En la clásica novela de terror de Mary Shelley, Frankenstein o el moderno Prometeo, se describe la creación de un ser artificial a partir de la sumatoria de partes de distintos cuerpos (incluyendo el corazón de un asesino), monstruo que finalmente acaba destruyendo a su inventor.
No hay mejor metáfora para precisar lo que ha estado sucediendo en Bolivia, respecto a la relación entre ciertas redes de ONGs y el proyecto político evista.
Durante años, estas organizaciones impulsaron con financiamiento internacional la creación de un “proyecto Frankenstein”, un artificio donde se mezclaban el neoestatismo, populismo, etnonacionalismo, antiliberalismo, indigenismo instrumental y seudo-ecologismo.
Ya en sus primeros pasos, como en la novela decimonónica, la criatura fue dejando una estela de violencia y destrucción, quizás porque en su corazón estaba la coca del Chapare.
Por último, el proyecto-monstruo se ha vuelto contra sus creadores, a los que acusa de desestabilizarlo en el caso TIPNIS, mientras anuncia una investigación parlamentaria a las ONGs.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
Los inventores de Frankenstein lucen preocupados o decepcionados y hablan de “reconducir” los pasos de la criatura, que ya se prepara a apretarles el cuello.
Al monstruo en cuestión bien puede aplicarse la frase de Goethe: “No hay nada más terrorífico que la ignorancia en acción”…