Rolando Fernández MedinaDespués de la segunda conflagración mundial, prácticamente, en todos los Estados democráticos, la pena de muerte ha sido abolida. Y en otros, donde existe, de hecho no se aplica.La conciencia universal ha aceptado con complacencia la tesis promulgada por César Beccaria, que consideraba la pena de muerte como una práctica innecesaria, inútil, y que incriminaba a los Estados que la mantenían en su legislación y todavía la aplicaban.La renovada conciencia anti-pena de muerte, ha reaccionado vigorosamente contra ciertas penas capitales, decididas por gobiernos dictatoriales, en los que se nota más una venganza política que la aplicación de la justicia.De acuerdo estadísticas mundiales, la pena de muerte está en vigencia en más de 100 países, y se aplica tan sólo en 69. Entre las naciones que la emplean con mayor asiduidad están China e Irán y algunos Estados de Norte América.En la actualidad, todavía, permanecen las dos tendencias bastantes fuertes, una favorable a la pena de muerte, que se utiliza en casos de delitos considerados graves; y la otra, que es la abolicionista, que considera la pena de muerte como inmoral y primitiva.Los organismos internacionales como la ONU, la Comunidad Europea, así como otras organizaciones culturales, abogan contra la pena de muerte. La consideran diametralmente opuesta a la concepción moderna de la sociedad y de la persona humana, enmarcada en la doctrina de los Derechos Humanos, y en la actual doctrina de las leyes penales, que persiguen la recuperación y reinserción social del reo.En contraposición, los países que mantienen la permanencia de la pena de muerte, o buscan restablecerla, toman en cuenta la macro-criminalidad, en particular, la criminalidad organizada. El argumento es que se considera a la pena de muerte como el remedio más eficaz para garantizar la tranquilidad y seguridad de los ciudadanos; y considera a la criminalidad, en sus diversas modalidades, como signo de decadencia, de degradación. Pero, no por ello, se va a pretender combatir la criminalidad con esta forma absurda de violencia y crueldad, con otra forma cruel y deshumana de violencia. Dos males, no hacen un bien.En el pasado, han predominado las emociones, la reacción rabiosa y casi instintiva para que se aplique la pena de muerte. Hoy, nuestro pueblo está llamado a reflexionar, a meditar, y a no dejarse llevar por reacciones hormonales. La pena de muerte es un resabio de la herencia de culturas ancestrales que ya no son compatibles con los proclamados derechos del hombre.