El fin de los discursos

Fuente: Gustavo Luna. HidrocarburosBolivia.com

Parecía que este año iba a transcurrir por el carril ya normal de la vida política del país; así, el gobierno de Evo Morales podría seguir enunciando en voz alta los sueños de las grandes mayorías y dejando que se marchiten en las palabras, sin el peligro inminente de que se tornen vacías de sentido, pues cada arenga suya era como un respiro de sentido para muchos, como una revancha simbólica que sirve de catarsis colectiva.

Pero el discurso, pese a que seguirá siendo el mejor capital político que administra el presidente Morales, no podrá ser su único recurso de ahora en adelante. Un thriller político empezó a filmarse con escena de asesinato incluida la semana pasada; desde esa fecha, el desencanto comenzó a posarse sobre el Gobierno, pues, además de no existir gestión pública eficiente y efectiva, la corrupción se asoma fuertemente afectando no sólo a uno de los hombres más poderosos del MAS, sino a la empresa estatal del petróleo, uno de los ejes centrales de la propuesta de cambio desde que se produjo la “nacionalización” en mayo del 2006.



Un plato servido en bandeja de plata a la oposición política, para que se empiece a frotar las manos, no sólo por el bocado sabroso en detalles policíacos y políticos, sino porque da pie a la crítica que demolió el estatismo durante las últimas dos décadas y que permitió el establecimiento de la legitimidad de los negocios privados en torno a sectores de importancia estratégica para el país.

Es decir, ha sido un fuerte golpe, no sólo a la política gubernamental (que en los hechos no cambiaba mucho el sector), sino a las bases de una propuesta alternativa al neoliberalismo.

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Si el proyecto de cambio del MAS hubiese contado con un horizonte claro (a dónde se va), además de la solidez institucional y de gestión pública, los últimos acontecimientos hubiesen golpeado a los hombres, como debe ser, para que caigan y cumplan su condena por el crimen que se cometió, sin tocar al proceso.

En este caso, como la política, en vez de encarnar procesos, fue consumida por los liderazgos personales, cuando se acaban estos últimos pueden fácilmente dar por tierra a lo poco que se germinó desde el 2003.

No creo, lastimosamente, que el presidente Evo Morales ni su equipo más cercano se estén dando cuenta de este hecho nada menor, pues no es sólo corrupción, sino ausencia de gestión.

Quizás, como lo han hecho hasta el momento, estén calculando la mejor manera de salir de este atolladero sin muchas bajas hasta las elecciones de fin de año; pragmáticos como suelen ser, quizás hasta acepten muchas condiciones de los que antaño manejaban los negocios en el sector petrolero, retrocediendo hasta en lo poco que avanzaron.