más…Fuente: https://www.paginasiete.bo