Los ministros del ecocidio


CELULAR Años atrás, fueron líderes sindicales o asesores ligados al movimiento indígena de tierras bajas. Después, se volvieron parte de la embestida para conquistar el poder total. Y el poder los conquistó totalmente.

Ahora, su triste papel es representar los intereses de la burocracia gobernante, aún a costa de manipular y descalificar a sus ex aliados.

Como bien enseñó el politólogo Maurice Duverger, la burocracia genera una lógica de poder en función de sus propios intereses. Lógica que, agregamos nosotros, tiende a apartarse y volverse autónoma (o directamente divergente) de los orígenes sociales de los burócratas.



De esa manera, los altos funcionarios acaban defendiendo lo indefendible y practicando el maquiavelismo más descarado, amparados bajo una supuesta “razón de Estado” que no es otra cosa, en realidad, que una cobertura para sus ambiciones de perpetuación en el poder administrativo de la nación.

Triste papel, decíamos, el encarnado por personajes como Walter Delgadillo o Carlos Romero, ahora convertidos en los ministros del ecocidio.

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Encargados, por una parte, de la ofensiva mediática contra los indígenas que defienden el TIPNIS y por otra, de confundir y entrampar a como dé lugar a los marchistas en las negociaciones.

Ni la transparencia ni la credibilidad son parte de su repertorio, por lo cual pueden cambiar su discurso de un día para el otro. Entonces, si hoy conviene decir que “no hay un diseño” para la carretera se lo dirá, o por qué no, se afirmará lisa y llanamente que la misma “no pasará por el TIPNIS”.

Creen a pies juntillas aquello de que “el fin justifica a los medios” y por esa vía terminan por convertir a las personas en medios para sus propios fines.

Pero son parte de una mascarada que se derrumba y la verdad, finalmente, no les dejará un lugar positivo en la historia…

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