La “guerra del gas” marcó un punto de inflexión en la política nacional. Tras más de un mes de conflictos sociales y una dura represión que dejó más de 60 muertos, Gonzalo Sánchez de Lozada renunció a la presidencia el 17 de octubre de 2003.
Vecinos alteños desbloquean las calles para que pase una ambulancia. Fue en 2003.
Página Siete / La Paz – 17/10/2011
Hace 8 años, El Alto lideró la movilización que cambió al país
El pedido de libertad del dirigente campesino Edwin Huampo desencadenó en una serie de movilizaciones de varios sectores que en el fondo luchaban por una serie de reivindicaciones de larga data.
La dura represión y una serie de decisiones políticas erradas terminaron por configurar lo que hoy se conoce como la “guerra del gas”, que concluyó el 17 de octubre de 2003 -hace exactamente ocho años- con la renuncia del entonces presidente Gonzalo Sánchez de Lozada.
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En septiembre los campesinos del municipio paceño de Batallas realizaron una marcha pidiendo la liberación de Huampo, detenido por su participación en un acto de justicia comunitaria que concluyó con la muerte de dos presuntos ladrones.
Esa marcha fue el inicio de un conflicto que se extendió por más de un mes y que, tras acopiar una serie de demandas, halló su cenit en el contundente rechazo a la venta de gas a Chile a través de sus puertos.
Además de movilizaciones cada vez más numerosas, con el paso de los días se consolidó un cerrado bloqueo de vías en el altiplano hasta que a fines de septiembre el entonces ministro de Defensa Carlos Sánchez Berzaín encabezó un operativo para sacar de Sorata a turistas extranjeros que estuvieron varios días retenidos.
Aviones, helicópteros de guerra y tropas militares se desplegaron a Warisata, población cercana a Sorata, y en las refriegas llegó la primera víctima, Marlene, una niña de ocho años a la que una bala le atravesó el pecho.“No estaba en mi casa, sólo mi esposa la cuidaba. Cerca de las 16.30 (horas) la escuché gritar pidiendo auxilio. Llegué y mi hija estaba botada en el suelo”, contó desolado Eloy Ramos, su padre. Fue a partir de este hecho que la movilización adquirió matiz de insurgencia en todo el país, pero con gran énfasis en la ciudad de El Alto.
El 9 de octubre, la ciudadanía de El Alto, encabezada por la Federación de Juntas Vecinales, inició un paro indefinido buscando la industrialización del gas y la renuncia de Sánchez de Lozada.
El largo corte de vías dio paso a la escasez de alimentos y combustibles en la sede de Gobierno, y el Ejecutivo se negó sistemáticamente a ceder en las demandas y más bien instruyó la represión ya no sólo a la Policía, sino además a las Fuerzas Armadas.
El 10 de octubre, las calles de El Alto ya estaban convertidas en trincheras y campos de batalla, y se registraron dos muertos y más de 60 heridos.
Al día siguiente, la población alteña tomó la planta de Senkata para evitar la distribución de combustibles. La respuesta fue el gatillazo final que detonó la extrema violencia.
El Gobierno ordenó un intenso operativo para sacar un convoy de camiones cargados con gasolina, diésel y gas, pero la multitud ya estaba decidida a no ceder ni siquiera ante la presencia de uniformados con armas de guerra.
Impulsados por el lema “El Alto de pie, nunca de rodillas”, la gente destrozó las casetas de peaje de la autopista y fue así que se desató la sangrienta lucha final de seis días en los que fallecieron más de 60 personas.
Mientras los alteños combatían, miles de bolivianos se movilizaban en sus regiones y una multitudinaria marcha de campesinos, mineros y otros sectores se encaminó a la sede de Gobierno para pedir la renuncia de Sánchez de Lozada, quien seguía aferrado al mandato con el apoyo de sus aliados Manfred Reyes Villa y Jaime Paz Zamora.
La violencia e incertidumbre crecían cada día y el Gobierno no cedía, pese a que diferentes sectores y clases sociales se unieron a la lucha alteña mediante huelgas de hambre.El 17 de octubre por la mañana, cuando ya no le quedaba apoyo político, popular ni institucional, Sánchez de Lozada se rindió, renunció, dejó el país y Carlos Mesa, que días antes se había desmarcado del Ejecutivo, asumió la presidencia.
“Mi vida cambió desde octubre”
Victoria Aranda Vda. de Claros, a sus 57 años, aún recuerda el dolor que le provocó la herida en su pierna derecha, porque le destrozó parte de la rodilla.Ahora se gana algunos centavos en la calle como limosnera para poder sobrevivir. “Mi vida es negra desde octubre de 2003; antes trabajaba en dos y hasta tres lugares de lavandera, cocinera y otras cosas, pero ahora por mi herida apenas puedo moverme”, manifiesta. Victoria muestra la herida mientras pide algunos centavos.