José, el niño que tiene una extraña enfermedad en pies y manos, vive en medio de carencias


En Cochabamba (Bolivia) se organizó una campaña para José en procura de la ayuda médica. El hospital Univalle ofreció los análisis de laboratorio y todas las pruebas que requiera el niño.

La casa donde José vive junto con su madre y sus tres hermanos, en Cochabamba. (Foto: Angélica Melgarejo)
La casa donde José vive junto con su madre y sus tres hermanos, en Cochabamba. (Foto: Angélica Melgarejo)
   

José Castillo enfrenta a sus cinco  años una enfermedad que  aún no puede ser diagnosticada.  Sus pies y manos están resecos  y agrietados. Él y su familia viven  en medio de carencias, y necesitan  ayuda.

La Razón visitó su  casa, en Chiñata, Cochabamba.  La comunidad del pequeño, que  es parte del municipio de Sacaba,  está ubicada a 20 kilómetros de la  ciudad de Cochabamba, sobre  una loma donde no llega el transporte  público.



La vivienda carece  de muro perimetral y solo cuenta  con dos cuartos de adobe, sin  revoque y con techo de calamina,  que sirven de dormitorio y un  ambiente para cocinar.

Cuando aparecieron las primeras  señales de la enfermedad que  lo aqueja, los médicos dijeron que  las dolencias y la pérdida de piel  eran porque “hurgaba tierra” y,  como consecuencia, “tenía hongos”,  contó Reynalda Becerra, madre  de José.

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“La casa es como ve,  todo de tierra. Mantengo sola a  mis cuatro hijos, no tengo el dinero  para darles una mejor vida”.  El padre de José abandonó el  hogar y no ayuda económicamente  a la madre. “Hace un mes apareció,  dijo que quería verlos, vino  borracho, no pude impedir que  les hablara y luego se fue”, relató.

Ella trabaja cosechando coca  en diferentes municipios del trópico  cochabambino. La hoja se  cultiva cada tres meses y su remuneración  depende de la cantidad  que logre recoger. Hace una semana  ingresó al trópico y logró ganar  Bs 200.

“Las plantas están ralitas,  no hay mucha hoja. El dinero se  acaba rápido, no alcanzo para cubrir  nada de lo que necesitan mis  hijos”, afirmó entre lamentos.  En la vivienda no se ven más  muebles que una mesa y bancos  improvisados hechos de madera  sobre adobes. Un colchón de paja  fue instalado en el piso de la habitación  donde descansan los niños. En el lugar no hay servicios  básicos, ni baño, ni agua potable.

CUMPLEAÑOS

Ayer, la casa se  llenó de alegría porque José cumplió  cinco años. Varias personas,  anoticiadas de la enfermedad del  pequeño, le enviaron juguetes y  una torta. Además, el personal  de la Defensoría de la Niñez del  Distrito 7, de Sacaba, le ayudó a  tramitar el certificado de nacimiento  y el carnet de identidad.

El pequeño llegó al Servicio de  Identificación Personal (Segip)  cerca de las 10.30 acompañado  por los funcionarios ediles y su  madre. Algunas mujeres lo vieron  y empezaron a hacer comentarios  al verlo, y pusieron nervioso al pequeño,  quien inmediatamente  ocultó las manos en los bolsillos.  Le costó mucho registrar sus  huellas digitales por su problema,  el personal tuvo la paciencia necesaria  para lograr que el niño se  tome la foto y obtenga la cédula.

“Mis dos hijos mayores tienen  certificados, los dos menores no,  porque su papá no quiso reconocerlos  y tampoco tenía dinero  para los trámites de los carnets de  identidad”, reconoció la mamá.

La Defensoría garantizó ayuda  con los documentos de los otros  niños y “también con la demanda  de asistencia familiar“, explicó Alejandra  Crespo, trabajadora social  de la institución edil.  En tanto, el subalcalde de Chiñata,  Richard Sánchez, comprometió  toda la ayuda que la institución  pueda otorgar a la familia.

En Cochabamba se organizó  una campaña para José en procura  de la ayuda médica. El hospital  Univalle ofreció los análisis de laboratorio  y todas las pruebas que  requiera el niño. “El lunes debo llevarlo  en ayunas para que le tomen  muestras de sangre y hagan  otros estudios”, contó la madre.  Los hermanos de José, Karen  de 10 años, Alejandro de ocho y  Brisa de tres, también deben acudir  al hospital.

“Es necesario un  control porque los niños pueden  tener el mismo problema, no  mostraron síntomas pero pueden  tener la enfermedad en la cabeza  o en el cuerpo y deben revisarlos”.  “Necesitamos mucha ayuda”,  añadió la progenitora y rompió en  llanto al mostrar las condiciones  en las que le toca vivir.

“Josecito”, como le dicen en su  casa, siente mucho dolor. Él dejo  el kínder porque algunos compañeros  lo acomplejaron y otros incluso  lo maltrataban. “Se están  hinchando mis manos de tanto  que me tocan, ya no quiero que  me vean, ya no les voy a mostrar  más, me duele mucho”, dijo.  Él está cansado de las preguntas  y las miradas de la gente. Se  refugia en los brazos de su mamá.  (27/07/2019)

La Razón / Angélica Melgarejo / Cochabamba