“… ¡Y las copas, van por cuenta de REPSOL!…”

Álvaro Riveros Tejada

riveros_thumb Existe una simpática estrofa en el cancionero popular que en una de sus piezas dice: “Qué les importa que me alegre, si me emborracho con mi plata…” Una manifestación irrebatible de amor propio y sospechosa dignidad y soberanía individual que en estos tiempos de nacionalismo exacerbado debería ser incluida en la bitácora de comportamiento de nuestros funcionarios oficiales, especialmente de aquellos que cumplen funciones en el servicio exterior.

Una crónica del País de Madrid da cuenta que en el salón Granados del lujoso hotel Continental de esa capital, se celebró una fiesta en conmemoración del séptimo aniversario de la creación del ALBA-TCP (Alianza Bolivariana para los pueblos de América – Tratado de Comercio de los Pueblos) que reúne a los países más enojados con el capitalismo y con el imperio norteamericano. Este ágape, donde participaron los embajadores de Cuba, Venezuela, Ecuador, Nicaragua y Bolivia, habría sido pagado en su totalidad, por la petrolera española REPSOL, formalizando de esta manera, un extraño connubio entre esta empresa capitalista y la alianza antiimperialista y socialista del Siglo XXI.



Tal actitud parasitaria nos remontó a los tiempos del odioso neoliberalismo, cuando los opositores de entonces y actuales gobernantes se rasgaban las vestiduras por un famoso “anexo D” que existía en los contratos petroleros, el cual consistía, según sus detractores, en una suerte de licencia para robar; un saquillo de la abundancia o cornucopia generosamente llenado por las petroleras, con la única condición de servirse de él sin averiguar su origen o destino. Menos, obviamente, ponerse a inquirir sobre la cantidad existente en el saquillo o las posibles cargas tributarias que éste debía subvenir.

Uno podía realizar viajes pagados, a lo interno o externo del país, y emitir sesudos informes por los que siempre sería recompensado generosamente. Ponencias que igual podían tratar sobre la cantidad de potasio existente en la cabeza de una trucha o la importancia del agua en la navegación. Con suerte, éstas eran insertadas en el archivo de genialidades de la empresa, junto al respectivo nombramiento del autor, como ejecutivo de ésta. Es precisamente allí donde se genera nuestro desconcierto al conocer que, en medio del proceso de cambio, hay importantes funcionarios que no han cambiado nada y lo peor, repiten los mismos errores del pasado.

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Como la memoria es frágil y el trago fino y gratuito suele borrarla casi por completo, nuestra embajadora en Madrid, olvidando su filiación izquierdista y el recato que exige su alta investidura diplomática, habría pronunciado un discurso laudatorio hacia la petrolera, que tiene sus intereses en los países agasajados, excepto Nicaragua, para comunicar luego a los asistentes que dicho evento no habría sido posible sin el “valioso” patrocinio de ésta. A modo de colofón y con un inconfundible acento español enfatizó sus palabras señalando: “… ¡Y las copas, van por cuenta de REPSOL!…”