Carmen Beatriz Ruiz
Un amigo está haciendo el inventario de los estados de ánimo y posiciones respecto al rechazo a que el tramo dos de la carretera entre Villa Tunari y San Ignacio de Moxos atraviese el Parque Nacional Isiboro Sécure. Su lista parte con indignados y llega hasta embroncados (pero con otro adjetivo más contundente), pasando por tristes, frustrados, engañados, maltratados y un largo etcétera, al que yo ahora quiero añadirle el estado de ánimo general, colectivo y compartido que vive el país: estamos enTIPNados.
Si no fuera por la calda permanente en la que los bolivianos hervimos a fuego lento desde hace años, al menos podría resultar interesante analizar la forma en que llegamos a este nuevo estado, al que, como ven, no sólo le falta la mayúscula y el derecho, sino que parece que también le sobra lo de plurinacional, para no hablar de otras ausencias tan notorias como la democracia, el pluralismo y la tolerancia.
Dos caminos corrieron simultáneamente para que lleguemos a estar enTIPNados. Uno fue el reclamo que los indígenas del Parque comenzaron hace meses, exigiendo la consulta previa y rechazando el tramo dos, amparados en la nueva Constitución. Cuando el silencio frente a sus voces fue atronador, emprendieron la octava Marcha de los Pueblos Indígenas. Otro camino fue el que pavimentó (véase la ironía) el Gobierno, con su prepotencia, primero al negarse a escuchar el reclamo, después a negociar y, finalmente, al intentar detener la marcha. La confrontación entre esas dos vías hizo que el Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS) se volviera un asunto de todo el país. Y esa es su fuerza.
Sin embargo, como suele ocurrir con estos procesos, hay un poco de todo, desde posiciones técnicas y sentimientos apasionados y legítimos, hasta oportunismo previsible y tensiones extrañas. De esa mezcolanza se pueden sacar algunas lecciones positivas. En primer lugar, que en Bolivia todavía somos capaces de asumir temas nacionales de bien común y de defender derechos que, aún pareciendo tan locales y para el ejercicio de otros, nos conmueven y movilizan. En segundo lugar, que el cumplimiento de las leyes todavía nos importa (a la ciudadanía, no al Gobierno), pese a la crisis de valores, el desorden y hasta la anomia que nos envuelve.
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No está demás recordar el fondo y la verdad del asunto, perdidos a ratos en la maraña de intereses y torpezas. La población indígena no ha manifestado en ningún momento que esté en contra de la carretera, sino a que un tramo de ésta atraviese su territorio, que, por lo demás, como bien lo dice su nombre, se trata de un Parque Nacional, y por lo tanto el impedimento no es sólo constitucional, sino que su interés es el de toda la población boliviana. Porque nos importa, porque es justo, legal y legítimo, sigamos defendiendo el TIPNIS.
La Razón – La Paz