Incendios. 12 millones de ha se hacen humo en la oriental Santa Cruz

Chaqueos. El seguimiento de los focos de calor realizado por la Gobernación determinó que hay cuatro ejes de quemas: Choré, Guayaros, la Chiquitania y la carretera bioceánica.

image Niebla. Así se ve la ciudad en los peores días de la contaminación por quema. Los cruceños inhalan un equivalente a un incendio forestal de 13.000 ha por día



Pablo Ortiz, EL DEBER

Incendios. 12 millones de ha se hacen humo

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Imagine que casi la mitad de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra se incendia todos los años durante tres meses. Imagine que usted está expuesto a ese humo durante diez años. Multiplique por cuatro todo eso y sabrá lo que ha estado respirando el país. Un seguimiento a los focos de calor entre 2000 y 2011 realizado por la Gobernación de Santa Cruz revela que solo en el departamento ardieron más de 12 millones de hectáreas (ha). Eso da un promedio de 3.287 ha al día. Las quemas se realizan entre agosto y octubre. Entonces, los cruceños hemos estado expuestos al humo de incendios de 13.150 ha a diario en dichos meses durante la última década.

Las fotografías de quemas superpuestas hacen ver al mapa cruceño como si tuviera sarampión, lleno de puntos rojos. Sin embargo, eso no significa que la frontera agrícola hubiera crecido en 12 millones de ha. Según explica Edilberto Osinaga, de la Cámara Agropecuaria del Oriente, Santa Cruz tiene un área cultivada de 2 millones de ha. A eso hay que sumarle un millón de ha de pasturas para el ganado. En 2000, lo sembrado era de 1,2 millones de ha. En realidad, lo que muestra la fotografía es una historia del sistema productivo cruceño, que utiliza la quema como elemento regenerador y de limpieza de plagas. Un mismo predio pudo arder varias veces en los últimos 10 años: la ‘locomotora del progreso’ funciona a leña.

“Tenemos un sistema meramente desarrollista: mientras más siembro, más voy a cosechar, voy a obtener más lucro y la locomotora sigue avanzando. Lo que debemos preguntarnos es a qué precio”, dice Manlio Roca, secretario de Desarrollo Sostenible de la Gobernación de Santa Cruz.

Ese ‘precio’, de momento, cubre la seguridad alimentaria. La ‘locomotora’, es decir la agroindustria, produce alimentos para el 70% del país. Además, tres de cada diez vacas que hay en Bolivia nacieron en Santa Cruz y es probable que varias de las cinco que nacen en Beni terminen de crecer y mueran en este departamento.

Es por eso que, en la cumbre contra el fuego realizada el 9 de septiembre, Clíver Rocha, director de la Autoridad de Bosques y Tierra (ABT), pidió que no se ponga como pretexto la seguridad alimentaria si comienza a meter a la cárcel a los que ahuman ‘el cielo más puro de América’. Rocha tiene un arsenal de leyes y reglamentaciones para multar, revertir los predios y encarcelar a quienes queman. Él no lo admite, pero tiene las manos atadas. Cada vez que intenta usar su artillería hacen que guarde las armas, y lo acusan de poner en riesgo la seguridad alimentaria. Esta semana, varios sectores presionaron al Gobierno para que sea destituido.

“Los responsables de 2,5 millones de ha de desmontes en los diez últimos años y los que quemaron más de 4 millones de hectáreas al año, amenazan y chantajean para impedir que la justicia actúe”, se queja Rocha.

La ABT no se libra de las críticas. Juan León, director de Desarrollo Económico de San Julián, dice que el 60% de su municipio ardió y no encontró a alguien de la ABT para coordinar.

El pedido es general y la burocracia, enorme. A los productores que se acercan a la ventanilla de la ABT para informarse sobre permisos de desmonte les explican que si es menor a cinco hectáreas el permiso sale en una semana. Si es mayor, puede tardar hasta seis meses.

Cuando se pregunta ¿quién quema?, todos apuntan al de al lado. Franklin Moreno, representante de los campesinos cruceños, pidió a Rocha que encierre también a los grandes quemadores, no solo a los pequeños. Otros campesinos que asistieron a la cumbre acusaron al colonizador recién llegado del altiplano o de los valles. Dijeron que al no tener conocimientos, no hacen contrafuego o queman cerca del monte y provocan incendios forestales.

Fernando Menacho, vicepresidente de la Federación de Ganaderos de Santa Cruz, dijo que su sector es afectado por los incendios y que ellos no los provocan, porque la mayoría de los potreros son de pasto cultivado. Explica que el ganadero mediano y grande no chaquea a mano, sino con máquina porque es más barato ($us 350 con máquina y $us 400 a mano).

Osinaga añadió que por lo menos el sector soyero, que es más de la mitad de la superficie de siembra de Santa Cruz, tampoco quema, ya que practica la siembra directa. Sin embargo, admite que hay otros sectores que necesitan del fuego. Uno de ellos es el cañero, que por más que tenga maquinaria necesita quemar para facilitar el corte y controlar las plagas en el terreno. Lo mismo sucede con algunas pasturas naturales.

Para Roca, el desmonte a mano o con máquina causa el mismo daño. “Cien personas que chaqueen diez hectáreas suman las 1.000 desmontadas a máquina. Y todo al final arde”, dice. Pero si todo al final termina en la hoguera, ¿se puede acabar con el problema?

Sí, pero se necesitan recursos y voluntades trabajando al unísono. Por ejemplo, superponiendo los focos de calor se puede saber qué zonas ardieron más de una vez y a partir de ello trabajar con esas regiones para que superen dichas prácticas. En la cumbre contra el fuego pidieron capacitar en chaqueo a los pequeños productores, pero el trabajo debe hacerse en las comunidades. Otra forma, dice Roca, es convertir en abono el desmonte.

No será fácil. Imagine un bosque 10 veces el tamaño de la capital cruceña (300.000 ha). Imagine que corta todos los árboles y forma una montaña de troncos, ramas y hojas. Ahora imagínese la maquinaria y la montaña de dólares que se necesitaría para convertir todo eso en abono. Hasta ahora es más práctico y barato tirarle un  fósforo y mirar hacia otro lado.

     Definiciones  

Chaqueo. Cortar los árboles de una superficie de terreno para habilitarla para cultivo. Por lo general se realiza a mano y todo el terreno es arrasado por el fuego. Los árboles se cortan en abril o mayo y secan hasta agosto u octubre antes de arder.

Desmonte. Corte de una superficie de monte utilizando maquinaria pesada.

Cordón. Resto de árboles y otra materia vegetal que se acumula en el terreno después de un desmonte. Se espera a que seque y después se la quema.

Quema de pastizales. Por lo general se utiliza solo para pasturas naturales. Se la practica en las pampas cercanas al pantanal. Los potreros con pasto sembrado desechan esta práctica.

Siembra directa. Es un sistema que deja sobre la superficie del suelo el rastrojo del cultivo anterior. No se quema ni se hace un gran movimiento de tierra.

Huella ecológica. Mide la demanda humana que se hace de los ecosistemas del planeta poniéndola en relación con la capacidad ecológica de la Tierra de regenerar sus recursos.

Como los ‘gringos’, pero sin industrias

El humo es lo único que acerca a Bolivia, Estados Unidos y Europa. Nuestra huella ecológica, lo que contaminamos, se multiplica debido a los incendios que provocamos para producir. Sin contar las quemas, un ciudadano boliviano produce al año 0,8 toneladas de dióxido de carbono. Eso, incluso en el contexto sudamericano, es bajo. Los brasileños, argentinos y chilenos producen un promedio de 2,5 tn de CO2, debido al mayor grado de industrialización del país.

Según Manlio Roca, director de Desarrollo Sostenible de la Gobernación, con la quema de las 300.000 hectáreas de bosque que se desmontan cada año y los chaqueos, nuestra huella ecológica llega a 11 tn/año, muy cerca de la huella europea o de EEUU, pero sin los beneficios de ser países altamente industrializados.

Mucho más tangible que la huella ecológica es el rastro de las quemas. La cartografía del fuego de estos 10 años muestra que hay cuatro ejes de quemas: la zona cercana a la Reserva Forestal Choré (Yapacaní y Santa Rosa), la región circundante a la Reserva Forestal Guarayos (núcleos de San Julián que avanzan hacia El Puente y Yaguarú), el bosque chiquitano (desde San Javier hasta la zona del parque Noel Kempff, en San Ignacio) y el eje de la carretera bioceánica (en el límite entre el bosque chiquitano, Chaco y Pantanal).

Daniel Larrea, de la Fundación Amigos de la Naturaleza, explica que han generado un mapa que cruza los focos de calor con el de riqueza de flora y fauna del país y las quemas afectan principalmente a estos reservorios de vida silvestre.

Larrea explica que el fuego descontrolado afecta a los animales más vulnerables, generalmente las crías y los viejos, mientras que los animales jóvenes y sanos se ven obligados a migrar, a veces para no volver a esos territorios. En la flora, algunas especies chiquitanas (las semillas ‘voladoras’) se han adaptado mejor al fuego.

Roca añade que el fuego, a la larga, no es buen negocio, ya que quema la capa vegetal del suelo, lo endurece y evapora nutrientes. Con todo ello, esa imagen de país biológicamente diverso, campeón mundial del bosque certificado y defensor de los derechos de la madre tierra, se empaña cada vez más por el humo.

    Las cifras 

0.8 tn

Es la cantidad de dióxido de carbono (CO2) que libera en un año cada boliviano a la atmósfera.

13 tn

es el volumen promedio que cada ciudadano de país altamente industrializado libera a la atmósfera.

11 tn

las quemas y los incendios suben nuestro promedio en 10,2 toneladas, cerca de los industrializados

300.000

hectáreas de bosques desaparecen anualmente de Bolivia. Es 10 veces la superficie de la ciudad.