De diálogos y ‘dialoguitis’

SUSANA Susana Seleme Antelo

Debemos sincerarnos ante la historia, la práctica y la cultura políticas, para hablar sobre qué se entiende por diálogo y la fiebre que acarrea la ‘dialoguitis’, expresada por el oficialismo, medios de comunicación, análisis y encuestas. Todos hablan de diálogo y la ‘dialoguitis’ va que chifla.



¿Cuál diálogo? ¿El de los vencedores de la elección de 2005 y otras amañadas? Hasta ahora, en vez de dialogar entre iguales, imponen a sangre y fuego su visión de país basada en una arbitraria distinción étnico cultural, cuyo eje es ‘lo aymara’, según el Vicepresidente, heredero de lo peor de todas las revoluciones de ‘occidente’ de corte nacional-populista-demagógico, rusa incluida con la dictadura del proletariado. ¿Socialismo del siglo XXI en América Latina?

Volvamos al diálogo. ¿Cuál diálogo? ¿El de los vencedores sin trampas en los reiterados triunfos autonómicos en cuatro departamentos y que ahora, para menoscabarlo, el gobierno intenta dibujar unas autonomías a su imagen y semejanza? Es decir, arbitrarias, centralistas y autoritarias.

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

Hoy lo que menos existe en Bolivia es sincero deseo de dialogar y lo que los expertos llaman ‘deliberación democrática’ brilla por su ausencia. Para el MAS y sus hombres, la democracia, más allá de sus falencias, no es asunto de Estado ni de gobierno. No les interesa. El diálogo tampoco.

Para entablar un diálogo hace falta buscar puntos básicos para sentarse a negociar las bases del dialogo, democráticamente, ente actores políticos y sociales, sin privilegios de índole alguna. Sin negociación previa no puede haber diálogo. Los vietnamitas vencieron al poderoso imperio norteamericano con firmeza, paciencia y en secreto. Negociaron que las conversaciones se llevaran a cabo con representantes idóneos, en reserva absoluta y sentaron las bases del diálogo que los llevó a la victoria, también desde el punto de vista militar.

Desde las autonomías, no hay una victoria militar posible porque no estamos en guerra ni con ejércitos de ‘pliqui’ ni equivalentes: el gobierno tiene el monopolio de la fuerza represiva del Estado y cuenta además con sus afines movimientos sociales, que han actuado y actúan como aparato civil de represión contra los adversarios políticos y quienes no se avienen a las versiones del oficialismo, sobre todo periodistas. Pero sí estamos en guerra política, y hablar de ‘diálogo sin condiciones’ en esta coyuntura de polarización azuzada por el masismo es una utopía y al mismo tiempo es una trampa. Con el argumento de que la constitución está aprobada (con trampas que avergüenzan) el gobierno quiere dialogar con sus argumentos, sus razones y sus móviles: derrotar a las autonomías departamentales, en tanto y en cuanto tienen todo listo para más trampas con el voto en el exterior, dividiendo al país y a su gente. Como muestra, la creación de la región autónoma del Chaco tarijeño, ya que en las otras dos áreas chaqueñas -cruceña y chuquisaqueña- no han encontrado tontos útiles que se presten a dudosos fines.

Por eso es necesario una negociación seria para ir a un diálogo que de frutos y no más frustraciones. No necesitamos más gobierno, sino mejor gobierno que destierre la confrontación, la corrupción, las fallas del mercado y las secuelas que provocan las anomias estatal y social. Un mejor gobierno que garantice un proceso social y democrático de fiscalización y una mejor gestión, de respeto a la división de poderes, de pesos y contrapesos para desterrar las veleidades autoritarias y continuistas.