Tiene 30 años y es hijo de un minero. Además de sobrevivir al accidente de Lamia, el avión se estrelló en un cerro en Colombia, y de la flota Carrasco, el vehículo se desbarrancó, tuvo dos incidentes en moto.
Fuente: paginasiete.bo
Ivone Juárez/ La Paz
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Salí tambaleándome, a gatas, del bus; me senté y ahí me pregunté ¿otra vez estoy pasando por lo mismo?, pero sólo unos segundos. Me dolía un poco la cabeza por el golpe, tenía un chinchón en el lado izquierdo, ese golpe me provocaba la sensación de que iba a desmayarme, pero aparecía otra sensación que me impedía desmayarme; cuando me di cuenta ya subía cuesta arriba con gente civil; una vez arriba me montaron en una camioneta y me trajeron hasta Colomi, de ahí en una ambulancia hasta Sacaba.
Eso recuerda Erwin Tumiri, el técnico en aviación y piloto privado cochabambino, de lo que pensó y sintió hace dos semanas, la madrugada del 2 de marzo, cuando la flota en la que viajaba a Chimoré dejó de rodar y tocó el fondo de un barranco de 140 metros de profundidad, y él confirmó que, una vez más, estaba vivo.
En la flota viajaban 44 personas, 20 murieron; él cuenta entre los sobrevivientes, igual que 2016, cuando fue una de las seis personas que salvaron la vida cuando el avión de Lamia que llevaba al equipo de fútbol brasileño Chapecoense se estrelló en suelo colombiano. En la aeronave viajaban 77 pasajeros.
Pero esos no son los únicos episodios en su vida en los que estuvo frente a la muerte, ya son cuatro, cuenta el joven de 30 años.
Erwin Tumiri es hijo de Romualda, una mujer de 75 años, y de un minero, Rufino, que murió por el mal de mina antes de que él naciera. Es el menor de seis hermanos, de los que con él sobreviven cuatro.
Erwin es de esas personas que cuando escucha una canción que le recuerda su niñez, cierra los ojos y se ve corriendo con los amiguitos del barrio. El suyo es Villa México, en Cochabamba, donde nació el 24 de enero de 1991. Entonces, la zona estaba entre un río, maizales y pastizales; era el paraíso que compensaba las grandes necesidades económicas en las que vivía con su mamá viuda y sus hermanos. El cemento enterró su edén.
A su seis años, una de sus hermanas lo acercó a una iglesia evangélica; él asegura que desde los ocho acudió al templo de manera consciente y muy feliz, porque ahí encontraba enseñanzas de vida que muchos pastores y otras personas, de los cuales ya no recuerda sus nombres, pero tiene sus rostros grabados en la memoria de su agradecimiento. Hoy sigue congregándose y forma parte del grupo Ajayu de su iglesia. Toca instrumentos de viento para acompañar las alabanzas.
Estudió mecánica de aviación, pilotaje privado y ahora se especializa en pilotaje comercial. Hace menos de un mes, después de tiempo, comenzó a trabajar en la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC), estaba destinado a Chimoré. En su primera salida a Cochabamba para concretar su traslado sufrió el último accidente. Tumiri conversó con Página Siete.
Sobrevivió a dos accidentes fatales ¿a qué considera se debe esta fortuna?
La verdad es que hasta ahora tuve cuatro accidentes: dos en moto, el del avión y ahora el del bus. Mucha gente me pregunta si tengo un amuleto o si se trata de suerte, y no; pertenezco a una congregación cristiana y tengo a Dios siempre por delante; él me guía y me cuida, me ayuda a involucrarme más en la vida cristiana, sin pensar en lo malo que nos pasa o en revanchas si algo sale mal.
¿Cómo son sus días ahora después de los accidentes?
Como siempre lo fueron. Antes de dormir pienso en todo lo que hice en el día. Si alguien me llamó la atención, repaso la razón por la que lo hicieron y pienso en lo que pude fallar, luego oro por mi madre, por mi familia y por mi vida. En la mañana despierto y le pido a Dios que me ilumine en lo que tengo que hacer, pero, sobre todo, que se cumpla su voluntad.
¿Hace cuántos años que vive así?
Desde muy pequeño, desde mis cinco o seis años, desde que mi hermana me llevaba a la Iglesia. A los ocho años comencé a ir por mi voluntad. Estuve en un centro de desarrollo integral de una iglesia bautista, donde ayudaba a niños de escasos recursos como yo. Me siento muy orgulloso de haber tenido la enseñanzas de grandes pastores que me inculcaron valores de la cristiandad.
En cuatro oportunidades su vida estuvo en riesgo, la última hace unos días; se lo siente sereno
Sí, pero estoy pasando por muchas dificultades. Ayer (miércoles) reabrieron el aeropuerto de Chimoré y debía estar ahí para reincorporarme a mi trabajo, comencé hace menos de un mes, estuve mucho tiempo sin trabajo. Me preocupa, peor con tantas dificultades que tengo con algunos trámites, pero me quedo con la voluntad de Dios, eso me tranquiliza. Recién me enteré que me están reconstruyendo los tendones de una rodilla, no sabía que tenía ese problema por el accidente; derramé lágrimas, todo se me vino abajo, pero no logro nada así; sólo tengo que poner mis cosas en las manos de Dios.
¿Dónde trabaja?
Estoy designado al aeropuerto Chimoré desde el 22 febrero, trabajé una semana antes del accidente. Aproveché los dos días de mi compensación para viajar a Cochabamba, tenía un curso de la DGAC y quería llevar mi computadora, mi moto y mis cosas a Chimoré, ya tenía una habitación. Me dijeron que en la noche había buses grandes donde podían entrar mis cosas; de esa forma me arriesgué, siempre tuve un poco de miedo con ese tipo de buses, pero me arriesgué y pasó el accidente.
¿De qué depende su recuperación?
De que mi salud mejore. Yo creo que estoy recuperado, un 70% (risas), aunque me falta todavía que me quiten los puntos de la rodilla, pero ya estoy mejor, y quiero ir a Chimoré a retomar mi trabajo en el aeropuerto.
¿Cómo fueron los accidentes que sufrió?
El primer accidente fue a los 22 o 23 años, cerca al aeropuerto, iba a hacer mis prácticas y pasaba por una avenida que no tenía señalización, no fue mi culpa, ya antes hubo accidentes. Fue muy serio, mi moto quedó destruida por el choque con una camioneta. Volé por el aire, me lastimé las rodillas, sufrí golpes, pero más bien que llevaba el casco, el overol y botas porque estaba haciendo prácticas en la Fuerza Aérea. Todo eso me protegió, sino otra hubiera sido la historia.
Luego vino lo del Chapecoense. Ahí palpé otro tipo de miedo , fue como una pesadilla de la que no podía despertar, pero gracias a Dios salí sin ninguna fractura grave.
Luego vino el segundo accidente en moto, en la Blanco Galindo, tampoco fue mi culpa; el otro conductor se pasó el semáforo, era Carnaval, yo venía de la iglesia, no puede frenar. Estaba protegido con el casco, guantes y gracias a Dios no pasó nada grave.
¿Piensa siempre en cómo protegerse o tiene buenos reflejos? En los accidentes de Lamia y del bus asumió medidas. En el caso de Lamia no dejó su asiento y puso maletas entre sus piernas para formar la posición fetal, lo que recomiendan los protocolos en caso de accidentes.
Sí, la verdad no lo había pensado de esa manera. Yo soy futbolista, soy arquero y me encanta confiar en mis reflejos; también en pensar en aquello antes de que pase, en prever. En el caso del choque con la moto, sabía que el auto se dio la vuelta, traté de chocar con toda la estructura de la moto para no dañarme.
En el avión nos sorprendió a todos, no tuvimos la oportunidad de agacharnos, ni de ponernos en posición de impacto. Yo me enfoque, y tal vez los reflejos hacen mucho, juego wally y me encanta botarme, ando saltando, tirándome al piso. Pero, en el momento en que pasaba, en que el avión se iba destrozando y se estaba partiendo, como que mi instinto comenzó a reaccionar; fue como si se hubiese barrido todo y yo hubiese caído recién. Me levanté y era como si hubiese jugado fútbol; me levanté, me sacudí, toque mis piernas y mis brazos y dije: tengo todo, estoy sano.
Pero si en el avión nos hubieran dicho que estábamos sin combustible, que íbamos a aterrizar de emergencia, hubiéramos asumido la posición de impacto. En aeronáutica estamos preparados, lo que pasa es que la gente se confía mucho, somos humanos, nos confiamos mucho, pero el exceso de confianza es muy malo
¿En el accidente de la flota?
Era como la una de la madrugada, yo estaba apoyado en la ventana, escuchando música con audífonos, cuando escuché los gritos de la gente. Me quité los audífonos, me abracé del asiento de adelante, empujé tanto adelante como detrás para estar bien; ensanché mis hombros para apegarme a la estructura del asiento de adelante y que mi cuerpo no tambalee; antes ya había visto la velocidad, pensé que eran los frenos, porque íbamos a una velocidad tremenda que hacía gritar a la gente y me dio miedo. Mientras apretaba el asiento, empujaba atrás, empujaba adelante con mi cuerpo, y me preparaba para volcarme, chocarme o darme de lado, dependiendo de cómo manejaba el chofer. Vino el primer volteo, el embarrancamiento y seguía aferrándome mientras venían los otros volteos, hasta que llegamos al final; ahí me solté porque me ganó la gravedad y las pertenencias de los pasajeros que se venían encima.
¿En qué pensaba?
En no morirme. Segundos antes de que ocurriera esto, cuando estaba aferrado al asiento, me decía: No voy a morir acá. Algo que aprendí de este accidente es que no debo dejarme dominar por el miedo. Si luchas por tu vida y tienes la fe en Dios lo lograrás.
¿Qué sintió al ver a la gente aterrada?
La verdad cuando los veía no sabía si estaban bromeando o la cosa era seria. Me dio pena porque creo que cuando pasan estas cosas uno se prueba a sí mismo. Creo que las personas tenemos que inmiscuirnos más con nuestro cuerpo, saber cómo protegerlo en una situación determinada. No sólo es trabajar y trabajar, mira lo que pasó con el accidente, mucha de las personas no sabían qué hacer, estaban aterradas. Comamos sano, hagamos ejercicio, porque a veces hace mucho dominar a nuestros cuerpo, nadie está libre de que le pasé una desgracia como ésta. Vi a mucha gente resignarse a morir; yo no pienso así.
¿Sintió alguna vez un sentimiento de reproche por los accidentes?
No, no puedo echarle la culpa a nadie, porque no sabemos realmente lo que pasa en ese momento con las personas, son accidentes.
Por las redes sociales está siendo blanco de bromas de mal gusto, de acusaciones.
Por internet mucha gente me dice cosas absurdas, como que los accidentes fueron por mi culpa; que este es el segundo accidente, que la tercera… No saben cómo estoy, cómo es mi vida; no se puede juzgar a una personas sin saber cómo está; en vez de hacer esos comentarios por qué no me preguntan qué pasó. Hoy (jueves) vino un brasileño a Cochabamba para charlar conmigo. Estoy bien, no quiero pensar ni desear nada malo.
¿Cómo cambió su vida después del accidente del avión?
Cambió para disfrutar más de las personas, ser más amable y más sociables con la gente que me rodea, como mi mamá, mi familia, mis amigos de la iglesia, del grupo musical. Había tenido muchos amigos (risas). Disfruto con ellos jugando fútbol, haciendo deporte.
¿Con el accidente de la flota?
Estar más tiempo con mi mamá, tiene diabetes y la noticia del accidente la hizo decaer, no sé cómo llegó hasta Sacaba para abrazarme, besarme y llorar conmigo; quiero cuidarla más; pienso que sobreviví a este nuevo accidente para cuidarla, no dejarla sola. También pienso terminar mi curso de piloto comercial y concretar mi mayor sueño: ayudar a la gente que me ha visto crecer, a los más necesitados, como yo lo fui un día. Yo pasé por necesidades y ser pobre no significa que uno se convertirá en un perdedor. Yo nunca pensé que sería piloto privado, un mecánico, un sobreviviente.
Y Erwin Tumiri tiene más planes: con su primer sueldo volverá a La Paz y en la terminal de buses entregará una colaboración a las personas que vio ahí, pidiendo ayuda.
Fuente: paginasiete.bo