Jaime Paz Zamora: “No hay democracia auténtica sin alternativas”


Jaime_Paz_Zamora De familias de los valles del sur boliviano, nació en el valle de Cochabamba en el otoño de 1939, el día 15 de abril. Fundador del Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR) en 1971 y componente, desde entonces, del liderato de la denominada “Generación de la Democracia” que organiza la resistencia clandestina del pueblo boliviano contra la dictadura. Participa en la instauración de la democracia en Bolivia y en su consolidación. Fue Vicepresidente Constitucional del primer gobierno democrático (1982-1985), Presidente del Congreso Nacional y Presidente Constitucional del tercer gobierno democrático (1985-1989). Vicepresidente de la Internacional Socialista (1985-1995).

ENTREVISTA

Gonzalo Lema (GL): La gente se pregunta si empieza un ciclo con el Presidente Evo Morales o si, más bien, se cierra alguno…



Jaime Paz Zamora (JPZ): Yo creo que es muy importante diferenciar lo que es un “Cambio de Época” de una “Época de Cambios”. El Cambio de Época es una tendencia estructural, con proyección, destinada a marcar una etapa histórica de largo aliento. Mientras, la Época de Cambios es cíclica y se agota en el tiempo de la misma etapa. Por ejemplo: la privatización a nombre de la capitalización neoliberal de nuestras grandes empresas y recursos naturales fue, a mi juicio, un ciclo que, además, obedecía a un momento del mercado internacional. Pasado el ciclo, eso ya no va y se revierte. Lo mismo probablemente suceda ahora: un cambio de alcance cíclico con la nueva Constitución, dependiente de un momento específico de nuestra historia, que seguramente, de aquí a diez años, se habrá agotado; con lo bueno y con lo malo, pero agotado. Por el contrario, lo sucedido en Bolivia a partir de los años 78-80, con una transición dramática hasta el 82, año en que se instaura la democracia, es un Cambio de Época de proyección en tiempo y contenidos, de tendencia estructural para una etapa de largo aliento. Digo “instauró” la democracia y no restauró, porque en Bolivia, al contrario de otros países como Chile o Uruguay, por ejemplo, no había sido posible hacerlo desde 1825. Se intentó a finales del siglo XIX con liberales y conservadores; se intentó en la Revolución Nacional del 52, que era el gran momento para hacerlo proyectando el inicial proceso de democratización de la sociedad hacia una democracia institucional sólida, autosostenible y productiva. Y finalmente llegamos a la Bolivia de hoy que, desde el último cuarto del siglo XX, protagoniza, por primera vez en su historia, una Revolución de la Democracia que marca un verdadero Cambio de Época, estructural y de largo aliento, no sólo de alcance nacional, sino también de consonancia continental y mundial. Al fin nos hemos puesto de acuerdo con nosotros mismos y con el mundo en un diseño civilizatorio de convivencia, progreso y modernidad.

Las grandes democracias del mundo tuvieron procesos prolongados de construcción democrática. Así, la Revolución Francesa de 1789 logra transformarse en un sistema democrático institucional sólido, estable y proyectado, recién en la Quinta República de De Gaulle a mediados del siglo pasado. Y los norteamericanos de igual manera. Sólo luego de la segunda guerra mundial, con la inmolación de Luther King de por medio y fenómenos como el del Black Power, alcanzan a imponerse sobre la discriminación social y racial. Los Estados Unidos tuvieron que esperar doscientos años, lo recordaba yo, un poco en broma y otro poco en serio, delante de universitarios y de algunos funcionarios de Usaid, para colocar a Obama en la presidencia, mientras que Bolivia puso a Evo en menos de veinticinco…

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GL: Y mucho antes a un vicepresidente, a diputados, a ministros…

JPZ: Así es. Estamos yendo más rápido pero no sé si con igual solidez. A veces dudo si estamos plantando bien las estacas… La Bolivia de hoy está en la “edad del burro”, en la adolescencia… En el inconformismo propio de esa edad que no le permite entenderse consigo misma; que no sabe cómo pararse, ni cómo sentarse, ni qué hacer con las manos que le han crecido de la noche a la mañana, ni con el acné de la convivencia en la cara…De ahí que cometemos errores, y a veces graves. ¡Menos mal que esta situación es transitoria! La adolescencia también tiene aspectos positivos porque representa una gran oportunidad en la vida. El adolescente lleva ya dentro de si todos los contenidos de lo que será como persona en el futuro, pero todavía sin ordenar y ajustar. De ahí su incomodidad, su rebeldía y también sus inseguridades. La Bolivia democrática está igual. Ya tiene incorporado todos los elementos de lo que será en el transcurso de su desarrollo. ¡Eso es maravilloso! Y con la ventaja de que, si se sabe manejar bien en sus contradicciones y complejos, podrá alcanzar la expansión y el perfeccionamiento de la madurez. El desafío democrático hoy se llama madurar…

GL: Entonces hemos pasado de la Colonia a la República de los golpes de Estado, y de esa República a la democracia. Al interior de la democracia hemos tenido “sacudones” cíclicos, llamados cambios…

JPZ: Correcto, esa es la manera de analizar nuestro devenir histórico y el momento privilegiado -por su potencial- que vivimos como país. El mundo global del siglo XXI en democracia constituye el gran cambio de época. Y Bolivia, con puntualidad histórica, dentro de ella. Con “sacudones” cíclicos como tú los llamas pero ya dentro del caudal inagotable de la democracia. La Bolivia que se va es la del Golpismo Civil-Militar Republicano, como sistema sostenido de gobierno, que nos caracterizó como país ante el mundo por más de 150 años. En realidad, si se analiza con más acuciosidad nuestra historia política, la democracia nunca fue una preocupación central ni parámetro de definición hasta la generación política de los 70–80 del siglo XX, cuyas vanguardias, nacidas en la resistencia, la colocaron como fundamento constitutivo e insoslayable de un proyecto nacional, referente del nuevo país y de la nueva sociedad a construir entre los bolivianos. Por ello esas vanguardias se autocalifican como “Generación de la Democracia”. Hasta entonces la vida política se jugaba en ser liberal o conservador, primero, y más tarde en ser de izquierda o de derecha. Dependiendo de las circunstancias y del perfil del militar de turno y de su equipo civil, las izquierdas o las derechas lo apoyaban o lo rechazaban. Unos lo sostenían desde la administración del Estado y los beneficios transitorios del poder, y los otros se ponían a conspirar hasta producir el siguiente golpe, y así sucesivamente… Incluso la llamada Revolución Nacional surgió con un golpe de Estado del General Seleme para luego ser rebasado por el movimiento popular, particularmente de La Paz y de las minas. Agotada políticamente después de 12 años, se volvió al sistema golpista tradicional.

Una anécdota ocurrida en el altiplano ilustra el contenido de la cultura política dominante en los inicios del proceso democrático. Como candidato vice presidencial, en 1979, entré muy tarde en la noche a una tienda en Patacamaya. El dueño, un comerciante aimara, me recibió con simpatía y al momento de partir puso sus manos en mis hombros y mirándome a los ojos me dijo como lamentando: “¡Lo único que te falta es la gorra!”… (militar, se entiende).

GL: ¿Cuál es el verdadero aporte de este gobierno a esta época democrática? Qué es lo que realmente ha hecho, entonces…

JPZ: Es la presencia indo-mestiza en la gestión pública del Estado y su nuevo protagonismo más visible en la sociedad.

GL: Es la democratización de la sociedad…

JPZ: Así es. Ese es el aporte trascendente del actual gobierno. Es un gran aporte. Lo indo-mestizo ha tomado la conducción de la administración pública y la de muchas instituciones de la vida nacional. Lo indio o lo indígena, en sentido estricto, está todavía en veremos en esta gestión. Si me permites, voy a plantear una metáfora. No por nada estoy conversando con un gran literato. Haciendo referencia a nuestra riqueza cultural intangible -que la UNESCO ha reconocido para el carnaval de Oruro-, yo diría que el Señor del Gran Poder, cabeza y jefe de la fiesta indo-mestiza -que con ese nombre se celebra cada año en La Paz- es hoy en día el Presidente del Estado Plurinacional; y que su correlato indo mestizo cochabambino, la Virgen de Urkupiña, es la primera dama…Eso es lo que en realidad ha pasado, y esto no es realismo mágico latinoamericano… Es una verdad tan grande que la irrupción del mestizaje con dominancia “indo” desplaza al mestizaje criollo con dominancia blanca occidental. Ahora bien, en la medida en que ese desplazamiento objetivo devenga una simbiosis nacional de ambos mestizajes y no en exclusiones mutuas, se habrá cerrado el círculo de conformación de la nación boliviana. Ese debería ser el alcance útil de la revolución cultural que plantea el gobierno y no el que parece verse en lo cotidiano de convocatoria al choque y la confrontación.

GL: Eso quiere decir que si la democracia hiciera un recuento de su sociedad, ya están todos, no falta nadie…

JPZ: ¡Claro, señor! Aunque esto se dé muchas veces al costo de un retroceso de la gestión pública en ciertas áreas, pero no importa. La calidad administrativa se puede retomar en el tiempo, no así el impulso social de apertura política y económica de una joven democracia en marcha. Bien valió la pena, más allá de que lo indo-mestizo haya sido utilizado frecuentemente como pantalla de planteamientos ideológicos exógenos provenientes de ciertos marxismos trasnochados propios de la guerra fría o de una especie de teocratismo cósmico telúrico retro de piernas cortas. Esa es la parte negativa cuando hacemos el balance. Pero lo positivo justifica largamente lo negativo. Esta incipiente democracia necesitaba llenar sus pulmones de aire fresco.

GL: Además de la inclusión social, aunque falte integrar a los pueblos indígenas, ¿no se podría afirmar que el proceso de descolonización también está en marcha?

JPZ: Depende. No debemos olvidar que el colonialismo que Evo y nosotros rechazamos y condenamos se origina en una superioridad tecnológica. Nuestros pueblos fueron primero derrotados tecnológicamente y luego sometidos política y culturalmente. No pudimos contra la pólvora ni el arcabuz. Entonces, si se quiere descolonizar, y todos lo queremos, tenemos que empezar por la tecnología. Si deseamos aprender de esa dura lección histórica no podemos ponernos ahora, por ejemplo, a comprar un satélite chino como prioridad. Nos enseñarán a captar la señal y punto. El poder tecnológico y el control serán chinos. Con esa filosofía seguiremos igual que en el pasado. La palabra modernidad queda corta para nosotros, pues describe a las sociedades avanzadas. Tal vez sea más adecuada la palabra “modernez”, con z, que expresa un nuevo concepto, el de orientar urgente y prioritariamente los recursos disponibles hacia el logro de la modernidad tecnológica y del conocimiento, que te sirve no sólo para la descolonización interna sino para integrarse al mundo global de manera competitiva. La nueva colonización es más profunda que la anterior, pues con la revolución tecnológica, particularmente en el campo informático y del internet, no necesitan estar en tu país para colonizarte…

GL: Una posmodernidad…

JPZ: …En base a la ciencia, a lo científico, en base a la revolución técnico-informática. El mismo presidente Obama no deja de convocar a los Estados Unidos para avanzar en esa dirección. La revolución digital, la ingeniería genética, la decodificación del gen que es la próxima revolución tecnológica del siglo XXI. Entonces, esta debería ser la preocupación del gobierno si quiere descolonizar -de veras- Bolivia. Tendríamos que cambiar el viejo concepto de Universidad con el de Univerciencia, La universidad tiene que definirse claramente por la ciencia. Bolivia debe estructurar con urgencia de vida o muerte un pacto nacional histórico Estado-sociedad por la ciencia y el saber tecnológico. De lo contrario habremos perdido una vez más el tren y el discurso anti-colonizador será hipócrita, anacrónico, retardatario.

Esto es posible de hacer hoy. Tenemos los recursos económicos y los tendremos, según marca la tendencia internacional del mercado, en los próximos veinte, treinta o cuarenta años. ¡Yo no sé por qué maldecimos al mercado global si nos está pagando quince dólares la libra fina de estaño! Durante mi gestión estaba a un poco más de dos. La plata está a treinta y siete dólares la libra fina. Antes era nueve. ¡Bendito mercado mundial! ¡Está pagando cien dólares por el barril de petróleo que es el que fija el precio del gas! Entonces dejémonos de cuentos e invirtamos ese dinero en construir una economía propia, sana y con desarrollo constante y sostenible basada en el conocimiento científico. Seamos serios. Dejemos de pelearnos entre nosotros y con medio mundo. Pongámonos a trabajar en base al conocimiento. La primera meta: salir de la lista maléfica y humillante de los países más pobres del planeta.

GL: Descolonizarnos a través de la producción de ciencia y tecnología. Del saber, en buenas cuentas… Y no con revoluciones culturales.

JPZ: Sí, porque los grandes líderes indígenas del siglo XVIII, si por algo fueron derrotados, fue por su enfoque político racista y discriminador. Al racismo le respondieron con racismo. Plantearon una lucha contra el colonialismo y no convocaron a los criollos, y, más bien, fueron contra los criollos colocándolos en el mismo costal colonial. El colonialismo nos dejó, a sangre y fuego, dos enseñanzas: la necesidad tecnológica y la alianza multiétnica… Deberíamos convocarnos a partir de lo que nos une y no de lo que nos separa. El presidente Morales debería difundir en el mundo esa imagen de Bolivia: la de un país democrático unido en su diversidad alrededor de la revolución del conocimiento y del desarrollo tecnológico y productivo. Un país con ganas de avanzar, que lo recibió en la presidencia con respeto y aplausos…

GL: Con votos…

JPZ: Con votos. Y llegó con todos: iglesia, ejército, policía, partidos, sindicatos, empresarios, aunque estos últimos con cierto recelo, de todas maneras menor que con el que me recibieron a mi… Bueno, eran otros tiempos. Todos lo recibieron con la sensación que confesaba el gran filósofo Kant: “Recibí a la revolución francesa con una simpatía rayana en el entusiasmo”. De la misma manera lo recibí yo y Bolivia entera. Nadie antes que el presidente Morales había llegado al poder en mejores condiciones políticas, económicas y sociales, nacionales e internacionales, para gobernar bien. En el hablar caribeño ya habrían dicho “A Evo se le pusieron los astros en fila”… Por tanto, no le demos más vueltas. Ahora se imponen la democracia y el mercado. Las democracias autoritarias, como las del Magreb, las del Oriente Medio, o finalmente la de Berlusconi en Europa, están cayendo. Y aprendamos, sin complejos ideológicos, que el mercado no tiene color político. Cada quien lo entiende a su manera y le da el color que quiere, que es distinto. Si no veamos qué hacen los chinos…y los socialistas brasileños y los chilenos… y los comunistas vietnamitas, que esos sí se fajaron contra el imperio. ¿Vos sabes cuál es la gran utopía del siglo XXI?

GL: No lo sé.

JPZ: Que las dos concepciones de sociedad -política y economía- que ha conocido y producido Occidente, el Socialismo y el Liberalismo, se ensamblen, compaginen y articulen adecuada y eficientemente para construir la nueva sociedad y el nuevo mundo. Lo adelantaba ya Octavio Paz. Esa es la utopía de este siglo.

GL: Parece que el pasado no se queda quieto y aflora, una y otra vez, en el presente. ¿Qué circunstancias político-sociales generaron el liderazgo apabullante de Evo Morales Ayma? ¿Cómo fue que él acumuló tanto capital social como el que demuestra en cada elección general?

JPZ: Evidentemente el pasado aflora una y otra vez. Ya nos sucedió con la UDP y nuestra prolífica candidatura (Hernán Siles-Jaime Paz) que, con seguridad, bordeó el 65% de votos ante una corte electoral corrupta armada por el sistema político tradicional golpista. Tuvimos que ganar tres elecciones seguidas para que nos permitiesen ser gobierno, con tres golpes militares de por medio y dos golpes congresales dados por los viejos partidos que no terminaban de aceptar la alternativa democrática que traíamos, desde la resistencia, las nuevas fuerzas emergentes. Finalmente llegamos a palacio debilitados y tuvimos que resignarnos a convivir con nuestras propias falencias y contradicciones, y con la conspiración sin tregua desde la izquierda y la derecha antidemocráticas, que hacían imposible la acción de gobierno, hasta el extremo de raptar y poner pistola al pecho al Dr. Siles en cautiverio (no fue Zelaya en Honduras el primero), para luego terminar reduciéndole un año el mandato y colgarle después el sambenito de hiperinflacionario…

Las mismas reivindicaciones y razones históricas que aventaron a la UDP aventaron, con igual o mayor fuerza, a Evo Morales y al MÁS. Con la diferencia de un proceso de institucionalidad democrática ya avanzado en el país que hizo posible que una Corte Nacional Electoral, transparente y de absoluta imparcialidad, organizara elecciones y reconociera sin retaceos el triunfo del MAS y que la conciencia nacional, imposible antes, aceptara la presidencia de Evo Morales sin problemas.

Pero la diferencia mayor se da en el hecho de que 25 años de proceso democrático y de práctica y cultura democratizantes, desarrollaron una masa crítica exponencialmente superior, en cantidad y calidad, a la que existía apenas tres décadas antes en el país. Masa crítica enriquecida con los contenidos étnico-culturales “des-elitizadores” de la vida cotidiana, el ascenso en el nuevo contexto de lo “Cholo Mestizo” o de lo “Indo mestizo” y de lo originario-indígena que la democracia introdujo en la agenda nacional con políticas como la del tratamiento diferente, por lo democrático, de la marcha indígena del año 90 con el presidente y todo su gabinete saliendo a su encuentro y el subsiguiente reconocimiento de territorios indígenas históricos; la promulgación como Ley de la República del convenio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas y Originarios y la creación -por la iniciativa pionera de Bolivia ante la Primera Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de los Países Iberoamericanos- del Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina y el Caribe.

Existe una cierta actitud sesgada, a más de superficial, en el análisis que insiste en ver las causas del ascenso vertiginoso del evismo en el pasado de la democracia -tomado este en bloque como malo-, y en los partidos que lo representaban, igualmente en bloque como malos de toda maldad. Eso no tiene fundamento real porque, en el pasado, no todo fue malo, como no todo es malo hoy ni lo será mañana, y porque, si se ve de cerca y con objetividad, los partidos políticos nunca antes se portaron mejor en nuestra historia. En efecto, en democracia dejaron de golpear las puertas de los cuarteles -salvo en los primeros cuatro años de la dolorosa transición-, se sometieron a una exigente ley de partidos -para institucionalizarse y ser reconocidos como tales-, aceptaron una ley electoral nueva con cortes electorales de consenso, entre otras cosas. Pero, también es cierto que, “enroscados” en la nueva institucionalidad, generaron los vicios propios del sistema democrático: esconderse en el manto de la representatividad para repartirse el poder, beneficiarse ilegalmente de él, generar exclusivismos y desprenderse de la vida real y de los verdaderos problemas de la gente.

Por tanto, si bien los pecados de antes sirvieron de detonadores, son las energías inherentes al potencial democrático en pleno desarrollo las que hicieron que todo estuviere maduro para cruzar el umbral de la nueva etapa. Podía haber sido ayer, o mañana, pero fue hoy. Y mejor así para la democracia. La naturaleza específica de la sociedad boliviana hacía que ese momento se diera tarde o temprano por necesidad histórica. Se dio con Evo, pero podía haber sido con cualquiera otro parecido a él, que encarnara el nuevo imaginario popular activado. Sólo que Morales tuvo la habilidad histórica de estar en el lugar adecuado, en el momento adecuado, con las condiciones humanas y políticas adecuadas y con los recursos a mano igualmente adecuados.

GL: La opinión pública de los cafés y de los ámbitos intelectuales indica que ya tu gobierno (1989-1993) contaba con un diagnóstico objetivo de la realidad integral boliviana (exclusión social, centralismo estatal extremo, élites económicas muy fuertes, pobreza extrema en el campo) y que, sin embargo, no echaste a andar la rueda de la democratización de la sociedad y del Estado (inclusión social, descentralización administrativa… En suma: participación popular en todo). Ese proceso frenado originó un reventón social en la guerra del agua (2000), la del gas (2003), y la irrupción de lo plebeyo en el Palacio Quemado el año 2005, con Evo a la cabeza. ¿Qué fue lo que sucedió?

JPZ: Bueno, Gonzalo, tu pregunta es demasiado densa, lo que me obliga a desglosar la respuesta en cinco acápites:

1.- En realidad, lo que frenó el proceso fue el grave error del sistema que, en base a resultados electorales inducidos más por el marketing político que por información objetiva, dio paso a la elección de Banzer (ya enfermo) primero y luego a la reelección de Sánchez de Lozada. Dos presidencias que, vistas a la distancia y por encima de los personajes, estaban históricamente por demás. Sin lugar a dudas que los “reventones” de la guerra del agua y la del gas precisaban ¡ la gestión rápida y flexible de un liderato renovado, convocador y progresista, con capacidad de inducirlas hacia soluciones democráticas.

2.- El diagnóstico existía mucho antes de mi gobierno y sigue existiendo urticantemente hoy. El problema es que, entre el diagnóstico y la acción adecuada, puede caber una eternidad… dependiendo de las condiciones objetivas y subjetivas existentes. Es decir: que no siempre se puede hacer lo que se quiere y menos en el momento y el lugar en que se quiere. Mi gobierno es el primero en la región encabezado por la izquierda después de las experiencias de Allende y de Siles Suazo y, por lo tanto, visto con recelo por los USA (mucho más dinero fugó del país cuando subí yo que cuando lo hizo Evo). A los tres meses -noviembre del 89- cae el muro de Berlín y el 92 se desploma el bloque soviético poniendo a la izquierda universal con la cola bajo el rabo y a los gringos, más soberbios y atropelladores que nunca, como dueños del planeta. Pero, lo más delicado de todo esto, por sus consecuencias en nuestro país, es la coincidencia histórica que se da entre el ascenso del neoliberalismo a nivel mundial en los años 80, y la instauración de la democracia en Bolivia. Dos fenómenos distintos, pero emergentes ambos del proceso final de la Guerra Fría. Primero Inglaterra -con la Sra. Tatcher- y luego los Estados Unidos -con el Sr. Reagan-, se apresuraron victoriosos a relanzar el neoliberalismo como el reinado eterno del mercado libre acompañados por el japonés de marras con su libro del fin de las ideologías. Los organismos internacionales y las empresas transnacionales -algunas más fuertes que muchos Estados-, encabezados por el FMI y el Banco Mundial, con la comparsa del BID, la CAF y Fon plata de entonces, y bien munidos del Consenso de Washington, se abalanzaron sobre América Latina logrando que el que no seguía el libreto fuera considerado un paria sin derecho a inversiones y créditos multi y bilaterales.

3.- Por ello yo creo que la manera más profunda de analizar el proceso democrático boliviano, más allá de pelos en la leche que no dicen nada, es considerarlo desde los años 80, hasta hoy en día, como una confrontación no acabada entre el neoliberalismo global del momento y nuestra naciente democracia, intentando aquel a cualquier precio y con poderosos aliados políticos y empresariales internos, darle su dirección y contenidos. Al frente sólo fuerzas políticas nacionales, sociales, culturales y económicas que resisten divididas, unas de manera irracional e inviable y otras con racionalidad, pragmatismo, visión del mundo y mayor viabilidad, buscando dotar a la novísima democracia de contenidos descolonizadores, de un estado de bienestar que establezca una adecuada relación en los roles del mercado y del Estado, de una acción “des-elitizadora” de la administración de los bienes públicos y la sociedad, y de una descentralización profunda del poder, generando culturas de solidaridad y destino común sobre las que asentar una verdadera cohesión social y nacional, transparencia de gestión, equilibrio campo-ciudad e igualdad de oportunidades. En esta dramática contradicción planteada por el neoliberalismo en el proceso democrático, se desbarató el MIR, confrontándose unas veces y conviviendo otras, atrapado entre lo viejo que no termina de irse y lo nuevo que no termina de llegar, y sobrevaluando sus responsabilidades en la gobernabilidad de la democracia por encima de su misión ideológica y programática de cambio. Ilustración clara de esta confusión histórica fueron sus votos el 2002 a favor de dos adversarios impenitentes del lirismo: Sánchez de Lozada a la presidencia y Carlos Mesa a la vice presidencia. Votos dados en el convencimiento, por otra parte cierto, de que el candidato Evo Morales -a diferencia del 2005- no tenía nada preparado, ni equipo ni programa para asumir el gobierno en ese momento. Casi seguros, por tanto, de estar colocando a Bolivia en el término de meses en la pendiente de la involución hacia el golpismo civil-militar sostenido esta vez por el gonismo que habría sentido que le escamotearon el voto en el Congreso. No fue por nada que situación tan compleja me hizo exclamar desde el alma “¡Qué difícil es amar a Bolivia en ciertas circunstancias!”…

4.- De igual manera mi gobierno, apenas el tercero del proceso constitucional, fue un dique de contención difícil de sostener entre dos gobiernos neoliberales: el de Paz Estenssoro y el de Sánchez de Lozada, particularmente. A pesar de ello logramos potenciar el rol del Estado a través de sus empresas estratégicas. ENDE, con ochenta megas más y la electrificación rural; Entel, pasando su cobertura nacional e internacional de 30 poblaciones a 500, añadiendo la estación terrena madre de La Guardia a la de Tiahuanaco, única existente, incorporando el servicio celular al sistema e interconectando el país al satélite. Pero, lo más importante –creo- se realizó con el potenciamiento de YPFB. Se introdujo los contratos de asociación (mitad-mitad, hoy nuevamente vigentes), se exploró en prácticamente todo el territorio nacional, desde las orillas del Madre de Dios -entre Pando y La Paz-, en Liquimuni de los Yungas, en Chuquisaca y en el altiplano norte y sur de Oruro y Potosí. Se encontró petróleo en Cochabamba -pasando a ser este el cuarto departamento petrolero- y, lo más trascendente, el descubrimiento por YPFB de la estructura de Huamampampa, a cinco kilómetros y medio de profundidad, que da nacimiento al mega campo de gas de San Alberto con su prolongación a los mega campos de San Antonio e Itau, para extenderse luego a Campo Margarita. Este último evento representa, probablemente, el cambio estructural más importante en la economía boliviana desde el descubrimiento de la mina de Potosí en la Colonia. Por lo tanto me tocó gobernar entre el 21060 y la mal llamada capitalización. Al primero lo despojamos de la prohibición de la declaratoria en comisión de dirigentes sindicales, con lo que se reorganizó la COB y el movimiento obrero, y, como complemento se repuso el 1% para sedes sindicales. Y contra el flagelo de la relocalización, que lanzó a miles de trabajadores hacia la informalidad, se creó por decreto el régimen impositivo simplificado que aún hoy en día es una reivindicación social. Los contenidos estabilizadores macroeconómicos del 21060 los incorporamos en el decreto programático del gobierno del Acuerdo Patriótico -el 22407-, que estaba orientado al crecimiento positivo de la economía, objetivo que se logró después de casi 20 años, con un promedio del 4% no superado hasta hoy. Por lo demás, como una especie de rara avis, se gobernó en paz, con el menor número hasta ahora de paros, bloqueos, huelgas y, en los albores de la democracia, se dio un particular interés en democratizar el Estado con el potenciamiento de sus instituciones democráticas.

5.- En cuanto a lo plebeyo, está bien como concepto para la revolución francesa, contexto en el que nace como categoría social. Para nuestro proceso, lo adecuado es lo “Cholo Mestizo” o lo “Indo mestizo”, como categorías sociológicas, porque incorporan lo étnico-cultural a lo indigente y popular. Y, en ese sentido, se puede hablar adecuadamente de “la irrupción de lo Cholo Mestizo” en el palacio de gobierno el 2005 con Evo Morales a la cabeza, lo que a mi juicio representa su mayor aporte al proceso democrático boliviano.

GL: Muchos bolivianos advertimos que el quiebre fundamental entre el mundo andino-amazónico y el criollo, su fatal desencuentro, está en el manejo de los recursos naturales. A ellos les duele en el alma la enajenación de los mismos en manos extranjeras. El mundo criollo, en cambio, tiene opinión dividida, incluso fragmentada al respecto. ¿Cómo debe manejarse este tema? ¿Es posible un encuentro pacífico de criollos y andino-amazónicos, por ejemplo, en torno al gas? ¿Este desencuentro influye en las autonomías regionales?

JPZ: Lo andino–amazónico y a lo que habría que añadir lo rioplatense- no son un sólo mundo sino tres mundos y muy diferentes entre sí, que se van articulando penosamente desde el coloniaje, la fundación de la republica y, más dinámicamente, desde la guerra del Chaco, la revolución nacional y la instauración de la democracia. El criollaje atraviesa transversalmente a los tres aunque con densidad diferente. Precisamente, el descubrimiento por YPFB de los mega campos de San Alberto y San Antonio en 1990, los contratos de asociación para su desarrollo y la firma en febrero del 93 -en Cochabamba- del contrato de compra-venta de gas con Brasil, representaron el inicio del encuentro pacífico que tú reclamas. Hoy está consolidado con la distribución solidaria de estos ingentes recursos entre el gobierno central, los departamentos, las alcaldías y las universidades, y con los bonos Juancito Pinto, Dignidad y Juana Azurduy, a los que sirve de sustento. Para darte solo un ejemplo de la magnitud de esta distribución: el departamento de Pando, al otro extremo del país de donde se encuentra Tarija, recibía años atrás del mega campo de San Alberto el equivalente de 20 millones de dólares, jamás recibidos en su historia. Hoy, con seguridad, esa cantidad de recursos se ha incrementado.

GL: Un logro muy aplaudido de tu gobierno fue el de las cumbres políticas (reunión de los líderes políticos con voz en el parlamento) para la elaboración de políticas de Estado. Se sigue pensando que es lo mejor para Bolivia y para su relacionamiento con los países extranjeros, porque esas políticas otorgan seguridad y confianza. ¿Por qué el presidente Morales sustituyó a los líderes por los movimientos sociales? En todo caso, ¿no era mejor que participaran ellos y ustedes?

JPZ: Las cumbres políticas, particularmente la de los acuerdos del 9 de julio del 92, suponían una concepción de democracia pluralista, institucional y de alternabilidad gubernamental, por una parte, y, por la otra, de continuidad en las políticas de nación y de Estado, fuere quien fuere gobierno u oposición. De ahí surgió un sistema electoral sano, las leyes de participación popular, de partidos políticos, de reforma educativa, del ministerio público, de las FFAA, del sistema judicial y la de necesidad de reforma de la Constitución, entre otras. Pero en la concepción de partido único, y de no-alternabilidad ni pluralismo, son imposibles. El recurso a la variante de los movimientos sociales -que tienen otros roles en democracia- resulta un juego de abalorios de frágil sustento para esa visión deformada de democracia, como se está demostrando hoy después del gasolinazo, con la aguda conflictividad que presentan precisamente los movimientos sociales.

GL: Una política tuya, que siempre estuvo en entredicho en la opinión pública, fue la de “coca no es cocaína”. Casi veinte años después, a la luz de esta coyuntura y de todo lo vivido, ¿seguirías impulsando esa suerte de diplomacia a favor de la hoja de coca?

JPZ: La política de “coca no es cocaína” estuvo en entredicho en los Estados Unidos de América, pero nunca entre la opinión pública boliviana para la que representó un argumento de afirmación nacional, hasta el punto de que una morenada con ese nombre -del famoso Jacha Flores- sigue animando carnavales en Oruro y otras partes. La situación ha cambiado ahora con el exponencial aumento de la producción de cocaína boliviana para la exportación. Sin embargo, la consigna, como expresión de la conciencia nacional, sigue siendo, a mi juicio, válida como lo es la de la reivindicación marítima, sólo que ya no en tanto que punta de lanza de una ofensiva internacional, pero sí como una trinchera de dignidad y resistencia programática contra el narcotráfico, en el sentido de que si la coca representa un valor nacional, es responsabilidad de los bolivianos que no se convierta en cocaína. El gobierno debería repetirla con esos contenidos.

GL: Salvo los sectores irreductibles del conservadurismo boliviano, en muchas ocasiones se advierte un apoyo a Evo incluso de parte del electorado de la oposición. Por ejemplo: en la lucha nada sencilla contra la corrupción. ¿Cómo se puede ayudar a este proceso de cambio sin ser parte del gobierno o de su instrumento político? Es más: cuando visiblemente ha cerrado las puertas para los políticos como tú que son anteriores al 2005…

JPZ: El político auténtico nunca es anterior a nada, siempre es un presente activo mientras vive. Yo suelo repetir en Tarija, un poco en broma y un poco en serio, que a los tarijeños hay que ayudarlos aunque no lo quieran… Lo mismo parece ocurrir con este gobierno… Pero más allá: de lo que se trata es de colaborar con el proceso democrático boliviano en todo aquello que pueda representar un cambio positivo, incluido, claro está, el combate estructural contra la corrupción, apoyando, por ejemplo, la vigencia en la administración pública cotidiana de mecanismos como los de la Ley SAFCO. De igual manera parecen entenderlo los propios movimientos sociales cuando en sus manifestaciones callejeras, post gasolinazo, no portan wipalas sino tricolores, como dejando claro, instintivamente, que una cosa es apoyar al gobierno y otra movilizarse por sus intereses y los de la democracia.

Y por esta vía llegamos nuevamente al tema de fondo que plantea la distinción entre el Cambio de Época -que representa la instauración histórica de la democracia- y la Época de Cambios que el actual gobierno se plantea realizar dentro de ella. Después de casi seis años de gestión, lo sensato es dejar y apoyar, si es el caso, que la administración actual haga lo que cree que debe hacer en los términos de su mandato. El país, en cambio, deberá instalarse en la dinámica de largo aliento que nos plantea el Cambio de Época Democrática, preparando activamente lo que denomino el Postevismo, ese “después” que Bolivia va a precisar, porque la gente pasa pero el país permanece. Para ello es necesario empezar a construir una Mayoría Alternativa, no necesariamente de oposición, sino alternativa a lo que hoy existe. Alternativa que encienda en el país la mística por el desarrollo económico productivo y el empleo digno, y lo movilice y organice en esa dirección. Que pase de la campaña política permanente al desarrollo productivo permanente. La política y la ideología no se comen, sólo son buenas cuando están al servicio del progreso y del bienestar de la gente. Ningún pueblo puede vivir dignamente sin alternativas, o, si se quiere, sin esperanzas. Está inscrito en la condición humana y, por tanto, en la democracia. No hay democracia auténtica sin alternativas, no sólo por razones de equilibrio sino por las igualmente importantes razones de sobrevivencia y proyección.

GL: En términos sencillos, la gente piensa que la democracia sirve para solucionar los problemas de la sociedad y el Estado en paz. Es decir: sin muertos. Sin embargo, los gobiernos de la democracia boliviana (salvo el tuyo, en el que murieron los secuestradores del empresario Lonsdale) tienen incluso más muertos que los de las dictaduras. Eso es una verdadera barbaridad. Pero en el caso del gobierno actual, todo se vuelve más inexplicable: mucho muerto con tantísimo apoyo popular. ¿Qué es lo que sucede? ¿Hay reminiscencias de prácticas dictatoriales en nuestros organismos represores? ¿Qué debe hacer el Estado para corregir de raíz esta criminalidad habitual?

JPZ: Sencillamente aprender de nosotros mismos, de nuestro propio proceso, analizar la experiencia vivida. Tomar como pauta, por ejemplo, la gestión gubernamental del 89 al 93 en la que la democracia boliviana probó que se puede gobernar sin un solo muerto por conflictos sociales o económicos. Quedó claro, a diferencia del pasado, que una cosa es la represión al margen de la ley que utiliza la dictadura y otra, muy distinta, la coerción que ejerce la democracia dentro de los marcos de la Constitución para preservar el orden y la seguridad pública. La democracia, parafraseando a Franz Tamayo, es una pedagogía nacional. Un proceso cultural de largo aliento que se va desarrollando en paz: la conciencia, la ideología y los comportamientos y actitudes en sociedad de gobernantes y gobernados. Cuando la inseguridad ciudadana, en general, y la judicial, en particular, se va instalando en la sociedad democrática, quiere decir que es la democracia misma la que se va replegando.

El caso Lonsdale fue un episodio delincuencial que no se puede incorporar dentro de fenómenos económico-sociales, y en el que, a más del empresario, fue asesinado un policía boliviano. El operativo, planificado por extranjeros desde el Perú, estaba destinado a garantizar recursos para las guerrillas que devoraban al vecino país. La prioridad para el Estado boliviano, en esos momentos, era la seguridad de sus ciudadanos y el impedir, de inicio, que la violencia peruana se infiltrara peligrosamente en el país.

GL: Nuestro país va a enfrentar un momento difícil si el MAS-IPSP decide relanzar a Evo como candidato para otro período. Una democracia formal no tolera aquello, pero un proceso social como el que vivimos se daría modos de justificarlo. ¿Cuál es tu opinión a priori al respecto? ¿Gana o pierde el país y su democracia con estas decisiones de corte exclusivamente político?

JPZ: La situación nacional es tan dinámica que, lo que parecía válido al momento de hacerme la pregunta, no lo es hoy al intentar una respuesta. Los últimos sondeos señalan que el 63% de bolivianos no está de acuerdo con la reelección. Pero, más allá de ello y de la validez o no de los sondeos, en casi seis años el presidente Morales y su gobierno han demostrado lo que son y representan. Por tanto, no hay ni habrá nada nuevo, ni en su ideología y pensamiento, ni en su comportamiento en el poder, y menos en sus reflejos jacobinos que inexplicablemente lo llevan a mirar siempre hacia atrás. Ya han mostrado sobradamente lo que saben hacer bien y lo que definitivamente hacen mal. Por tanto pareciera que no tienen nada nuevo que mostrar. ¿Cuál la razón entonces para quedarse y cuál para reelegirlos? Al contrario: yo visualizo la Bolivia que viene como un país humanamente joven, que quiere mirar maduramente hacia adelante con una democracia moderna, asentada en valores nacionales unificadores del conjunto y que, sin conflictos mayores, logre proyectarse como protagonista serio en el mundo global del siglo XXI. Es una Bolivia hastiada de la confrontación interna, que no soporta más el maltrato que nos damos entre bolivianos y que, por tanto, espera una representación política renovada, con un nuevo sistema plural de partidos políticos, igualmente maduros, que miren hacia adelante liberados del retrovisor del pasado.

En ese contexto, un intento de reelección del presidente Morales se mostraría como forzado por innecesaria. Más como un intento conservador de prolongar un pasado reciente, sin condiciones de proyectar y administrar lo nuevo que viene y que la gente ansia y espera.

GL: Los bolivianos pensamos que las autonomías regionales acercan la decisión política y administrativa a la sociedad, porque ya no hace falta (no debería) viajar a La Paz para construir un puente en Tarija, por ejemplo. Pero queda la sensación de que las autonomías están recortadas en varios aspectos por un Estado aún centralista. ¿Esa medida de recorte o limitación se debe a peligros inminentes de desmembramiento territorial? O, más bien: ¿son astucias políticas para no regalar poder a nadie?

JPZ: En realidad el sistema de autonomías está a medio camino. Su implementación real y sin subterfugios será la mejor garantía de cohesión nacional. Sólo los que administran lo local cercano, que es suyo, están en condiciones de comprender que los otros también lo hagan y a defender, por tanto, la totalidad percibida como patrimonio del conjunto. De proseguir el gobierno con su actual política de retaceos autonómicos no hará otra cosa que desnudar ante el país su conservadurismo. El siglo XXI será el siglo de la mayor desconcentración del poder en la historia de la humanidad, como el mejor mecanismo de modernidad democrática, representativa y participativa, de convivencia pacífica entre los diversos y como el sistema, finalmente encontrado, para garantizar el progreso sostenido y la mayor calidad de vida de los ciudadanos y sus comunidades. Lo “glocal” es lo que viene inconteniblemente: Globales y locales al mismo tiempo.

GL: Las democracias modernas, aquellas que buscan realizar o satisfacer la mayor libertad del individuo, consolidan un sistema de partidos políticos y agrupaciones ciudadanas. Con esa medida garantizan que todos puedan participar en contiendas electorales llevando su voz. Cuando a cambio de aquello se busca el partido único, la sociedad corre el riesgo de generar violencia, inclusive guerrilla, porque el individuo no encuentra cómo hacerse escuchar a plenitud. ¿El gobierno actual entiende de esa necesidad? ¿Hay muestras suyas en ese sentido o, más bien, en el otro?

JPZ: Lamentablemente parece que no la entiende y las muestras indican que si la entiende no la comparte, en línea con el concepto de ejercicio del poder que ha demostrado hasta el momento. Uno de los grandes avances de la humanidad en este siglo es el rechazo al pensamiento único, trátese de política, sociedad, economía, religión o cultura. Todos los partidos únicos están evolucionando como en Taiwán, China, Rusia, Cuba o Vietnam, entre otros, o haciéndose trisas como en el Magreb y el mundo árabe. Lo notable es que está sucediendo el mismo fenómeno en Europa con el diseño de fronteras ideológicas internas en los partidos e incluso más allá de ellos en la búsqueda, desde la sociedad, de nuevos referentes en el accionar cívico y político, como lo demanda hoy la juventud española, por ejemplo. De igual manera, en los Estados Unidos de Norteamérica, en los que sus dos partidos, prácticamente únicos, están dando espacios a la disidencia y a la conformación de bloques intra y extra partidarios para una mayor representatividad interna y externa.

Pienso que el gobierno tiene aún el tiempo necesario para ponerse a tono con el mundo y con las necesidades de diversidad que el país le exige. A estas alturas de lo vivido, Bolivia -y particularmente su juventud- están esperando un nuevo sistema moderno y pluralista de partidos. En su devenir, el país ha tenido tres generaciones de partidos políticos. Conservadores y Liberales a fines del siglo XIX y comienzos del XX, la primera. Los que surgieron en el contexto de la Guerra del Chaco y la Revolución Nacional del 52, la segunda. Y los que se organizan en la lucha por la democracia, su instauración y desarrollo hasta el presente, la tercera. Las condiciones están dadas para el surgimiento de la cuarta generación que protagonice la Bolivia madura y global del siglo XXI, con una democracia y ciudadanía maduras y con partidos políticos igualmente maduros que les correspondan. La reforma partidaria está pendiente. El MÁS se ha quedado en la simple descalificación política del pasado. No ha demostrado representar un nuevo comportamiento ni voluntad de renovación, hasta el extremo, por el contrario, de superar en muchos aspectos los vicios de los así llamados partidos tradicionales. El desafío político está por tanto en mesa: “Desalienar y descorromper”.

GL: Pasado un primer entusiasmo, la mirada extranjera se ha vuelto analítica respecto a nuestro “proceso de cambio”. Algunas voces, en otros idiomas, indican que la vanguardia del proceso ha quedado atrapada en el Palacio Quemado, en manos de colaboradores de ideología radical. Otras voces, por supuesto, lo apoyan de manera manifiesta. ¿Cuál es la percepción que tienen los europeos de nuestra Bolivia actual? Porque me imagino que la percepción norteamericana es de rechazo…

JPZ: En realidad más rechazo tuvieron, en su momento, el MIR y su liderato de parte norteamericana, llegando incluso al montaje -con la colaboración del gobierno boliviano de entonces- de los mal llamados narco-vínculos que constituyó una lamentable interferencia política con consecuencias negativas para el devenir de la democracia boliviana. En descargo debo admitir que, cuando los Estados Unidos se dieron cuenta del error, tuvieron la dignidad de reconocerlo. Hoy constato un trato muy cuidadoso y condescendiente, sin precedentes en la política norteamericana, hacia el gobierno del MÁS y las actitudes personales del presidente Morales. En Europa sucede un fenómeno particular. De la visión que se tiene y que nosotros nos hemos encargado de darla desde siempre de Bolivia, como país de indios, pareció normal -e incluso plausible y un avance democrático- que surgiera un indio o alguien que se mostraba como tal en la presidencia. Pero en casi seis años, la visión ha cambiado en la comprensión de lo que realmente representa el presidente Morales y su gobierno, salvo, claro está, en grupos radicales altermundistas que aún lo aplauden. Me parece que esperan pueda producirse una evolución positiva. Sin embargo se empiezan a dar hechos que encienden las luces rojas, como por ejemplo la decisión de Holanda, país de colaboración directa en proyectos de desarrollo sobre el terreno y desde la base con los movimientos sociales, de cerrar su embajada en La Paz, así como de otros países preocupados por el hecho de que el narcotráfico proveniente de Bolivia empieza a inundar Europa.

GL: En Bolivia se tiene el sentimiento de que Chile juega con nuestra aspiración de retorno al mar. Al mismo tiempo, la apuesta del presidente Morales fue de persuasión y sensibilización en los centros generadores de opinión de esa sociedad, pero pasado el tiempo estamos en lo mismo. ¿Es eso cierto? ¿No hemos avanzado nada oficialmente? Y, en su caso, ¿qué debería hacerse?

JPZ: Creo que los últimos acontecimientos son una respuesta suficiente de lo que pasa al respecto. Sigo pensando que lo mejor es estar presentes en el mar ejerciendo nuestra cualidad marítima. Ahí está Ilo por cien años renovables. Pongamos un pié en Ilo para poder luego colocar el otro, en mejores condiciones de negociación y acuerdos, en el lugar que nos corresponde.

GL: ¿Cuántas Bolivias has visto en tu vida, Jaime? Y, ¿con cuál de ellas te quedarías?

JPZ: Políticamente he visto y vivido dos Bolivias. Me quedo con la que tengo y he colaborado a construir: la Bolivia democrática.

La otra Bolivia, la del sistema político del golpismo civil-militar institucionalizado y mantenido desde los inicios de la Republica como el modelo político boliviano, creo que se ha quedado en el pasado definitivamente. Menos mal, sino qué habríamos hecho en pleno siglo XXI entrando y saliendo del palacio de gobierno a tiros y sin un destino nacional… ¿Estaríamos como Sudam? ¿Costa de Marfil? ¿Myanmar? ¿O tal vez como el Magreb africano? ¿O como Siria, Yemen, Bahréin en el Medio Oriente?… Menos mal que lo definimos en el siglo XX. Por eso pienso que la mayor reforma estructural de Bolivia en los últimos treinta años fue la instauración de la democracia que produjo un cambio de época en nuestra historia y nos dio viabilidad nacional e internacional como país.

Tarija, El Picacho, mayo de 2011