Susana Seleme Antelo
Así sentenciaba el filósofo alemán, Martín Heidegger sobre los tiempos autoritarios de la primera mitad del siglo pasado. Siendo él afín al régimen nazi, sus connotaciones filosóficas son harina de otro costal para el análisis de las raíces de los totalitarismos, pero la frase me interpela en este último domingo de 2011. Me asiste la personal certeza de que, como en todos los anteriores, el gobierno del presidente Evo Morales también oscurece la vida política de Bolivia, entendida la política como el arte del diálogo, el acuerdo y los pactos entre diferentes en aras del bien común. Nada más alejado en la Bolivia de Morales y sus hombres.
Año fatigado, oscuro y convulso, este 2011. ¿Será el año de la ‘inflexión’ para la hegemonía del presidente Morales por las sucesivas derrotas políticas que le han propinado la ciudadanía y una oposición político-partidaria aun débil y dispersa? Tuvo que dar marchas atrás en su insensato incremento de hasta un 80% en el precio de los carburantes hace un año. Su despótica postura frente a la defensa del Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro-Sécure (TIPNIS) dejó hecha flecos su bandera a favor de los pueblos indígenas y de la conservación de la naturaleza. Su fracaso en las amañadas elecciones para conformar el poder judicial tuvo una supremacía considerable de votos nulos y blancos. Fueron amañadas pues los desconocidos y silentes candidatos, prohibidos hacer campaña para dar a conocer sus méritos, habían sido ya ‘elegidos’ entre los hombres del gobierno: el voto era por consigna. El discurso ‘del cambio’ y el ‘vivir bien’ perdieron la magia con la que sedujeron a moros y cristianos.
Sin embargo, el dominio de Morales aun persiste gracias al exceso político sostenido de sus actos, a la subordinación de las fuerzas represivas del Estado prestas a ‘intervenir’ a favor del presidente y su comandante general, y a la adhesión prebendal de movimientos sociales, cocaleros y demás conmilitones.
Aunque está desportillada, la hegemonía política de Morales descansa también en el obsceno y sostenido ejercicio del poder estatal ‘indiviso’ ya que en Bolivia no existe más la independencia de poderes. Con esa ventaja, Evo Morales y sus hombres usan la violencia real o simbólica contra los adversarios que impiden el copamiento total del poder político, territorial, social y militar. Por eso recurren a la judicialización de la política y a las ‘guillotinas judiciales’ que aplican metódica y selectivamente a autoridades electas de la oposición que ganaron a los candidatos del oficialismo.
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En “La suspensión política de la ética”, el filósofo esloveno Slavoj Zizek afirma que los hombres que ejercen el poder omnímodo creen y actúan sobre la base de que “la leyes no interfieren realmente, puedo hacerte lo que quiera, puedo tratarte como culpable, si así lo decido, puedo destruirte si lo deseo”. El presidente Morales lo expresó a su modo hace un par de años: “Por encima de lo jurídico es lo político. Si algún jurista me dice Evo: te estás equivocando, eso es ilegal, bueno… yo le meto por más que sea ilegal. Después les digo a los abogados que si es ilegal, legalicen ustedes, para que han estudiado”. * Son las razones del Estado autoritario-prorroguista y cualquier delito estatal cometido en nombre de esa razón vale para conservar el poder.
Dicho y hecho: todos los opositores enfrentan procesos judiciales, merced a una controvertida ley aprobada por la mayoría absoluta que tiene el MAS en la Asamblea Legislativa. La norma otorga poder a los fiscales para suspender a una autoridad electa, sin más trámite que la denuncia de un ciudadano. Hasta ahora, los gobernadores autonomistas son el blanco para aplicar las guillotinas judiciales. Dos ya fueron suspendidos y sus reemplazantes, desde luego, son hombres del MAS. Digno del mayor repudio es el caso del exprefecto de Pando, Leopoldo Fernández, preso hace más de tres años sin sentencia ejecutoriada. El gobernador de Tarija, Mario Cossío, fue defenestrado por argucias leguleyas; el de Beni, Ernesto Suárez, suspendido por otras chicanas similares, luego de haber estado casi un año con detención domiciliaria. Sin embargo, ya obtuvo un primer triunfo: la movilización popular de su departamento, el apoyo nacional de otras autoridades de la oposición, así como del movimiento cívico del país, produjeron la postergación de la audiencia donde el oficialismo tenía prevista su condena con encarcelamiento.
Rubén Costas, gobernador de Santa Cruz con 10 juicios instaurados, uno de ellos por desacato frente al Vicepresidente y un fiscal, tiene hoy fecha de captura para el próximo 2 de enero de 2012. La figura del desacato consiste en calumniar, injuriar o difamar a un funcionario público y está prevista en el artículo 162 del Código Penal boliviano, introducida en legislación por el gobierno dictatorial de Hugo Banzer -1971-76- copia fiel de la legislación argentina, adoptada, a su vez, de las leyes fascistas del régimen de Benito Mussolini. El ‘desacato’ se ha constituido en uno de los principales instrumentos utilizados por el gobierno para coartar la libertad de expresión y de hecho en una inédita ‘guillotina judicial’ que corta cabezas sin sangre, pero mete presos a los adversarios o los suspende de sus cargos. Perseguidos por el mismo controversial delito y otros sin pruebas ni el debido proceso, están la mayoría de los electos alcaldes opositores al gobierno, algunos depuestos, otros con juicios pendientes, amén de diputados y senadores de la oposición.
Como señala el suspendido gobernador Suárez, “En Bolivia se viola la presunción de inocencia: los imputados son culpables de antemano”. Morales y sus hombres llegaron al poder aupados por la democracia boliviana que los recibió con esperanzas de cambio para vivir bien y mejor. Sin embargo, como proceden de raíces autoritarias-sindicalcocaleras-izquierdistas-jacobino-estalinistas, son inmunes a la esencia democrática de la vida política, de suyo, a la pluralidad y a la convivencia políticas con los otros diferentes. ¡Oscuros tiempos para celebrar este adviento 2011!
*Fragmento del discurso pronunciado el 29 de julio de 2008, durante un acto en el que anunciaba provisión de gas al occidente del país.