Hugo Balderrama
William Easterly es un experto en desarrollo económico que pasó 16 años trabajando en el Banco Mundial. Luego de la publicación de su libro En busca del crecimiento (trabajo donde desmiente muchos mitos sobre el desarrollo de las naciones), su relación con el Banco Mundial finalizó, y en muy malos términos.
Años más tarde, en su obra La carga del hombre blanco, Easterly explica que la ayuda internacional es una especie de prolongación de la colonización. Adicionalmente, propone que el desarrollo debe surgir de abajo para arriba, y no de «expertos» y «académicos». Después de publicarse éste libro, inició un debate con Jeffrey Sachs -economista que plantea la tesis contraria-.
Ya en el año 2014, vio la luz The Tyranny of Experts. Es un gran trabajo, en tanto documenta, y con mucha atingencia, los fracasos de las teorías del desarrollo que manejan las agencias de ayuda internacional. También afirma que los expertos en desarrollo cometen un grave error, porque defienden a dictadores en su afán de poner en práctica sus programas. Por ejemplo, la gestión de Evo Morales recibió halagos por parte del economista Nicola Pontara (delegado del Banco Mundial en Bolivia el entre los años 2014 – 2017). Obviamente, Pontara nunca dijo que el gobierno de Morales sostenía su crecimiento sobre la fantasía del gasto fiscal -desde canchas de futbol en lugares desiertos, hasta aeropuertos fantasma-.
Los programas que salen del Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional no sólo han contribuido para el crecimiento de la corrupción, sino que también ha servido para que gobiernos adquieran armas, que luego fueron usadas contra su propia gente como en Uganda, Etiopia, Tanzania, Vietnam o Camboya.
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Por otra parte, naciones como Bolivia están secuestradas por las agencias de desarrollo internacionales y por sus propios tiranos desarrollistas (comúnmente, gente que ostenta grandes títulos académicos). Para estos personajes, la pobreza se solucionará solamente cuando ellos se hagan cargo del Estado -sufren de La fatal arrogancia que tan bien describió Friedrich Hayek-. Parece que el ego de estos rock stars académicos les impide ver dos cosas. Primero, que sus ideas llevan más de cinco décadas fracasando. Y segundo, que las naciones prosperan mientras ellos duermen, es decir, no son necesarios.
Entonces ¿Cuál es el camino para reducir la pobreza e incrementar el progreso de los países?
Muchas escuelas económicas intentaron explicar la riqueza. Tales como los mercantilistas, que pensaron que la acumulación de metales preciosos hacia rica a una nación. Pero fue el genial Adam Smith quien dio en la tecla: la riqueza es el producto del libre ejercicio del interés individual y de la mano invisible del mercado. Siglos después, los maestros de la Escuela Austriaca proveyeron a la ciencia económica la teoría del ahorro, elemento faltante para explicar el crecimiento sostenido de la economía.
El ahorro es la piedra angular de toda economía con crecimiento sano y sostenido. Sólo habrá ahorro disponible cuando los individuos se abstengan de consumir en el presente. Pero los seres humanos tenemos una preferencia por el consumo presente antes que por el futuro. Ahora bien, si decidimos abstenernos de consumir, esperaremos que en el futuro el valor del ahorro crezca para compensar la espera, eso se llama interés. De ahí, deriva todo el vínculo entre el ahorro, el interés y la formación del capital.
Por otro lado, la formación de capital requiere algunas condiciones políticas. Entre ellas, que el gobierno se abstenga de interferir en el mercado más allá de sus funciones propias (seguridad, justicia y obras de infraestructura pública), que los impuestos sean bajos y que se respete la propiedad privada. Tal como dice Easterly: «La solución empieza desde abajo y garantizando los derechos políticos de los ciudadanos». Eso va a permitir que un país prospere, y no los planes de expertos.
Un consejo a modo de cierre: en la próxima elección no busque un amo noble, sino alguien que le ofrezca menos impuestos y más libertad.
Fuente: Esto También Sucede