Ya no se confía en el gobierno de Morales

Gonzalo Villegas VacaflorCuando Evo Morales se posesionó como Presidente hace seis años, una inusitada expectativa e ilusión se despertó en la sociedad boliviana, pero con el transcurso del tiempo los desaciertos, la confrontación, como elemento fundamental de su accionar político;el incumplimiento de promesas de “vivir bien”, el descontrolado crecimiento del narcotráfico y la corrupción en las esferas estatales provocaron un desencanto que a la fecha hacen que Evo Morales haya dejado de ser un interlocutor confiable, y la desconfianza hacia su gobierno ya pasaron al ámbito internacional.El conflicto del TIPNIS demostró que el gobierno no tiene el menor escrúpulo para desdecirse con la mayor naturalidad.El actual descontento ciudadano es síntoma de una ruptura profunda en la estructura de la sociedad. Esta estructura es la confianza. En efecto, atravesamos la peor crisis de confianza en mucho tiempo, probablemente la más profunda desde que la confianza se mide. Lo preocupante del caso es que sabemos bien que una crisis de confianza puede desencadenar fácilmente una crisis política, económica y social. Es más: toda crisis económica y política comienza con y en una crisis de confianza.Algunos todavía creen que “es urgente la reconstrucción de la confianza” se escucha en muchas esquinas, columnas y análisis sociales. Sin embargo, la confianza no se reconstruye por decreto (al contrario: cualquier obligación a confiar, destruye la confianza). La confianza ni siquiera es una realidad que se la pueda tratar directamente, como esas lamparitas que si se las tocan se queman. Esa es la misteriosa garantía de la confianza: es extremadamente frágil y esquiva; no se la puede forzar ni manipular pues son formas de destruirla. Al mismo tiempo, todo proyecto político, social, personal, económico, relacional, incluso existencial depende completamente de la confianza. Fundamental y escasa, crítica y urgente, la confianza marcará la agenda nacional y mundial de los próximos años. Así como hasta hace poco fue el poder y la seguridad, de aquí en adelante, será la confianza.Los discursos políticos y sociales suponían, hasta hace muy poco, la esencia original de la confianza como un material básico e incuestionable. Hoy sólo los delirantes podrían dar por garantizada la confianza de sus interlocutores. La ciudadanía empoderada, informada, lúcida, menos temerosa, alérgica a los abusos, quiere volver a los cimientos del contrato social fundamental y cuestionar el paradigma de la confianza. Habrá que problematizar la confianza, cuestionarla, desentrañar sus procesos y dinámicas ocultos, su misterio y milagro. Sólo entonces podrá recién ser pensada su reconstrucción. Paralelamente habrá que enfrentar la nueva enfermedad inmunológica y crónica de nuestra sociedad: la desconfianza, principio de violencia y deterioro social en todos sus niveles.La confianza en las acciones políticas de los gobernantes es considerada el elemento central en un complejo círculo virtuoso en el cual un conjunto de actitudes, que incluyen la mutualidad, la reciprocidad y la confianza se encontrarían asociadas con la participación en la comunidad y a la participación política democrática.La democracia y el buen gobierno crean las condiciones en las que la confianza social y la confianza política puedan florecer, permitiendo a los ciudadanos desarrollar su sentido de ciudadanía, promoviendo la implicación en la comunidad, el compromiso cívico y la participación democrática, y completando así el círculo virtuoso.Morales y su gobierno han perdido ese capital fundamental que es la confianza de la sociedad boliviana, y en política, la confianza es como la virginidad la pierdes y no la recuperas jamás.