Estamos a pocos días de la realización de nuevas elecciones municipales y departamentales y, como es de rigor, analistas, opinadores, periodistas y ciudadanos varios, se dan a la tarea de expresar sus puntos de vista y sus proyecciones sobre lo que va a suceder, a partir de tratar de explicar lo que está sucediendo. Un lugar común, de las muchas intervenciones de este tipo, es suponer la existencia de un “voto duro“ y de clientelas políticas más o menos rígidas que se dan por ciertas sin que haya respaldo empírico o de investigación al respecto.
Se suele pensar, por ejemplo, que el MAS tiene “bastiones“ y poblaciones electorales inconquistables, sin tomar en cuenta la enorme brecha que históricamente ha mostrado este partido al comparar su desempeño en elecciones generales, respecto de las elecciones municipales y departamentales. En 2005, el MAS obtuvo el 53,7% de los votos en la elección general, pero en la elección de prefectos, que se realizó conjuntamente, solamente obtuvo el 35% (es bueno recordar, además, que un año antes, en 2004 el MAS sólo obtuvo el 18,5% de los votos en las elecciones municipales). En 2009, el MAS logró el 64,2 % de los votos, pero en 2010, unos meses después, alcanzó solamente el 34,5% en las elecciones municipales y el 50% en las elecciones departamentales. En 2014, el MAS consiguió el 61,3% de la votación, pero nuevamente, en 2015, unos meses después logró el 38,8 % en las elecciones municipales y el 41,7% en los comicios departamentales. Si bajamos un escalón en la desagregación de los datos, la diferencia entre lo que obtiene el MAS a nivel departamental y municipal, en algunos departamentos y municipios, respecto de lo que suele obtener en elecciones generales, es mucho mayor aún. El año 2005 en las elecciones generales ganó cómodamente en los departamentos de La Paz y Cochabamba, pero al mismo tiempo perdió las prefecturas de esos departamentos a costa de José Luis Paredes y Manfred Reyes Villa respectivamente. En 2009, a pesar de una arrasadora victoria en las elecciones generales, en las municipales de 2010 perdió Sucre, La Paz, Oruro, Potosí, Tarija, Santa Cruz y Trinidad. En las elecciones municipales de 2015, el MAS recuperó Sucre y Potosí, pero perdió ampliamente en El Alto y Cochabamba.
Podríamos seguir abundando con cifras y comparaciones, pero creo que ya queda claro que no existe un “voto duro“ o una clientela política rígida del MAS (o de cualquier otra fuerza política), cuando comparamos elecciones generales con elecciones municipales y departamentales. Esto sucede porque, contrariamente a lo que piensan una buena parte de los políticos y sus círculos de influencia, la gente no define su voto principalmente a partir de sus afinidades políticas o ideológicas. Se sabe ya, que son más bien aspectos emocionales y muy influenciados por el contexto social, unido a las características de los candidatos y las candidatas, los que definen el voto de la gente y no tanto los partidos o las doctrinas. Por eso una buena parte de la misma gente que votaba por Evo Morales en elecciones generales, lo hacía, al mismo tiempo, por Percy Fernández, Soledad Chapetón o Luis Revilla para alcalde, o por Rubén Costas, Leopoldo Fernández o Felix Patzi para gobernador.
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Probablemente, entonces, suceda algo parecido en las próximas elecciones municipales y departamentales. Un sector importante de la ciudadanía que optó por Luis Arce y el MAS en las elecciones de octubre pasado, hoy puede que lo haga por candidatos que no son de esa sigla política. Tal cosa parece claramente que sucederá en la ciudad de La Paz, El Alto, Cochabamba, Oruro, Potosí, etc., y también en los departamentos de La Paz, Chuquisaca, Potosí, Tarija, y otros.
Históricamente, las elecciones municipales y departamentales han dado cifras muy diferentes a las de las elecciones generales. Allí se visibiliza una Bolivia diversa y multicolor que ha cumplido un rol, no solicitado, pero útil, de balance y control del poder central. Todo parece indicar que las elecciones municipales y departamentales de 2021 nos ratificarán esta característica tan peculiar de nuestro sistema político.