Nosotros


Juan Carlos Antelo Salmón

CRUZ ¿Cómo volver a reafirmar nuestra identidad si ya no somos lo que quisimos ser? ¿Cómo convivir respetando y alternando con los otros cruceños nuestro futuro? ¿Cómo luchar juntos para destruir aquello que nos oprime, si no es asumiéndonos cómo somos? Porque una identidad basada en la negación del otro, siempre será una identidad postergada.

La fuerte ideologización de lo institucional, lo corporativo y la lógica de enfrentamiento entre nosotros, significó la negación del otro, pues de adversario pasó a ser enemigo y lo peor desde adentro. Esto se convirtió en una crisis de, para y en contra de nosotros mismos.



Porque en el laboratorio mental del cruceño, su química y en su imaginario sucedieron muchas turbulencias, ambigüedades, restricciones, intolerancias y metamorfosis. En este laboratorio, lo cruceño (nosotros) pasó a ser un pasado y un futuro sin memoria y sin memoria no es posible construir una nueva historia.

Porque la historia pasada construida con flujos y reflujos en la búsqueda de la conformación de una utopía ciudadana de lo cruceño, dejó muchas llagas y heridas abiertas que bien pueden representar las libertades que nos faltan, además que nunca se puede llegar tan lejos cuando no se sabe cómo y por donde se camina y el fracaso llega cuando no se puede concebir una idea clara de lo que se quería.

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Porque en la naturaleza de los hombres no hay nada imposible, sobre todo cuando se propone destruirse a sí mismo y nosotros nos encargamos de juntar todos nuestros errores y creamos un monstruo al que llaman destino, pero la historia no permite ni tolera fracasos.

El peso tremendo de una identidad y una cultura sobre las espaldas, con el tiempo que corre y que tiene que ser diferente, hace necesario un nuevo espacio en formación. ¿Cómo podremos prever nuestro destino y encontrar una visión clara de a dónde y cómo se quiere llegar?

La imposibilidad de nosotros y la falta de respuesta a esta pregunta, conlleva a la gestación y a la constatación de que lo cruceño sin deliberación participativa, sin acuerdos no pactos y lo peor sin unión nos pueda conducir al gobierno de los diablos o de los brutos. ¿Cómo volver a reafirmar nuestra forma de ser si ya no somos lo que quisimos ser?, si no es asumiendo como somos y sintiendo la realidad que estamos viviendo, pero sin dejar de soñar.

Todavía lo cruceño (nosotros) tenemos fantasmas que aun nos recorren: tenemos muchas historias truncadas, integración mutilada y participación sesgada. Obviamente estas fisuras no bastan para explicar nuestro fracaso, pero sin su comprensión de esta diferencia y de las diferencias dentro de nosotros, difícil será que podamos deducir de nuestra identidad un proyecto con futuro.

Mientras se imponga una irracionalidad basada en la negación del otro, no se podrá imponer el vínculo social de reciprocidad: el distinto, es decir el otro, quedará desvalorizado, satanizado, reprimido o silenciado.

Nosotros (lo cruceño y los cruceños) lucimos hoy extraviados, sin paradigmas (ejemplos), con un norte difuso y muchos manteniéndose solo de pie, por conveniencias. Vivimos entonces presos y con grilletes por nuestra conformidad, acomodamiento e indiferencia y no somos capaces de generar respuestas por el temor y la inercia provocada por nosotros mismos.

Qué poco cuesta crear castillos en el aire y qué cara resulta su destrucción, es por esta razón que hace mucho tiempo que me encuentro buscando con lupa lo cruceño y a los cruceños (nosotros) y a veces temo no encontrarlo y cuando lo encuentro temo no reconocerlo.

Este desencanto y pesadumbre hace que todo lo que diga y escriba sean un producto de mi cabeza, salen por mi corazón pero también salen por mis tripas y cuando llego a la terrible conclusión de que existe un dios en la insensatez y en la ceguera de cada cruceño (nosotros) de verdad siento mucha pena.

Un cruceño decepcionado.