El gobierno ensaya frenéticamente diversas tácticas, una tras otra, para empujar a los Estados Unidos a sentarse en una mesa y negociar el caso Sanabria. Tal la conclusión que podemos extraer de una serie de movidas estratégicas dadas por la administración de Evo Morales en los últimos días.
El menú de estrategias envolventes incluye desde la oferta de restablecimiento de relaciones bilaterales “sin condiciones” hasta la denuncia de la Convención de Viena, pasando por la presión para extraditar a Manfred Reyes Villa y la expulsión del colombiano Buitrago. En suma, una bizarra combinación de “palo y zanahoria” únicamente concebible en el manejo de tipo sindical de las relaciones internacionales que caracteriza al régimen.
Antes que Sanabria cante y destape la caja de Pandora de la narco-penetración en el Estado, se pretende construir un escenario de intercambio de medidas con el gobierno norteamericano. Se ofrece la normalización diplomática y se condiciona implícitamente el retorno al tratado antinarcóticos de 1961, todo con tal de que las revelaciones del general prisionero no afecten a altos funcionarios.
Al mismo tiempo, se trata de mostrar que se hace “buena letra” en el combate al narcotráfico expulsando a Buitrago, claro que la jugada se concentra en un enemigo de las FARC (perteneciente a la AUC) y no en uno de los tantos integrantes de la narco-guerrilla que, a juzgar por la información contenida en las computadoras de “alias Raúl Reyes”, mantuvieron sendos contactos con el gobierno boliviano.
Como carta adicional, se inicia una arremetida para demandar la extradición del principal candidato presidencial opositor en los comicios del 2009, con el probable objetivo de mostrar que “Estados Unidos protege a delincuentes”.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
Nos atrevemos a pronosticar que todos estos intentos serán vanos, ya que parten de la equivocada premisa de equiparar el funcionamiento independiente de la justicia norteamericana con el manipulado del Órgano Judicial evista. Difícil que haya componenda, entonces. Habrá que esperar nomás el canto del narco-general…