Cuesta abajo

Valentín Abecia López

ABECIA Le Pera y Gardel se desgarraron el alma para componer un tangazo que ha quedado como el himno al desamparo y la desesperanza, que pretende reflejar el espíritu del que se lanza, solo en el abandono, cuesta abajo en la rodada, sin conseguir alguien que lo retenga, perdiendo la fe y la entereza, para terminar molido en el abismo de la inconsciencia.

Es la cuesta abajo que le dicen, esa, esa misma que le ha tocado vivir al actual Gobierno, aturdido por los errores y horrores desatados, esa misma que la ha ido construyendo con paciencia y salivita, con soberbia y arrogancia e insolencia, ésa que demuestra una miopía que podría aplicar a mejores causas.



Por ahí se entiende el éxito del paro absoluto de la ciudad de La Paz, tumba de tiranos, el pasado 16 de septiembre, que en el fondo fue una revancha de la clase media ciudadana, que salió oronda a las calles a enseñar su mierda revuelta, su bronca incendiaria, su rabia dormida, por la postergación, por el desprecio, por el olvido.

Es que seis años no pasan en vano, esta nuestra clase media, medio idiota, finalmente ha tenido un resquicio liliputiense de dignidad, para gritar su rebeldía y sacar a flote el coraje que lo tiene guardado para los momentos mayores.

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A todo esto se suma, cómo no, la arremetida, sin el mínimo criterio, de una jauría de galgos entrenados contra los indefensos marchistas por el TIPNIS, claro signo de que algo huele mal en Dinamarca, claro signo de prepotencia, autoritarismo, incontinencia. Si hubo muertos o no, es adjetivo, lo real es que se atropelló la esperanza, se atropelló la vida, se atropelló el orgullo de todos los bolivianos. Lo demás es lo de menos.

Cuesta abajo en la rodada es pedir perdón por los heridos y seguir insistiendo en que la prensa es la culpable del despelote, cuesta abajo en la rodada es echarle la culpa a la política y decir que el próximo 16 de octubre ellos saldrán triunfadores, cuesta abajo en la rodada es revelar que el Gobierno conoce a los culpables, pero que no mostrará la hilacha y no dirá los nombres.

“Si crucé por los caminos /como un paria que el destino / se empeñó en deshacer; / si fui flojo, si fui ciego, / sólo quiero que hoy comprendan / el valor que representa / el coraje de querer”.

La Prensa – La Paz