Economía de palabras – Humberto Vacaflor Ganam
… tan fuertes, yo no sé!,/ golpes como del odio de Dios”.
Estos dos versos podrían hacer que César Vallejo esté agradecido a los dioses, si les pidió en vida que le concedan aquello que Borges puso en uno de los más bellos poemas castellanos: “Pido a mis dioses o a la suma del tiempo/ que mis días merezcan el olvido,/ que mi nombre sea nadie como el de Ulises,/ pero que algún verso perdure en las noches propicias/ o en la mañanas de los hombres”.
Esos dos versos de Vallejo han debido estar retumbando en la memoria de los miembros del gobierno –si alguno los hubiera leído alguna vez- después del golpe que recibieron del electorado el domingo 16. “Hay golpes en la vida, tan fuertes, yo no sé!, golpes como del odio de Dios”.
Pero tampoco es bueno echarle la culpa a Dios, sobre todo en este caso. Estamos ante un golpe que no es cívico ni prefectural, porque no es inventado, pero que ha dolido mucho. Ha sonado como un chicotazo en las nalgas del “déspota”. (Así define ahora a Evo Morales el señor Raúl Prada, quien fuera uno de los redactores masistas de la ya violada nueva constitución).
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Que el mismo electorado que te dio un (ahora dudoso) 64% en 2010, te dé un año y medio después sólo 35% es un reverendo golpe. Que el propio presidente haya pronosticado que su ramillete de aspirantes a jueces iba a recibir 70% y compruebe luego que fue justito la mitad, es para que duela mucho.
En lugar de buscar culpables entre todos los demás, comenzando por los medios de comunicación, el gobierno tendría que hacer un examen de conciencia.
Hay una especie de confusión original entre las causas de este desastre. Los bolivianos eligieron al candidato Morales, pero él creyó que lo eligieron para que siga siendo candidato. Gran confusión. Desde que está en el cargo no ha dejado de actuar como candidato.
Que el vicepresidente se crea el Murdoch boliviano, comprando medios a diestra y siniestra completa el panorama. ¿Entonces, quién gobierna? Aparte de las eficientes decisiones inspiradas en el odio a personas o regiones, no hay nadie que gobierne.
El golpe del domingo 16 es fruto de esos errores. Dios no tiene la culpa.