Titicachi: entre lago, caca y estornudo

Daniel A. Pasquier Rivero *

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Titicachi es el nombre de una pequeña comunidad a sólo 16 kilómetros del Santuario de Copacabana, comunidad testigo y autora de otra demostración del primitivismo con que se ejecuta la justicia comunitaria de los pueblos andinos. Dos sospechosos de un robo son torturados de manera salvaje durante largas horas (el tiempo del dolor y el sufrimiento no se mide con reloj), según el testimonio de familiares que fueron testigos y que consiguieron escapar a sentar la denuncia. Torturados hasta que los vecinos deciden su muerte, los detalles se evitan para no caer en el morbo, y después ser lanzados al Titicaca, amarrados a una piedra. El hacerlo en el lago sagrado para los aimaras quizás sea parte de un rito con sacrificio humano que pervive en estos pueblos, hoy naciones gracias a la nueva CPE (NCPE), tal como ya ha sido denunciado repetidas veces. Después de cuatro días ninguna autoridad judicial ni policial había conseguido entrar a la comunidad para realizar investigaciones, por el contrario, habían sido rechazados con violencia y el retiro había sido considerado lo más prudente.



¿Esta es la cosmovisión que la NCPE constitucionaliza y jerarquiza machaconamente a lo largo del extenso texto? Se pretende defender un retroceso histórico antropológico y cultural. Si esta es la “inclusión” de valores que defiende con elegancia el vicepresidente en la Tv, el 38% de NO a la NCPE se ha quedado corto. De nada sirve la teoría cuando los hechos marcan con claridad lo que entienden esos pueblos por sus “tradiciones y costumbres” como expresiones de su cultura. Si esa es la visión, difícilmente el gobierno va a convencer de bondades al resto del país. La reacción de otras culturas con otras sensibilidades, aunque ahora minoritarias electoralmente, irá en aumento. Lo que Titicachi muestra de valor como restos y construcciones arquitectónicas de aproximadamente mil años de antigüedad, tan cerca de la isla del dios Sol, queda opacado al comprobarse que también sus construcciones culturales se quedaron como chullpas, momificadas, allá atrás con milenios respecto al resto de la humanidad.

Qué hay de verdad y qué hay de caca en la NCPE es la gran incógnita. Porque frente a la crítica está la nueva casta que no pierde ocasión para defenderla a como dé lugar, y cuando con argumentos no convencen o estos faltan, se recurre a la muletilla “esta es la NCPE, no se discute, se acata”, “podemos discutir, dialogar, extendemos las manos, ¡invitamos a la oposición, a los prefectos!, para ver cómo se aplica, pero no qué se cambia”. El problema es que cuanto más se avance tratando de aplicarla más difícil se hará el diálogo, ya que la experiencia, criterio de verdad para el marxismo, irá demostrando que lo impulsado por el texto es mucho peor de lo imaginado. Lo está demostrando en vivo la interpretación y la utilización del Art. 4 “El Estado es independiente de la religión”, con lo que se justifica quitar la Biblia y el Crucifijo de los ceremoniales de juramento en toma de posesión de cargos en Palacio Quemado para sustituirlos por un texto de la NCPE. Pero, y ahí está el detalle, la mesa se ha convertido en altar, se mantienen los cirios y ahora se jura frente a Evo, el sacerdote y autor del nuevo texto sagrado; es la nueva religión en el Estado, resucitando viejos ritos de la Ilustración con todo su boato, simbolismo y carga de fanatismo.

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Donde todo se hace gas, ¡achís!, ya está en el principio al reconocer derechos distintos para los habitantes en este territorio (es lo único más claro) llamado Bolivia, según a la categoría que aplique, como bolivianas y bolivianos (Art. 21), como indígena, originario campesino (Art. 30) o como persona (Art. 33). Dónde cae cada uno o cómo se adscribe a uno de ellos no esta claro, y si se pedirá solamente una declaración de autoidentificación cultural o requerirá un análisis de DNA a cuenta del Estado o del interesado. Por si acaso, como advertencia, el artículo 30 reconoce que sólo ese protoplasma de indígena originario campesino tiene derecho “A existir libremente”, lo que se convierte en tarea para biólogos candidatos a Premio Nobel.

¿Qué se entiende por propiedad privada? Por ejemplo, se insiste, se va a respetar la propiedad privada productiva (que cumpla una función social, algo tan etéreo como eso), y los hechos dicen lo contrario. Palmarito, propiedad privada agrícola cerca de San Julián, totalmente trabajada, con inversiones millonarias, con contratos de venta de producción por años, saneada por el INRA y, sin embargo, ocupada hace meses por encapuchados armados que después pelaron capucha corriendo a tiros a empleados judiciales, propietarios y hasta a policías. Nadie hace cumplir la instructiva de los jueces, porque hay otra instructiva desde La Paz que les prohíbe desalojar. Se insiste que la NCPE reconoce a la propiedad comunitaria, cooperativa, individual, pública y privada, y se ataca directamente a la propiedad productiva.

Se constitucionaliza la “revalorización, producción, comercialización e industrialización” de la coca, como patrimonio cultural y factor de cohesión social, y en los hechos el aumento escandaloso de la producción de cocaína, suspensión de la erradicación desde fines del año 2008, el hallazgo de cientos de fábricas en pequeñas comunidades en el trópico cochabambino, la aparición de grupos familiares de indígenas y campesinos comprometidos en el tráfico de droga. Los narcos tuvieron épocas de gloria en el país, pero ahora alarma a países vecinos y lejanos, se asocia a Bolivia con Venezuela en una red mayor del narcotráfico mundial.

Ojalá quede tiempo para sincerar el texto con la realidad nacional, se trata nada menos que de hacer posible su aplicación, respetando la diversidad de culturas, favoreciendo la inclusión con igualdad de oportunidades, lucha frontal contra la pobreza, Bolivia con esperanza al futuro como parte de una comunidad de naciones libres, con democracia y en un Estado de Derecho. No más Titicachi.

*CEO del ICEES, Santa Cruz (Bolivia)

Publicado en www.el-nuevodia.com/20090212