Mauricio Aira
Muy de mañana se apareció en mi negocio nada menos que Mariano Baptista bien equipado para realizar conmigo una entrevista para la televisión oficial porque descubrió el libro que yo había escrito sobre la Migración Árabe y su descendencia, “tan interesante y completo que motivó su deseo de llegarse hasta Santa Cruz y conocer las circunstancias de mi producción”, fue el relato de mi imponderable amigo Alberto Asbún al referirme un ejemplo del trabajo periodístico cultural del hoy en día Premio Nacional de Periodismo Mariano Baptista, llamado familiarmente “el mago Baptista”.
Impulsado por esa gran voluntad de alentar toda iniciativa en favor de la literatura no titubeó un instante en desplegar su equipo de filmación para documentar aquella iniciativa brillante de Alberto Asbún que luego de una investigación de varios años pudo reunir, clasificar, precisar sitios y fechas de un movimiento migratorio que abarcó 70 años y comprende la historia de cada familia que llegó a Bolivia de Egipto, Jordania, Líbano, Palestina y Siria principalmente y es que el libro testimonial constituye una joya, como lo señalamos en su momento, con sus 500 páginas encuadernadas en cuero auténtico e ilustrado con imágenes, documentos inéditos y la descripción del árbol genealógico de los palestinos, libaneses, sirios y jordanos que salieron de su hábitat por diversas causas como las guerras y persecuciones y la necesidad de buscar nuevos horizontes y construir un futuro propio para sus descendientes; de formato tabloide no encuentra fácil acomodo en las estanterías normales, los que se hicieron de un ejemplar lo guardan como un real tesoro.
Admiro la voluntad de Baptista de poner de relieve obras invalorables como la del Dr. Asbún que ha inventariado los más conocidos apellidos árabes como Abdallah, Abdelnur, Abraham, Abuwuad, Abudinen, Abugoch, Abujder, Aburdene, Aded, Afcha, Agar, Alem, Ali, Allis, Almeida, Alonzo, Amado, Anás, Antonio, Arab, Árabe, Assad, Asbún, Ascimani, Asfura, Atalá, Auad, Avichacra, Avivi, con los que estamos tan familiarizados y que poblaron no solo las grandes ciudades sino también centros provinciales del Beni, Santa Cruz, Cochabamba y Potosí, así encontramos estos apellidos en Riberalta, Santa Ana, Quillacollo, Sipe Sipe, Vallegrande, Aiquile, Mizque, Llallagua, Vitichi, Betanzos para nombrar algunos. Ahí están los Baddour, Bakir, Bechara, Bendek. Bitar, Boujema, Bulacia, Cassal, Cassab, Cecin, Chahin, Chajtur, Chamas, Chamón, Charafati, Chiade, Chiquie, Dabdoud, Dabura, Dacaret, Daher, Dajbura o Dahbura, Darrás, David, Dipp, Dueri, Eid, El Hage, Elías, Exeni, Facusse, Farjat, Frege, Gazaui, Giacoman, Habib, Handal, Hanna, Hanny, Heredia, Heresi, Hirmas, entremezclados con familias bolivianas e introducidos en las más diversas faenas, son la materia prima para estudios complementarios de la labor pionera de los árabes en la industria, la construcción, la hotelería, la agricultura, la minería, el transporte, el comercio desde luego según podrían ir catalogando los estudiosos en base al trabajo de Alberto Asbún difundido por el Premio Nacional de Literatura 2011, en una de sus facetas peculiares. De sus descendientes salió un Presidente Antonio Pereda y un vice Juan Lechín.
Pecaríamos de injustos si acaso no incorporamos otros apellidos que figuran allí: Homsi, Ismael, Israel, Issa, Jasir, Julio, Cassab, Jalil, James, Kattán, Kunkar, Kasab, Lechín, Majluf, Malky, Manzur, Mendoza (Salek) Miguel, Mitre, Mobarek, Moisés, Mustafá, Nacif, Naim, Nayr, Nimer, Nostas, Razuk, Satt, Saba, Sabag, Said. Útil mencionar que casi todos llegaron con pasaportes de Turquía en cuyos puertos se embarcaban por lo que recibieron el denominador común “los turcos” sin que tuvieran ningún otro nexo, llegaban por Argentina, por Chile, por Brasil. Donde se asentaron los árabes se dedicaron a trabajar, a producir, a poblar y generar riqueza, entre éstos inmigrantes no se conocía la pobreza, se ayudaron unos a otros para salir adelante, hacerse de sus herramientas de trabajo y de los bienes indispensables para sobrevivir dignamente.
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Ya para el final y respetando el orden cronológico en que aparecen en el libro de A. Asbún están los Salame, Seleme, Salomón, Salvador, Samur, Salaues, Simón, Taja, Talamás, Telchi, Tovías, Yamal, Yapur, Zimeri, Zeitún, Zarzar, Yureidini se asentaron sin demora y se integraron a la gran familia boliviana, se identificaron con sus necesidades y anhelos, participaron en la Guerra del Chaco, muchos jóvenes árabes recién llegados ofrendaron sus vida ante el feroz enemigo, como lo diría don Mariano “estos hombres como el legendario Hernán Cortez, quemaron sus naves” porque su llegada a Bolivia era para quedarse. En efecto, cuando uno visita los cementerios árabes, especialmente el de Cochabamba, encuentra en cada lápida apellidos fácilmente identificables.
Ha sido la inquietud, la iniciativa y el esfuerzo de Mariano Baptista que socializó la invalorable información contenida en la obra de Alberto Asbún, por ello destacamos este ejemplo de su dedicación a difundir valores culturales.
Ahora mismo cuando NNUU asume la consideración de crear el Estado Palestino, aún frente a la oposición israelí, desde Bolivia se puede ver claramente, según lo destacó don Mariano Baptista, el inocultable rol que ha jugado en la consolidación de la bolivianidad la inmigración árabe y sus descendientes que acogiéndose a las generosas leyes de hospitalidad se integraron con Bolivia.