La coartada del gobierno

Armar «conspiraciones» para tapar los abusos y la desenfrenada corrupción estatal.

image Los masistas repudian a los «yanquis» pero aman su moneda

Existe una práctica tan vieja como la política misma. Se trata de generar un conflicto externo para desviar la atención de los problemas internos. No otra cosa significa la expulsión del país de otro funcionario de la embajada de los Estados Unidos en Bolivia, Francisco Martínez.



Ante la dramática corrupción y la crisis económica que ya está comenzando a manifestarse el gobierno de Evo Morales no tuvo mejor idea que imaginarse una oscura conspiración por parte de la CIA, que según las versiones gubernamentales habría llegado a extremos tales de infiltración que habría ocasionado que el antes número dos del MAS, Santos Ramírez, en toda su candidez, incurra en uno de los actos de corrupción más grandes conocidos en la historia de Bolivia.

Es que al partido gobernante y sus estrategas el zapato ya les está apretando demasiado y buscan a tientas la forma de salir de semejante embrollo. Sin embargo hasta ahora no encuentran la fórmula adecuada y los palazos que lanzan a diestra y siniestra lo único que están logrando es que Bolivia vaya acercándose, poco a poco, a la condición de país interdicto, con poca o ninguna credibilidad en el concierto internacional.

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En todos sus viajes al exterior, Evo Morales trata de vender una imagen de “pobre indio discriminado” con resultados cada vez menos exitosos debido a que este tipo de coartadas no pueden ser eternamente sostenidas mientras la corrupción se generaliza y amenaza con destaparse nuevos escándalos en la Administradora Boliviana de Caminos y en el Ministerio de Producción, el primero que estuvo bajo la conducción de Patricia Ballivián y el segundo de Susana Rivero, ambas pertenecientes al círculo más íntimo del “jefazo”.

Tal como se está vislumbrando, el escándalo en ambos casos será de proporciones similares o mayores al desatado en YPFB y la población ya percibe que la tan mentada “revolución democrática y cultural” es tan solo un cliché bajo el cual se oculta el afán de enriquecimiento ilícito de un pequeño entorno que no se caracteriza precisamente por tener escrúpulos.

La crisis económica también ya está comenzando a manifestarse a pesar del “blindaje” tan publicitado por el gobierno. El gobierno quiere evitar el incremento de las tarifas del autotransporte mediante generosos aportes a los bolsillos de dirigentes de este sector pero es evidente que esta práctica no podrá ser eterna.

A esto se suma la crónica falta de garantías debido a que en varias regiones del país nadie esta seguro de que a altas horas de la madrugada un grupo de encapuchados o de “ponchos rojos” no ingresarán a su domicilio y lo desalojarán violentamente usando los argumentos más pueriles.

Ante esta situación queda claro que el gobierno está intentando hilvanar oscuras conspiraciones que llegado el momento le sirvan de coartada. Siempre es bueno tener a la mano a alguien a quien echar la culpa y en este caso los Estados Unidos cae como anillo al dedo.

Pero la estrategia del gobierno lleva aparejada graves consecuencias para Bolivia que no solo perderá importantes mercados y la pérdida de fuentes de trabajo, sino también verá afectada su imagen en el ámbito político de las relaciones internacionales.