El propio presidente Evo Morales acaba de reconocer púbicamente que su gobierno realiza escuchas telefónicas a disidentes, al acusar a los dirigentes indígenas del TIPNIS de haberse comunicado -supuestamente- con la Embajada de Estados Unidos.
Más importante que la acusación es la confesión presidencial, sobre un asunto que, en Colombia, le ha costado un proceso judicial al ex presidente Álvaro Uribe.
Aquí, en Bolivia, existe la confesión de partes de Morales, elemento a tener en cuenta para el día en que la justicia boliviana recobre su independencia.
Enésima confesión de partes, en realidad, de que estamos no sólo ante un sistema telefónico pinchado por el “Gran Hermano” estatal, sino ante toda una democracia pinchada por una serie de procedimientos que la falsean y desnaturalizan.
Desde los métodos de multiplicación de identidad de votantes hasta la persecución a la prensa, pasando por el mal llamado “voto comunitario” y la movilización de milicias sindicales, sin olvidar la defenestración de autoridades opositoras electas, en los últimos años hemos sido testigos del despliegue de un menú antidemocrático que busca la consolidación de un partido hegemónico, que posiblemente aspire a la condición de partido único.
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Democracia sin república la de Bolivia, donde se reiteran procesos de consulta popular pero sin las garantías de la independencia del Órgano Electoral, y donde prácticamente se han desvanecido la independencia de poderes, el control de constitucionalidad y la más mínima noción del check and balance, los contrapesos que hacen a la esencia de un país libre.
De manera que la ley ya no está por encima de los gobernantes, como corresponde a todo sistema republicano, sino que los hombres en el poder están por encima de la ley y proclaman sin vergüenza su capacidad de actuar por encima de las normas para luego adecuarlas a sus instructivas (“le metemos nomás y que lo arreglen los abogados”).
Democracia pinchada que pudo engañar a muchos durante varios años, pero que hoy aparece casi sin máscaras, salvo para los ciegos de espíritu que se niegan a ver lo evidente…