Una misión inapropiada

image Editorial de El País, Montevideo, Uruguay.

Existe un Consejo de Defensa de Sudamérica (CDS). Nadie sabe contra quien se ha formado dicho organismo ni qué peligros se avizoran en nuestro continente, aunque no faltan lógicas o absurdas presunciones al respecto. Se ha reunido en suelo trasandino y, al parecer, el sueño de siete de sus integrantes (Brasil, Argentina, Chile, Bolivia, Ecuador, Venezuela y Uruguay) es el de lograr que EE.UU. ponga fin a su bloqueo contra Cuba. Todos ellos caben dentro de un denominador común: el apoyo incondicional a Cuba, la admiración hacia su régimen y la veneración a sus íconos, hagan lo que hagan estos últimos. Y lo que hacen -es innegable- es atentar, desde hace medio siglo, contra los derechos humanos de la población isleña. Este es el punto fundamental de la cuestión. Lo del bloqueo es una mera maniobra que trata de convertir a Cuba en víctima y EE.UU. en victimario y apartar la atención mundial de la ineficiencia los extravíos y las crueldades del castrismo. Porque, en primer lugar, Cuba no está bloqueada: cualquier avión o barco puede llegar a la isla y salir de ello si su gobierno lo autoriza. Estados Unidos no bloquea nada sino que impone un embargo prohibiendo a sus ciudadanos comerciar con Cuba porque, desde comienzo, la revolución fidelista confiscó todos los bienes norteamericanos en la isla y apoyó a todas las guerrillas marxistas latinoamericanas. Se inscribe, así, en el marco de la Guerra Fría, en el bando soviético que, a su vez, lo financiaba con unos tres mil millones de dólares anuales, amén de la ayuda militar. Fue J.F. Kennedy quien adoptó la decisión del embargo el 3-II-62.

Poco después, en julio/64, los ministros de RR.EE. de la OEA resolvieron suspender todo comercio, directo o indirecto, con Cuba, decisión que estuvo vigente hasta 1971 y posteriormente se estableció que cada país quedaba en libertad de acción para actuar según su interés nacional.



El presidente Ford trata de mejorar las relaciones bilaterales pero la intervención de 40.000 soldados cubanos en Angola lo hacen dar marcha atrás. Carter también busca la reconciliación: reduce las restricciones para viajar a la isla y crea mecanismos de acercamiento. Esta política fracasa: en 1978, Cuba envía a Etiopía a 18.000 soldados y da su apoyo descarado a las guerrillas marxistas centroamericanas.

Dos años más tarde, Fidel asesta un golpe maestro para convencer al mundo que la libertad renace en Cuba: permite salir por el puerto de Mariel a quien quisiera hacerlo. Se van a EE.UU. 125.000 cubanos pero Fidel muestra su calaña infiltrando, entre los autoexiliados, a miles y miles de enfermos mentales y a los peores delincuentes.

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Reagan endurece la política hacia Cuba: advierte a los empresarios que no deben exceder los límites comerciales legales ni pueden comerciar con Cuba a través de operadores establecidos en Panamá y Jamaica; restringe nuevamente los viajes a la isla.

En 1992, el Congreso aprueba el "Acta para la democracia en Cuba" (Ley Torricelli) que recoge la condena de la Comisión de DD.HH. de la ONU y el presidente G. Bush promulga esta ley que redefine el comercio de las subsidiarias norteamericanas con Cuba y no autoriza a brindar ayuda económica a países que brindan asistencia al castrismo. Pero, al mismo tiempo, esta ley permite mejorar las comunicaciones telefónicas y postales, la entrega de medicamentos y alimentos y otra ayuda humanitaria al pueblo cubano. Ahora, el presidente Obama acaba de autorizar más viajes a la isla, más ayuda humanitaria y aumento de las remesas de dinero a la isla. Todas las leyes norteamericanas relativas a Cuba vinculan la continuación del embargo a la falta de democracia bajo el castrismo. Cabe preguntarse, ¿quién le puede negar a un país soberano el derecho a manejar, como estima conveniente, sus relaciones internacionales? ¿Comerciar con quien se le antoje? Más aún: ¿habrá que llegar a la conclusión de que, una vez perdido el apoyo soviético, Cuba no puede sobrevivir sin el capitalismo yanki? Nuestro delegado ante el CDS, el ministro Bayardi, ¿ignora que el embargo de EE.UU. obedece no a presiones del lobby cubano de Florida o al temor de que Cuba afecte la seguridad norteamericana sino al hecho irrefutable de que el castrismo sigue siendo un factor de inspiración subversiva y un régimen oprobioso y torturante para el pueblo cubano?

¿Defender el totalitarismo castrista, Sres. del CDS, es defender a Sudamérica?