El proyecto Venus


Marcelo Ostria Trigo

MarceloOstriaTrigo_thumb1 Persiste la creencia errónea de que una etapa histórica es incambiable y que se ha llegado al fin de la historia. Sin embargo, también hay personas preocupadas por el futuro que advierten que el cambio es inevitable. Estos últimos son, especialmente, los jóvenes que muestran insatisfacción y prevén nuevos horizontes para la sociedad. Esto, ciertamente, se ha dado en la historia de nuestros pueblos y, ahora mismo, los ‘indignados’ españoles hacen pública su frustración ante un modelo que, pese a los acelerados avances de la ciencia y tecnología, está quedando anquilosado, lo que limita la libertad y el bienestar general. Se afirma que ni el colectivismo ni el liberalismo son las opciones para esta cambiante época; que la economía en la actualidad no responde a la evolución científica y tecnológica, cada vez es más vertiginosa.

Lo anterior recuerda una pancarta –entre muchas vaguedades– de los inconformes alzados en 1968 en París: “La imaginación al poder”. Es la demanda que se repite ahora, en algunos casos ofreciendo alternativas políticas y económicas, superando la antinomia clásica de derechas e izquierdas, de liberalismo frente a socialismo marxista. Por supuesto que esta insatisfacción creciente nace de hechos incontrastables: la extrema pobreza que prevalece, así como “la corrupción, delincuencia, deshonestidad y muchos otros problemas” que surgen, según los inconformes, por un sistema “basado en la competencia”.



Así ha nacido el Proyecto Venus –su nombre proviene del lugar en que el proyecto está instalado: Venus, Florida (EEUU)– de Jacque Fresco, que con sus ideas ha inspirado a jóvenes que persiguen un cambio. Estas consisten en una verdadera propuesta: una “economía basada en recursos naturales considerados como herencia común de todos los habitantes de la Tierra, que remplace la necesidad de la economía monetaria orientada a la escasez que tenemos hoy día”.

Fresco parte de la convicción de que el mundo es lo suficientemente rico en recursos naturales y energía, y que, junto a la tecnología y la aplicación de métodos científicos, las necesidades básicas de la población mundial pueden ser satisfechas con abundancia. A la vez, también ve que es posible eliminar las limitaciones actuales, es decir que el cambio tendría viabilidad económica. “Es preciso –plantea– considerar esto: si todo el dinero del mundo desapareciera de la noche a la mañana, siempre que la capa fértil del suelo, las fábricas, el personal y otros recursos fueran dejados intactos, podríamos construir lo que necesitáramos para cubrir la mayoría de las necesidades humanas. No es dinero lo que la gente necesita, sino un acceso libre a la mayoría de sus necesidades sin tener que preocuparse por una seguridad financiera o tener que apelar a la burocracia gubernamental. En una ‘economía basada en recursos’, el dinero se volvería irrelevante”.

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Habrá que convenir en que el Proyecto Venus resulta de la inconformidad. Y es una denuncia al inmovilismo, pues no promueve una reforma solo introduciendo matices en modelos ya fracasados.

Que el mundo va a cambiar, no hay duda. Y que la ciencia y la tecnología van a influir en cualquier nuevo modelo, es innegable. El proyecto de Fresco “puede bien tener influencias ideológicas”, pero –se afirma– “no se enmarca dentro de ninguna doctrina política en forma categórica”.

La concepción de Venus –ciertamente utópica– seguramente tendrá el mérito de haber buscado alternativas más justas para el mundo del mañana. Es bueno que haya quienes otean el futuro.