Al parecer, el gobierno ya está preparando su regalo de fin de año para toda Bolivia: el gasolinazo parte II.
Esto, a juzgar por las declaraciones del presidente Evo Morales, que hoy anunció para el mes de diciembre un “diálogo nacional” donde se planteará el alza del precio interno de los carburantes, así como “la construcción de carreteras”.
Es decir, que el mandatario apuesta por la revancha en dos de sus tres grandes derrotas de los últimos tiempos, para lo cual se estaría diseñando un escenario previsiblemente copado por las -ya pocas- organizaciones sociales afines al régimen, esto es, vinculadas a los intereses del sector cocalero.
En conferencia de prensa, el presidente ha reiterado que es necesario volver a tocar el tema de la subvención a la gasolina, el diesel y otros combustibles. ¿Por qué hacer un anuncio semejante en medio de la profunda crisis política que atraviesa su administración?
La premura sólo puede explicarse por una situación crítica de las finanzas públicas, que contrastaría con el panorama idílico que el gobierno ha intentado vender sobre el “superávit” de la Evonomics.
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Respecto a lo sucedido casi once meses atrás, Evo alega que “Si algún periodista dice gasolinazo se equivoca, fue una nivelación de precios del combustible”.
Un gobierno que se entrega a tales discusiones semánticas y que lanza anuncios de este calibre en medio de una coyuntura de fragilidad extrema sólo puede ser un régimen que ha perdido la capacidad de leer la realidad, incapaz de toda autocrítica, a raíz tal vez de la borrachera de poder vivida poco tiempo atrás.
La historia abunda en este tipo de casos, ligados siempre a alguna variante del despotismo, por más que algunos ejemplos revistan formas democráticas. Pero siempre, cuando los líderes de estos regímenes se han vuelto incapaces de ver la realidad frente a sus ojos, la sociedad civil ha terminado pasándoles una factura que sólo puede pagarse con el desalojo, más o menos apresurado, del poder…