La presentación del libro “Evadas”, del escritor Alfredo Rodríguez, fue vetada en el stand de Bolivia en la Feria Internacional del Libro de Chile, a raíz de la intervención de la ministra de culturas Elizabeth Salguero.
El hecho constituye un nuevo intento de censura literaria del régimen evista, algo que ya había procurado hacer el año pasado, cuando el viceministro de descolonización Félix Cárdenas propuso expurgar de la currícula escolar a varios clásicos bolivianos, como Alcides Arguedas, acusándolos de “racistas”.
En el caso de Rodríguez, la actuación inquisitorial de Salguero obligó al autor a retirarse del stand tras las agresiones verbales de la ministra, quien dijo que era “desagradable tenerlo en la feria” y le reclamó por qué no había escrito un libro “con las cosas buenas que ha dicho Evo”, para después expulsarlo del lugar.
La actitud de la ministra merece un par de reflexiones. En primer lugar, constituye un claro acto de censura cultural, ya que asumió la potestad de decidir qué obras literarias bolivianas deben difundirse en el exterior y cuáles no, de acuerdo a un criterio político-ideológico.
En cualquier país seriamente democrático, la funcionaria ya habría sido removida del cargo. Imaginemos, por ejemplo, a la ministra de cultura de España expulsando a Fernando Savater de la Feria del Libro de Frankfurt o de Buenos Aires… El escándalo sería mayúsculo.
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Por otra parte, llama bastante la atención la molestia generada por un libro que es simplemente una recopilación de frases textuales de Evo Morales.
¿Es decir que ni siquiera se podrá divulgar tranquilamente las propias palabras del primer mandatario, sino sólo las que sus funcionarios consideren “buenas”?
¿No sería preferible, para evitar censurar a escritores y medios, que se administre mejor el discurso presidencial, pidiéndole a Evo que se abstenga de confrontar, ofender y teorizar sobre materias que desconoce?
Así va la revolución democrática y cultural…