El no poder estar con sus amigos y hasta la propia presencia permanente de sus padres en casa les afecta.
El coronavirus no discrimina y si bien la franja etaria más comprometida es la de la tercera edad, los adolescentes también padecen las dificultades que acarrea la pandemia. Y sufren la cuarentena obligatoria, a pesar de que es una medida imprescindible para frenar un ritmo acelerado de contagios. En la adolescencia es cuando los seres humanos tienen mayor necesidad de salir por lo que significa el cambio a esa etapa de la vida. Pero de pronto, el enemigo invisible les impide ver a sus novios/as, ni hablar de pensar en la posibilidad de bailar hasta altas horas de la noche en un boliche o de fortalecer el cuerpo -tan explorado en la pubertad- en un gimnasio.
A esto se le puede sumar la falta de privacidad que experimentan porque los padres están todo el tiempo en el hogar. Para conocer más de todos estos temas que hacen a la vida adolescente en este difícil contexto, tres profesionales especialistas en adolescencia en Argentina respondieron a seis preguntas: la psiquiatra infantojuvenil y psicoanalista Sara Cohen; el licenciado en Psicología y Magíster en Clínica Psicoanalítica Guillermo López, también responsable y admisor del Equipo de Adolescentes de Pausa, y la doctora en Psicología Liliana Szapiro, también profesora de la Facultad de Psicología de la UBA.
¿Qué tipo de problemáticas puede producir el encierro prolongado en los adolescentes? ¿Es posible que el encierro pueda generar situaciones de desesperación o ansiedad extrema?
Sara Cohen: No todos los adolescentes tienen los mismos recursos psicológicos, ni el mismo medio familiar. En ese sentido, podemos llevarnos sorpresas al respecto: hay pacientes en los que hasta disminuyó su propia desesperación frente al peligro externo que se anuncia por todos lados. Con esto quiero hacer hincapié en que no son muy buenas las generalizaciones a la hora de aproximarse a lo que le acontece a un paciente. Por lo que he observado hasta ahora, depende mucho del medio familiar que tenga y de la circunstancia específica que atraviesa cada joven, dado que muchos no conviven con ambos padres, y se generan algunas situaciones que pueden reavivar viejos conflictos respecto de situaciones familiares. A muchos adolescentes, el medio escolar y la relación con sus amigos les permiten sobrellevar muchas situaciones difíciles del medio familiar. Además, hay que subrayar que siempre en la adolescencia es fundamental la experiencia progresiva de salida del medio endogámico, y esto requiere de la autonomía que va adquiriendo el joven. Es muy obvio que en este momento está coartada.
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Liliana Szapiro: No podemos hablar de todos los adolescentes. Estamos hablando de los de clase de media que no es lo mismo que los chicos que viven en una villa. En principio, en los de clase media, que viven en una casa o un departamento con sus padres, en primer lugar están agobiados por la presencia de sus padres. Lo viven como una hiperpresencia. Hay que recordar que la adolescencia es un momento de la vida en el cual se reconfigura el vínculo con los padres, lo cual no deja de plantear situaciones conflictivas. Los conflictos inherentes a los vínculos entre los padres y los hijos adolescentes se agravan con esta convivencia. Se trata de una hiperpresencia que a los chicos los abruma. Hasta les empieza a molestar el sonido de la voz del otro. Si los adolescentes necesitan, por lo general, poner distancia, guardar secretos respecto a los padres, el estar conviviendo todo el día con ellos genera, en algunos casos, mucha molestia y los comentarios de los mismos son vividos como muy intrusivos. Esta molestia puede traducirse muchas veces en actitudes agresivas que pueden ser vividas después con mucha culpa; como que se sacan y después sienten culpa por esta agresión. Después, hay un gran monto de ansiedad porque los chicos encuentran un lugar en el grupo de pares, pero ahora no pueden ver a sus amigos, no los pueden abrazar. Y eso genera en ellos tristeza y ansiedad. Tratan de compensar esta cuestión chateando hasta altas horas de la noche, pero esto también termina por abrumarlos. El estar todo el tiempo viéndose a través de las pantallas no impide que se sientan solos.
En estos tiempos, muchos adolescentes utilizan las redes sociales de manera casi compulsiva. ¿En estos casos es menos factible que extrañen el “mundo exterior” porque pueden continuar con su mundo de relaciones vía la virtualidad informática como antes de la pandemia?
Guillermo López:-Ahí hay una diferencia a plantear: una cosa es elegir quedarte en tu casa. Y esto me parece que se produce mucho en jóvenes o púberes que tienen inhibiciones o cierta fobia al contacto con otros, que eligen quedarse encerrados, que eligen no salir. Me pasa que muchos púberes tienen dificultad para ir a una reunión o una fiesta, sobre todo en los primeros años, cuando surge la pubertad. Pero otra cosa es que esto sea obligado. También hay un punto en que no se puede generalizar y decir «los adolescentes». Ahí hay que pensar el caso por caso. Lo que sí es clave es que respecto a esta irrupción que es la pubertad, la irrupción del sexo en el cuerpo, los adolescentes siempre están solos. Hay una soledad frente a esto. Y se las arreglan como pueden, a través de sus fantasías, de la relación virtual o real con sus amigos, a través de algún consejo o algún referente adulto, a escondidas de los padres, ocultos un poco de la mirada parental. La cuarentena trastrocó todo esto. Es un tiempo que se detiene y obliga un poco al no contacto físico, Los jóvenes hoy son sorprendidos por la emergencia de lo real del goce en el cuerpo frente al cual no saben cómo responder, no saben qué hacer.
Szapiro:– No es que las pantallas están compensando totalmente. No dejan de sentirse solos. Después de haber estado veinte horas con las pantallas no pueden dormir. Y no es lo mismo la pantalla que el contacto con el cuerpo del otro. Entonces, en algún lugar se intenta compensar pero finalmente igual aparece el sentimiento de soledad, tristeza y la ansiedad. Los chicos necesitan abrazarse, tocarse, saltar, hacer pogo. Por otra parte, hay que pensar que los jóvenes también tienen que hacer tareas cuando tienen Internet. Otro tema es cuando no la tienen, cuando se les acaba la posibilidad de Internet, por ejemplo en las villas. Ese es otro tema. Pero los chicos tienen que hacer tareas, no es lo mismo hacerlas de manera presencial que cuando es a través de Internet. Eso también les genera una ansiedad muy grande porque a través de Zoom no tienen muy claro qué es lo que el profesor espera de ellos. Y esa incertidumbre les genera la autoexigencia y muchas veces resulta paralizante. Hay como una hiperpantalla que finalmente los abruma.
¿Cuáles son las problemáticas más habituales que pudieron observar en los adolescentes a raíz de la pandemia y del aislamiento social?
López:-Trastornos del sueño, desorganización del sueño, angustia, desánimo, tristeza respecto del proyecto del año, como cierto desánimo respecto del futuro, qué van a hacer, «en qué queda todo esto». Pero también, en algunos casos, alivio de tener que salir y contactarse con gente, sobre todo en los casos de inhibición y fobia. En los casos de adicciones, también me llamó la atención cierta pacificación de no tener cómo conseguir estupefacientes y que, de alguna forma, eso se pueda sobrellevar e incluso interrogarse algunas cuestiones respecto de eso. En algunos casos, es una oportunidad de reflexión y de encontrarse con esa soledad, sobre todo en la pubertad. El comienzo de la adolescencia es un momento de extrema soledad. Entonces, es también una oportunidad de reflexión y de preguntarse cuestiones.
¿Cómo observan el tema de la responsabilidad y del cuidado que hay que tener y que permanentemente se hace hincapié para evitar el contagio? ¿El adolescente es menos proclive a los cuidados que los adultos, por ejemplo?
Cohen:-Depende de cada adolescente, algunos se vuelven muy obsesivos con los cuidados, o muy miedosos, porque esto viene a reforzar mecanismos previos; a otros les gusta lanzarse, podrían ponerse en riesgo. Pero el tema importante es que por más que alguien sea joven, también puede padecer el coronavirus que lo convierte en un paciente de riesgo, y eso es a veces difícil de aceptar para un adolescente que tiene muchas ansias de vivir sus experiencias. Es importante no coartar al joven en sus aspiraciones, pero fomentar que se sepa cuidar.
¿Qué rol deben jugar los padres que conviven con sus hijos adolescentes en una situación inédita como la que se está atravesando?
Cohen:-En general, se observa que aquellas familias que aceptan más el disenso y la intimidad en cada uno de sus integrantes son más propicias para que el joven se sienta con derecho para desarrollar algo por su cuenta, o enojarse si algo no le gusta, o mostrarse triste si ese día lo está, porque después de ese día viene otro, y el adolescente que se siente con derechos a manifestarse en su medio familiar va a poder implementar sus propios recursos para sobrellevar el confinamiento.
Szapiro:-Hay que tratar por todos los medios de que conserven su subjetividad, porque tanta pantalla puede resultar arrasadora para la subjetividad. Hay que escucharlos, estimulándolos a la realización de tareas que les gusten. Si es la música, que no pierdan el contacto con la música a través de los proyectos, tratar de sostener que eso se pueda hacer. O pequeñas cositas. Tal vez al joven le gusta cocinar o le gusta el contacto con el sol, que pueda tener su rato de sol. Por otra parte, hay que ayudarlos a ordenarse de manera sutil, no imperativa. Siempre los límites son importantes y tranquilizadores. Eso los ayuda; por más que en algún momento se puedan enojar todo esto es tranquilizador.
¿Estar todo el día con sus padres porque tal vez los adultos no tienen que trabajar o deben hacerlo en la casa puede generar una falta de intimidad o privacidad por parte del hijo o la hija adolescente, que tanto la necesitan en ese período de la vida?
Cohen:-Por supuesto, la privacidad y la intimidad de todos los integrantes de una familia se ven perturbadas en una situación de confinamiento, y el adolescente lo sufre, pero se complica mucho más cuando algunos padres desbordados por estados de angustia, despliegan conductas invasivas que resultan intrusivas para sus hijos en condiciones en las cuales los jóvenes no pueden sustraerse físicamente de ese ámbito de convivencia.
Fuente: Página12