Ojala


centa1Creo que ojala es una hermosa palabra porque expresa un deseo que pretende su concreción, aunque también deje entrever que hay en la vida muchas situaciones inciertas, que no todo está en nuestras manos y que el destino y los demiurgos del destino a veces pueden jugarnos malas pasadas.

Ojalá, como decimos los cruceños, surge en estos momentos como  un deseo intenso de que finalmente nuestro pueblo conduzca sus reivindicaciones por el camino de la consecución de las luchas que desde los años cincuenta se denominaron cívicas, porque exigieron que nuestro terruño sea tomado en cuenta, exigieron que se nos de una participación por la explotación de nuestros recursos naturales o regalías para que estos ingresos permitan que el pueblo de calles de tierra, que se abastecía de agua de pauro y se encontraba perdido en la llanura grigotana, consiga finalmente tener acceso a un desarrollo, contar con hospitales, escuelas, carreteras, y para que pueda crecer, dar oportunidades y mayores servicios a sus habitantes.

Santa Cruz finalmente se abrió paso, pero los ciudadanos se olvidaron que su crecimiento fue fruto de la sangre de sus mártires, de aquellos que mandó matar el representante en aquellos tiempos del gobierno centralista, hablamos del presidente Hernán Siles Suazo, quien ordenó escarmentar al movimiento cívico y envió sus milicias campesinas para que cumplan la orden de matar y sentar la mano a los habitantes cruceños que exigían sus derechos. El 31 de octubre de 1957, frente a la plaza cruceña cayó asesinado el unionista Jorge Roca Pereyra, le dieron muerte los milicianos enviados por el gobierno. El 7 de diciembre, Gumersindo Coronado Zambrana perdió la vida combatiendo con las mismas milicias que habían venido a sembrar el terror a nuestro pueblo. Después de estas muertes y de muchos atropellos, violaciones a mujeres, innúmeros actos de persecución recién se reconoció el derecho del pueblo cruceño al 11% de las regalías que le correspondían como departamento productor de hidrocarburos.



Ojalá, decimos ahora ante una encrucijada tanto más dura que aquella, en la que un gobierno absolutamente centralista y además antidemocrático, pretende romper el curso de la historia del pueblo cruceño, pretende subordinarlo, pretende imponerle un proyecto de país, un proyecto de vida que destruye además su cultura.

Ojalá, repetimos hasta el cansancio pensando que la riqueza de nuestro pueblo deben ser sus principios rectores, deben ser sus ideales, su corazón noble, su espíritu altivo y valiente que no se quiebre ante las adversidades.

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Sabemos que hay una decisión del gobierno central de aplastar el movimiento cívico y civil que garantiza a nuestra tierra su integridad y su grandeza, sospechamos que tal como en 1958 se pretende repetir el movimiento de milicianos, como ya lo hicieron en septiembre del año 2008, cuando las milicias Masistas llegaron a las puertas de nuestra ciudad mostrando que estaban decididos a repetir la historia de aquella época en la que enviaron 10.000 milicianos desde Ucureña y un contingente de más de 3000 soldados fuertemente armados a un pueblo que contaba entonces con sólo 50.000 habitantes y al que en el colmo de la prepotencia y deseo de humillación el entonces Ministro de Gobierno Walter Guevara Arce le ofreció públicamente 50.000 pasaportes invitándolos a que abandonen y dejen su propia tierra.

La diáspora cruceña no es nueva, es una larga historia, y la solución sólo llegará a través de los brazos y el alma grande de sus hijos, de los hijos de esta tierra que ahora después de cincuenta años vuelven a ver a su pueblo agredido, calumniado y perseguido por el poder central, que exige quinientos años de retroceso.

Sabemos que el camino de las reivindicaciones es una senda compleja y entrecruzada, muchas veces ingrata y dolorosa, porque es también una batalla intestina, en la que muchos intereses se cruzan y donde muchos justos son tomados por pecadores a la vez que otros que son villanos y pecadores se plantean como héroes y justos.

Ojalá que una vez más triunfen los principios, que triunfe el bien sobre el mal, que triunfe la buena fe y que gane esta batalla la esperanza, la libertad y la justicia.


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