Homilía del Cardenal Julio Terrazas

image Domingo de Ramos, 5 de abril

Queridos hermanos y hermanas:

1.- Con la celebración del Domingo de Ramos, hemos levantado las palmas para celebrar no sólo la entrada del Señor en Jerusalén, sino como creyentes sentimos y necesitamos que El entre en nuestras vidas; no lo vamos a hacer con lloriqueos, sino como gente que tiene esperanza. En ese marco de la esperanza estamos celebrando este Domingo de Ramos, por eso es importante que ahora, si me escuchan bien todos los jóvenes, levanten las palmas. (La juventud levantó las palmas y la gente aplaudió…) Es que este domingo coincide con la Jornada Mundial de la Juventud. Nuestra esperanza está puesta en los jóvenes y el contagio que esperamos de ellos es que siendo hombres y mujeres de esperanza, que por encima de dificultades y problemas tienen esperanza de que el Dios de la vida va a triunfar sobre los que pregonan la muerte, los odios y los rencores, esa es nuestra convicción,



2.- Hemos iniciado este domingo con una entrada, con una marcha; es el Señor que ha venido a nuestro encuentro y nosotros lo hemos recibido. Hemos recibido a alguien que viene de una manera humilde, alguien que no trae discursos prefabricados sino única y exclusivamente la convicción de que viene a cumplir la voluntad del Padre, a El lo hemos recibido, igual que aquellos primeros hermanos que tuvieron la dicha de recibirlo personalmente, que le colocaron lo más humilde que tenían, pero lo más valioso para ellos, sus mantas y plantas que se convirtieron en signos de alegría y de júbilo.

3.- Nosotros también estamos llamados a comenzar así la semana santa. El Señor viene, es importante que lo encontremos, es importante que nos dejemos encontrar por El, porque si no pasará nuestra semana santa sin ese contacto extraordinario con este Dios que con palabras de amor y de esperanza nos sigue diciendo que nos ama, nos quiere y sigue asegurándonos su presencia en el caminar de cada día.

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4.- Hemos escuchado la Pasión, que es la segunda parte del domingo de Ramos, primero la entrada del Señor, que se hace exitosa, no por los discursos, no por los aparatos externos, nada de cosas que distraigan es Dios que camina en lo humilde, en lo sencillo, en lo pobre y es un pueblo que ve que su corazón se hincha de alegría y grita al Dios presente, al Dios liberador, a ese Dios que no engaña y que ha venido a liberarnos definitivamente. Pero a ese Dios le ha costado enormemente el sacrificio de su pasión y de su muerte, acabamos de escucharlo, en un momento en que el Señor entra en un encuentro con los discípulos, un encuentro de pura amistad y puro amor, es El que celebra la última cena con ellos y es en esa cena que el va crear su sacerdocio, les va dar el servicio o la misión para que vayan por todo el mundo anunciando lo que Él había hecho para liberarnos; es el momento de la gran entrega, pero también, de la gran expresión de amistad.

5.- El Maestro con sus discípulos está celebrando la pasión, la muerte y la resurrección de aquél que es el Dios de la vida, que tiene la victoria sobre el mal. Hemos podido escuchar ese apresamiento, ese juicio, esas intrigas, esa maldad, ese odio reconcentrado, utilizando aún el nombre de la ley de Dios para pedir la muerte. Hemos visto que se prefirió el vicio a la virtud, que no querían la presencia de un Dios que nos llene de amor y nos haga capaces de poder reconciliarnos entre todos nosotros, ese es el resumen que se hace claro y patente en la cruz, allí donde aquellos que pregonaban lo contrario al reino del amor piensan que se acabó todo crucificando al salvador en una cruz como si fuera un malhechor.

6.- La cruz ha sido el espacio para borrar nuestros pecados, ha sido el espacio para aniquilar todo lo que nos separaba de Dios. En la cruz el Señor realiza nuestra salvación, en la cruz el ya nos va proyectando algo de su resurrección, para que nuestra esperanza esté clara, que no es una esperanza que se queda anquilosada en los cementerios o en las tumbas, sino es una esperanza en el Dios vivo, en el Dios de la justicia, en el Dios de la libertad para todos por igual.

7.- Esos son los misterios que celebramos y debemos enmarcarlos en la esperanza. El Santo Padre a los jóvenes les dice: “La juventud es el tiempo de la esperanza”, los jóvenes tienen que ser capaces de decir que en El nos encontramos con el Dios de la vida y nuestra esperanza está en El, en el Dios viviente y nuestra esperanza está porque estamos con Cristo el Señor, no porque estemos con otros dioses, no porque nos busquemos otros ídolos diferentes, no porque nos dejemos alienar por las cosas, sino estar presentes en aquello que es típico del seguidor de Cristo.

8.- Cristo, el centro de nuestra vida nos va potenciar en el amor y nos va llenar de esperanza. Esa esperanza, queremos que los jóvenes en Bolivia y en todo el mundo nos contagien a todos. Los problemas son muchos, las dificultades se multiplican cada día, hay amenazas en lo económico, hay desaliento en lo social, hay desesperanzas de cambios profundos y verdaderos, se han multiplicado los espacios donde Dios no está, se prefiere archivar a Dios, a este Dios nuestro, de nuestra fe. La tentación es dejarnos llevar, repetir los gestos y los signos de aquellos que no buscan más que el combate entre hermanos, estamos aprisionados por una mentalidad que irrespeta la vida, que no cree, parece al menos, que cada criatura humana es criatura de Dios; con qué facilidad nos en crispamos, con qué facilidad nos estamos insultando, con qué facilidad nos estamos combatiendo y pedimos muerte para unos y nos creemos jueces y pedimos muerte a los que nos molestan; con qué facilidad nos llenamos de asco de los que sufren, al que está tirado en los canales, con qué facilidad despreciamos a nuestros niños o a nuestros adolescentes que a causa de la gran pobreza tienen que robar y hacerse notar con esas acciones que, por supuesto no las compartimos, pero que no nos dan derecho a pedir la muerte de todos ellos.

9.- Jóvenes de la esperanza, contagien a nuestro pueblo para que ella nos guíe, pero no una esperanza sólo de aquí, el Santo Padre les dice “la gran esperanza”, aquella que consiste en encontrarse con Dios, esa es la gran esperanza. De este Dios podemos hablar con más seguridad desde esa perspectiva de la presencia de ese Dios que está acompañándonos, nosotros podemos estar listos para el dolor, para el sufrimiento, para la persecución, para la incomprensión y no vamos a vender nuestra conciencia ante las amenazas o ante los dineros tan facilones que nos pueden llegar. Allí está el Dios que nos da esperanza grande, no la pasajera, no la que se conforma con un regalito, no la que está sólo buscando aplausos pasajeros, sino la presencia de un Dios que ha decidido amarnos para siempre y que ha dejado todo como nos dice Pablo, que lo dejó todo para bajarse y caminar con nosotros.

10.- Que este ambiente de esperanza sea desafío para los jóvenes, pero también alerta para todos nosotros los adultos, no podemos vivir en la desesperación, tenemos que renovar nuestra fuerza y nuestra fe en el Dios de la vida, ese Dios que realmente está en medio de nosotros para decirnos: el mal no va triunfar, el mal no se va imponer, el mal puede ser una prueba momentánea. Estamos llamados a la vida, estamos llamados al gozo de la presencia de Dios, estamos llamados a gozar de la hermandad entre nosotros.

11.- Ese es el mensaje que a veces no lo entienden y no lo quieren cuando necesitamos tanta presencia de Dios para poder extirpar los males que nos amenazan. El Dios de la esperanza, la gran esperanza que nos va dar nuevas actitudes. El Papa invita a los jóvenes e invita a todos los creyentes a actuar de manera diferente, a ser solidarios para ir eliminando el mal, debemos unirnos. Lo repetimos una vez más: a unirnos entre todos para terminar con los focos de corrupción, para terminar con esa amenaza tremenda que nos va ir liquidando, la multiplicación de la droga que se está haciendo cada vez más patente, lo dijimos una vez y lo repetimos: Entre todos podemos poner freno a esa corriente del mal que se va incrustando en nuestro pueblo y en la sociedad. Pensemos que no solamente ellos están aniquilando algunas maneras de tener dinero, sino están aniquilando el alma y el corazón de nuestros niños y jóvenes.

12.- Nuevas actitudes, renunciando a lo que es fácil, a lo que quisieran llevarnos todos, a la confrontación de nuestras vidas, a sentirnos enemigos unos de otros. Dios es de todos y a ese Dios tenemos que reconocerlo también nosotros hoy y tenemos que renovar nuestro reconocimiento como lo hizo esa autoridad romana, que al ver todo lo que Cristo sufrió en la cruz y con su muerte dijo: “Verdaderamente éste es el Hijo de Dios”. Esa convicción tenemos que sacar y al terminar nuestras celebraciones volver a descubrir a Cristo como el Hijo de Dios, el Salvador. Cada uno de nosotros, cada comunidad, nuestra Iglesia en total, aquí en Santa Cruz, nuestra Iglesia en Bolivia, en el mundo, tiene que decir llena de gozo: verdaderamente este es el hijo de Dios y allí esta nuestra fuerza y allí esta nuestra alegría y con el vamos a seguir venciendo la muerte y el pecado. Que el Señor de la vida los acompañe a todos, que el Señor de la vida reine en nuestros corazones.

AMEN!

Fuente de la foto: El Deber.