Cortadores de caña, en Cuba. JAVIER SULÉEl calentamiento global desata efectos dramáticos en la producción agrícola del continente. Sus opciones son mitigarlo, adaptarse a él y construir resiliencia
Mucho a corregir
Para Ortiz hay que tomar medidas urgentes para que las comunidades y los ecosistemas puedan adaptarse a las nuevas condiciones y aumentar la resiliencia ante los efectos negativos que se prevén para el futuro. El cambio climático es uno de los grandes desafíos del siglo XXI, pero la magnitud de los esfuerzos para amortiguar sus impactos pasa no solo por adaptarse, sino por mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero. Curiosamente, la agricultura, considerada esencial para la propia existencia humana, es también parte del problema con modelos de producción que se han convertido en una amenaza para los bosques, la degradación de la tierra y la pérdida de biodiversidad. Según la FAO, la agricultura, en especial la agroindustria, es la responsable de la quinta parte de las emisiones globales de gases con efectos invernadero. Además de eso, se estima que la agricultura utiliza el 70% del agua disponible.
La expansión de los terrenos agrícolas sigue siendo la causa principal de la deforestación y las aguas subterráneas se agotan con rapidez. El incremento de la producción alimentaria y el crecimiento económico se ha conseguido muchas veces a costa del ambiente natural. El caso de la región de El cerrado, situado en la meseta central del Mato Groso brasileño, es paradigmático. Está considerado como la sabana más biodiversa del mundo pero también la mayor cantera de la industria de la soja brasileña que se exporta a China y a Europa, causante de la deforestación de la mitad de este paraje excepcional.
Alinearse con los acuerdos de París sobre el cambio climático donde se apuntó a mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de dos grados con respecto a los niveles preindustriales no será fácil. En América Latina, es mucho lo que hay que corregir en el sector empezando por el uso de fertilizantes sintéticos o por mejorar el manejo de los residuos en los cultivos. Uno de sus mayores males son las grandes extensiones ganaderas y los problemas que se derivan como la fermentación entérica y el estiércol en el pasto. “Todo tiene soluciones. Solo es cuestión que los productores las acepten y las implementen”, afirma Ortiz.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
Para Guillermo Foscani, jefe de agronegocios del BID Invest, la agroindustria debe avanzar hacia sistemas agrícolas y alimentarios sostenibles y no solo tiene el reto de enfrentar el cambio climático sino el de reducir sus emisiones. El contexto no juega muy a favor. El crecimiento económico, el aumento de los ingresos en los países emergentes y el auge de una clase media mundial está motivando una demanda agrícola y alimenticia hacia un mayor consumo de carne y productos lácteos así como de otros alimentos de producción intensiva que repercutirán en el uso sostenible de los recursos naturales.
“En 2050 habrá 10.000 millones de personas con mayores ingresos disponibles, lo que implicará cambios en la dieta hacia productos más sofisticados y menos eficientes con proteína animal que requerirá que la producción global de alimentos aumente un 60%», dice el directivo de este organismo multilateral que financia y apoya proyectos de desarrollo agrícola con inclusión e implicados en la adaptación y mitigación del cambio climático. «No habrá más remedio que mejorar la productividad agrícola de forma sostenible para cubrir la demanda creciente y transformar los sistemas alimentarios para que sean más eficientes, inclusivos y resilientes”, añade Foscani.
Un campesino nicaragüense a punto de arar sus tierras. JAVIER SULÉ
Tratar de reducir las emisiones es una de las medidas de mitigación más importantes, pero más. Tener un buen sistema de monitoreo y de predicción del clima que ayude a saber qué se puede sembrar y qué no, mejorar la eficiencia en el manejo del agua y de la tierra, usar semillas mejoradas, recuperar el conocimiento ancestral indígena o avanzar en el control de plagas y enfermedades serían algunas. Los expertos también recomiendan optimizar en infraestructuras, particularmente las carreteras. Desde la voluntad política, se pueden promover sistemas de producción agrícola sostenible conocidas como de conservación, disminuir las emisiones, reforestar u otorgar incentivos a los agricultores y a la industria para que incorporen practicas que se adapten al cambio climático. Otro de los grandes desafíos que tiene el sector y la sociedad es el de disminuir el desperdicio de alimentos, tanto en la producción primaria como en la etapa de procesado y consumo. Se estima que 350.000 toneladas de alimentos se pierden anualmente en América Latina y el Caribe.
Los impactos del cambio climático también empiezan a notarse en la salud de los trabajadores del campo. Por ejemplo, cortar caña de azúcar en un ingenio a pleno sol bajo temperaturas extremas puede ser muy duro hasta el punto de llegar a perder más de un kilo de peso por cada hora de trabajo. Algunos estudios médicos realizados a los cortadores de caña del ingenio San Antonio de Chichigalpa, en el Pacífico nicaragüense, revelaron el aumento de algunas patologías renales atribuibles a sus condiciones laborales. La solución no pudo ser más sencilla; implementar un programa de salud ocupacional para prevenir el estrés térmico basado en beber agua, descansar cada hora y establecer zonas de sombra. “Hemos firmado acuerdos con empresas privadas donde además de promover hábitos saludables, les damos equipos para protegerlos del sol y del calor y recomendamos trabajar de 6.30 a 12.00 de la mañana. La productividad ha aumentado porque esto aplica igual que en el deporte. Si un deportista no descansa, no rinde lo suficiente. Con agua, sombra y descanso hemos demostrado que estos trabajadores son más eficientes“, explica Denis Chavarria, especialista en seguridad ocupacional.
Fuente: elpais.com