Alberto Bonadona Cossío
En Santa Cruz, en más de una oportunidad, se intentó eliminar ferias que ocupan lugares inapropiados como calles y plazas. En muchas calles de La Paz el municipio prohíbe lavar autos. En diversas circunstancias y con diferentes gobiernos se intentó eliminar el contrabando “hormiga”. Lo cierto es que son intentos de reducido éxito.
Una de las realidades más duras que se afronta en la realidad social boliviana es el desempleo y su inevitable acompañante el desempleo disfrazado o disimulado. Es lo que muchos llaman el sector informal. No se puede saber a ciencia cierta qué porcentaje de la Población Económicamente Activa se gana la vida de esta forma o, mejor dicho, hace lo que puede para ganarse el pan de cada día.
Distintas estimaciones colocan a los informales en un 70% de la PEA. El Gobierno dice que este porcentaje se redujo en los últimos años. ¡Ojalá! Lo cierto es que puede disminuir un tiempo y luego volverá a crecer porque no se crean puestos de trabajo productivo.
Un grupo de lavadores de autos, que realizan sus labores cerca de la iglesia de San Miguel en La Paz, protestaba hace un par de días porque los gendarmes municipales les decomisaron sus baldes, cepillos y trapos aduciendo que arruinan el asfalto. Los lavadores cuestionaban: “¿cuál es más importante, la calzada o nuestras vidas? ¿Acaso hay otra forma de ganarse unos pesos? ¿Qué quiere el alcalde, que nos volvamos delincuentes?”. Y añadían con rabia y frustración: “Si nosotros somos electores y votamos, con esta medida tendremos que castigarlo en la próxima elección”.
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Lo cierto es que siempre se quiere arreglar las ciudades por el lado más débil. Si la economía estuviera creando empleos, si habría una industria pujante que absorba a los miles de informales, no habría muchos trabajando en actividades improductivas.
Los miles de migrantes que se mueven del campo a la ciudad o del occidente al oriente, lo hacen porque el campo en el altiplano no les proporciona el sustento necesario. Frente a la ausencia de trabajo difícilmente ingresarán al empleo formal. Los que no se dedican a lavar autos o vender algo, inevitablemente acabarán en la delincuencia o en el alcoholismo.
Las condiciones de estos desplazados son dramáticas y no existen aún planteamientos serios para sacar a la gente de la miseria urbana. Los bonos son paliativos que ayudan a disimular la miseria pero no pueden ser bonos por la eternidad. Es hora ya de realizar labores de creación de empleos verdaderos y dignos. Esto se puede hacer con emprendimientos públicos y privados en sectores que demandan mano de obra. Es tiempo que el Estado impulse una gran industria de viviendas, por ejemplo, que fabrique paneles preconstruidos, habitaciones para las cocinas y los baños prefabricados con moldes que abaratan costos y facilitan su elaboración. Hay muchas alternativas en la ciudad y en el campo, pero es necesario que se apoyen en diseños realistas y con fondos estatales. Por la vía de la prohibición no se crearán empleos.
Página Siete – La Paz