Enriquecimiento de Fidel basado en desinformación de los cubanos


Samuel Angel*

SAMUEL ANGEL La Cuba que visité en días pasados no refleja la información de la Revista financiera Forbes que en el año 2006, mostraba la fortuna del dictador Cubano Fidel Castro en 900 millones de dólares, ubicándolo en el séptimo puesto entre los mandatarios más ricos del mundo.

Por supuesto que los cubanos no saben esto y toda información que pueda tocar sus puertas que no convenga, será mostrada como producto del “imperio yanqui”. Sin embargo la miseria que inunda la isla por doquier haría que cualquier información real conocida por el pueblo que sufre, se convierta en una bomba de tiempo para los intereses de los Castro.



En el país de la desinformación, gracias a Fidel, los cubanos viven con pavor de lo que el régimen haga. Claro, si se dieran cuenta que no tienen por qué aguantarse la miseria que les brinda Fidel y su régimen, podrían cambiar de vida así como lo están haciendo en medio oriente varios países.

Fidel no permite que la gente tenga celulares, tener un celular cuesta el equivalente al salario mensual para un cubano raso. Que entre otras cosas es de 10 dólares mensuales, como todos comprenderán, nadie vive de eso, pero todo sea por la revolución, la revolución económica personal de Fidel. O come o habla por celular, ¿que escogería usted?.

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Por supuesto, los que tienen celular no tienen plan de datos, los cubanos no saben bien qué es eso. Es decir, no tienen la posibilidad de educarse, realizar transacciones, aumentar su productividad y tantas otras cosas que para el mundo en la actualidad son parte de la vida cotidiana a través de la tecnología. Claro, los que tienen celular no pueden llamar porque también les cuesta un ojo de la cara.

Como me decía un taxista cubano: “en sus países conocen a las personas que están en la miseria, porque viven en la calle pidiendo dinero, en Cuba, los indigentes están dentro de las casas, y son todos”.

Es increíble el nivel de obras inconclusas o con andamios llenos ya de vegetación, producto de la parálisis económica de ese país, sumergido en el socialismo, improductivo, esclavizante y adormecedor.

Las librerías de la Habana contienen únicamente literatura guerrillera, resulta fácil encontrar el best seller “la Guerra de Guerrillas”, escrito por el Che. Literatura que se llevan los incautos jóvenes turistas europeos, que confunden al Che con Tarzan y a Fidel con una especie de Moisés en decadencia.

La pobreza en Cuba está por doquier y el principal afectado es el pueblo cubano, a quienes se les ha infundido por parte de Fidel una especie de creencia en que son mártires del socialismo, santos de la guerrilla. A costa de cuyo sufrimiento en medio de la desolación del país, deben aguantar las migajas que el régimen les tira al piso.

Los vendedores del órgano informativo del régimen, el Granma, son personas de la tercera edad, que entregan el periódico a cambio de cualquier moneda, caminan por las calles de la ciudad descompuestos, hambrientos y solitarios. Sacados de un cuento de terror, esos ancianitos sufren física hambre mientras son usados por el régimen para entregar a los turistas el periódico que alaba las maravillas del régimen de miseria en el que viven.

Como nadie vive de 10 dólares al mes, se ha generado toda una economía informal, basada en el contrabando de puros, prostitución y abuso de cobros al incauto turista. Claro, todas las anteriores son prohibidas por el régimen, pero, ante el conocimiento de su ineptitud y buscando no gobernar sobre cadáveres, todo lo permite de manera solapada.

Si alguien se expresa de manera contraria a Fidel y su régimen comunista, es llevado a las mazmorras al estilo de los antiguos esclavistas. La policía traída de oriente a la ciudad de la Habana es más obediente ya que, al provenir de la provincia, su ingenuidad de sentirse traído a la ciudad, los hace ser presas fáciles, obedientes ciegos a Fidel.

Los músicos que pululan en la Habana tocan de manera maravillosa repertorios de los cincuentas, paralizados en la historia, estos artistas deben supeditar su arte a las ideas del régimen. No salirse del Guantanamera de Martí es una regla y bailar al ritmo del son cubano como si fueran libres debe ser su mayor puesta en escena.

Los automóviles de los años 40s y 50s que transitan por las calles Cubanas y que se han vuelto un icono del país, en realidad están allí, ante la imposibilidad del régimen de permitirle al pueblo escoger lo que más quiera, cambiar de auto o mejorar año tras año, eso, gracias a Fidel, no existe en Cuba.

Desde que Fidel tomó el poder, el país quedo paralizado en el tiempo. Y como sabemos, lo que no mejora, empeora. Esa es la triste realidad de una Cuba que camina sobre la base de la desinformación.

*Director Ejecutivo del Instituto Libertad Prosperidad y Democracia de Bogotá

HACER – Washington DC


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