Entre el abuso y la obsecuencia


Rolando Fernández Medina

ROLANDO Nuevamente la Policía Boliviana es cuestionada. Las nefastas acciones que se llevaron a cabo en Yucumo, en circunstancias en que “intervenían” la marcha pacífica de los indígenas de tierras bajas, pidiendo que se respeten sus derechos establecidos en la CPE, han dado lugar a múltiples reproches de parte de la comunidad boliviana. Esta situación no se había observado ni en las peores dictaduras por las que hemos pasado.

Ahora que vivimos en “democracia”, se debe mantener el “orden público” evitando el uso de la fuerza; es más importante incrementar el debate, la deliberación, la discusión, el diálogo, como reglas para la solución pacifica de los conflictos. Lastimosamente, todo lo acaecido es el resultado de los desaciertos de la “cadena de mando constitucional”, que se origina en la autoridad política, y que bajo órdenes ejecutó un contingente policial, sin medir ni analizar los límites técnicos ni normativos para evitar la desviación del poder, reprimiendo a granel, y sin consideración a niños, mujeres y ancianos.



Por estos hechos, es conveniente recordarle al Mando Policial en particular, y a todos los Policías, que nuestra Magna Institución se creó para amparar la vida de las personas, garantizar sus derechos constitucionales y los derechos humanos, y no para agredirla, esa es una felonía imperdonable. En un Estado de Derecho estamos subordinados a la ley, debemos desechar la sumisión y el servilismo a los partidos políticos de turno, además, la obsecuencia conlleva riesgos, que implican responsabilidades.

La Policía Boliviana es una organización del Estado boliviano, no es patrimonio de los gobierno de turno, por lo tanto no se deben acatar las órdenes que atenten contra nuestros derechos naturales; lo contrario, nos convierte en una amenaza para el pueblo. Nos preguntamos: ¿Cómo podemos deshacernos de este estigma o resabio? En España, han sido prácticos respecto a este dilema; las diferentes policías se han agrupado en un sindicato que les permite la autoprotección contra las arbitrariedades y despropósitos del poder político. Creemos que ya es hora de ponerles coto a estos recurrentes absurdos, que se han dado en todos gobiernos. Analicemos la sindicalización como una posibilidad; tal vez la única, para salvaguardar los principios policiales, fortalecer la democracia y proteger y garantizar los derechos fundamentales de todos los que vivimos en este país, digno de mejores días.

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