Nada detiene al narcotráfico

image Mario Rueda Peña * en El Deber

Actualmente, los principales mercados de la cocaína son los países altamente desarrollados de América y Europa. La droga va también a Asia, donde tiene que vérselas, sin embargo, con estupefacientes nativos u ‘originarios’ que le hacen competencia. Ascienden progresivamente los índices de consumo de la droga blanca en España, Alemania, Inglaterra, Francia, Suecia, Holanda y Dinamarca.

En lo que respecta a los países europeos, el gran contrabando de cocaína se ajusta a una ruta que, partiendo de las naciones productoras, recorre territorios nacionales de tránsito y arriba casi siempre a costas del Mediterráneo, donde se hallan instaladas bien organizadas gavillas del narcotráfico articuladas a las grandes mafias, que desde México y Colombia controlan el rentable negocio.



En México, sobre todo en estados limítrofes con EEUU, tales mafias se hallan estructuradas sobre sólidas bases económico-financieras que sostienen bandas armadas. En algunos casos, estos grupos irregulares logran infiltrarse, incluso, en las fuerzas policiales. Se imponen a tiro limpio, ajusticiando a gente que les estorbe en sus operaciones. Crean así un ambiente de terror que les ayuda a controlar territorios, anulando al Estado.

En Colombia, la insurgencia guerrillera, arma en mano, sirve al narcotráfico a cambio de jugosos dividendos. Aquélla le protege para que contrabandee, sin riesgo alguno, al Caribe y México, primero, y luego a España, la droga que allí se produce o la que proviene de Perú y Bolivia. Entre nosotros se expanden los cultivos ilegales de coca y hay redes que utilizando tecnología punta fabrican droga en casi todas las regiones del país.

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Es obvia la interconexión de los mafiosos de México con los de Colombia y del sur de Europa. Forman una red mundial cuyas ramificaciones llegan también a los países productores, donde ya no hay ‘reyes de la cocaína’, como antes, sino una multitud de intermediarios (que generalmente conforman redes familiares) entre los productores de coca, primero, los dedicados a la producción de cocaína, después, y, por último, los que tienen a su cargo el contrabando del estupefaciente, en cantidades que oscilan entre 10 y 30 toneladas. Dirigen el tráfago menor (de medio a 10 kilos) gavillas pequeñas que se valen de ‘mulas’ que ocultan en su cuerpo la droga o la ingieren para entregarla al destinatario en algún aeropuerto del exterior.

Así las cosas se hace difícil desbaratar a las transnacionales del narcotráfico y a los grupos menores dedicados a tan infame negocio. Las cifras indicativas del auge de la actividad ilícita en los países productores y del consumo en las naciones que reciben la droga acreditan el fracaso de las políticas que a escala nacional y bilateral se ejecutan para acabar con el mal.

¿Cuál es la solución alternativa? Ni siquiera está ya en debate, como antes, la legalización de la droga, para que su precio baje en picada y la coca de Colombia, Perú y Bolivia, por una drástica disminución de la demanda, termine valiendo casi nada, contingencia que puede inducir a los cocaleros a dedicarse al cultivo de cualquier producto, menos a la coca.

* Columnista