Entre Sirte y el Chapare

Economía de palabras – Humberto Vacaflor Ganam

Muahamar El Gadafi se aferra al poder a pesar de que lo tiene todo perdido.

Prefiere ensangrentar a su país antes que admitir que su liderazgo está acabado, que sus errores son demasiados y que su país no lo necesita.



Este político, y todos los que están en su situación en diferentes latitudes, tendrían que mostrar que algún cariño sienten por sus países y decidir no ensangrentarlos.

Las fuerzas rebeldes de Libia comenzaron como una pequeña marcha de críticos, pero Gadafi los despreció.

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Se burló de las protestas y mandó a sus grupos de matones a flagelarlos. Cuando la marcha creció, él optó por refugiarse en Sirte, su pueblo natal.

Ahora, los rebeldes cubren todo el territorio del país y la causa ha quitado de los ojos del mundo la venda que impedía observar la realidad.

Algunas universidades extranjeras que dieron reconocimientos al tirano ahora están arrepentidas.

Gadafi se presentó como un liberador de su pueblo. Su propósito inicial era poner orden en la industria petrolera, pero alguien le vendió la idea de que podía presumir de ser un líder político internacional.

Entonces optó por vestir ropas ridículas y afirmar que estaba a la cabeza de una revolución diferente, inclasificable, que iba a cambiar Libia para siempre.

Las mieles del poder habían provocado una metamorfosis en el coronel.

No era el presidente de Libia, era “el coronel”, el líder de los pueblos comprendidos en la geografía de su país, pueblos que los extranjeros llaman tribus. Algún inglés dijo que en esa parte del mundo no hay países, sino solamente tribus con banderas.

Gadafi estaba convencido de que la bandera que él eligió para Libia era la madre de todas las banderas, una frase copiada de otro tirano.

Su gobierno ha manejado tan mal la industria petrolera que la producción llegó a ser insuficiente para cumplir con los compromisos de exportación. Y tuvo que importar algunos derivados.

Gadafi tendría que admitir que está acabado. Y debería dejar de ensangrentar a su pueblo.