Pablo Javier DehezaLa polémica generada alrededor del conflicto por el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure (TIPNIS) ya no es algo que pueda circunscribirse exclusivamente al ámbito indígena, sino que se ha constituido en un debate nacional de fondo.El TIPNIS como escenario de definiciones Actualmente, en las espaldas de los 12.000 y pico indígenas que viven en TIPNIS se apoya la discusión medular de la Bolivia que estamos construyendo por lo menos para la primera mitad del Siglo XXI. Está en juego el tipo de capitalismo que vamos a tener en nuestro país; si va a ser uno que se reitere en el avasallamiento a pueblos y culturas o uno que en verdad reconozca otras formas de crear bienestar más allá del capitalismo liberal. Está en juego la relación que vamos a tener los ciudadanos, particularmente los más pobres y vulnerables, con el Estado boliviano. Se constará si la sostenibilidad medioambiental será parte o no de la visión con la que se manejará la cosa pública.Este es un escenario del que ninguna boliviana y boliviano deben aislarse. Está en juego el país que nos queremos dar y que queremos dejarle a las generaciones que seguirán. Si se impone la actual visión del gobierno, tendremos un país en el que la razón del capital será la más fuerte y el poder político podrá ser ejercido sin necesidad de conciencia alguna y ensañándose impunemente contra los más débiles. No habrá sucedido ningún cambio real y de fondo en este nuestro bienamado país. Esa es una derrota que no nos debemos permitir.El nuevo ciclo del conflictoDada la nueva iniciativa del gobierno que deja de lado la Ley Corta sobre el TIPNIS, y con ello la solución política que le daba una salida al entuerto, es posible afirmar que entramos en un nuevo ciclo del conflicto. Alrededor de la IX Marcha Indígena se llevará a cabo una pulseta de la más alta intensidad política e ideológica. A diferencia de la anterior, ya se avizora que en ésta intervendrán otros sectores de la sociedad civil, complejizando así el escenario. Todo indica que los niveles de exacerbación serán mayores y el país corre el grave riesgo de enfrentar un escalamiento que podría derivar en violencia.El efecto político que tendrá esto es múltiple. Sin embargo, queda claro que el TIPNIS continuará redefiniendo los discursos y contenidos de todas las fuerzas presentes. El gobierno continuará con su viraje hacia una retórica mucho más desarrollista y capitalista; la oposición encontrará en lo indígena una veta para intentar su reinvención. El MAS, sea como sea que se resuelva la pugna, no saldrá de ésta siendo el mismo y tampoco la oposición; tanto la de derecha como la de izquierda.Es imposible pronosticar quién saldrá victorioso. Pero sí es posible ver que si la actual conducta del gobierno se impone, será la derrota del proceso mismo del cual fue parte fundamental en su inicio. Se habrá traicionado lo construido desde adentro.Las asimetrías presentesExisten al menos tres frentes a favor de la realización de la carretera. El primero son los cocaleros y los intereses políticos del partido de gobierno en favorecer a quienes son la base natural del poder del presidente Morales. Al interior del Isiboro-Sécure existe un área denominada Polígono 7. Es una zona ya colonizada de 144.000 hectáreas, que no está inscrita como parte de la TCO TIPNIS, en la que están asentadas 20.000 familias de productores de coca –alrededor de 100.000 individuos-, agrupadas en 52 sindicatos y éstos a su vez en 8 centrales que pertenecen a la Federación del Trópico de Cochabamba. La relación entonces es prácticamente de 10 a 1 a favor de los colonizadores cocaleros. A esto se suma el hecho de que los productores de coca son la base misma, el núcleo duro y origen del poder político del presidente Morales. Queda clara la preferencia que se ejerce desde el poder.También están presentes los intereses del sector petrolero. De acuerdo a un informe del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario(CEDLA), 358.000 hectáreas del TIPNIS –es decir, un tercio de su superficie- han sido declaradas por el gobierno boliviano como áreas para el aprovechamiento de hidrocarburos. Existen contratos ya firmados en este sentido con YPFB Petroandina SAM (YPFB y PDVSA), Petrobras y Total. Finalmente, están los intereses de Brasil y de toda la región que buscan integrarse estratégicamente a través de vías para el transporte. La Iniciativa IIRSA ha sido retomada por la UNASUR en 2011 bajo el nombre de COSIPLAN. No es en vano que el BNDES sea quien financia la vía en un 80%. Tampoco es gratuita la venida al país del ex presidente Lula da Silva a darle su respaldo a OAS -la empresa encargada de la construcción de la carretera-. Como se ve, la sumatoria de fuerzas e intereses detrás de la carretera es enorme. Frente a todo esto, en un desbalance definitivamente desproporcionado, están los 12.000 y pico indígenas asentados en el Isiboro-Sécure; cuyas únicas armas son sus pies que caminan, su tambora y su pobreza. Sobre los hombros de estos valientes yace el más trascendental debate de la Bolivia actual y futura. No es justo, no es humanamente concebible, dejarlos solos. Las bolivianas y bolivianos enfrentamos nuevamente una cita con nuestra historia para ver de qué estamos hechos. Ojalá sea nuestra mejor hora.