“Me dicen masacrador”


EVO WHIPALA “No hay de qué preocuparse”, dice Evo Morales, “en la década del ´90 a mi me acusaron de asesino, ahora nos dicen masacrador”.

Nada de qué preocuparse, afirma el presidente, y sus palabras suenan como la música de aquella orquesta que seguía tocando mientras el Titanic se hundía.

Lo cierto es que el mandatario parece estar fuera de la realidad y sus discursos han pasado de bufonescos a autodestructivos.



Después de ensayar el lavado de manos con su histórico “yo no fui” el malestar ciudadano siguió creciendo, así que el presidente no tuvo más remedio que lanzar un tibio pedido de perdón, poco creíble por su actitud soberbia y por la carencia de arrepentimiento sincero.

Como esto tampoco funcionó, Evo volvió a su estilo habitual: la retórica incendiaria y confrontacional, ahora centrada en atacar a los medios de comunicación.

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Junto a este retorno a la violencia verbal podría darse también un regreso a la violencia física, con la “contramarcha” anunciada por el presidente para el día 12, con la que pretende movilizar a los cultivadores de coca-para-cocaína en contra de los indígenas.

Al mismo tiempo, se sabe que el gobierno baraja entre sus opciones la declaratoria de un Estado de Sitio, medida extrema con la que buscaría desactivar la ola de protestas en todo el país.

Nos atrevemos a pronosticar que, de darse tal paso, lejos de desmovilizar a la ciudadanía se lograría un efecto boomerang, potenciando la indignación nacional.

El repudio a la violencia contra los indígenas, al avasallamiento cocalero del TIPNIS y a los posibles negociados con la OAS configura una especie de “gasolinazo moral”, del cual el régimen no logra hacer una correcta lectura, presa como sigue de una borrachera de poder que ya no tiene asidero en la realidad…

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