La cara de la impostura

Figurón y cínico, es lo más expresivo de la nueva casta que al influjo del poder ha acumulado riqueza en poco tiempo. Como él hay otros, lamentablemente, para el país.

imageFidel Surco, no se desprende del Presidente en la supuesta huelga de hambre que realizan en palacio, con gran cobertura de medios. Aquí, durante una revisión médica *

Pasar de dirigente de los colonizadores a empresario del autotransporte en menos de dos años resulta muy meritorio. Que una persona mediante su trabajo y esfuerzo salga de la pobreza y se convierta en un próspero empresario en tan poco tiempo muy bien podría ser material para el programa televisivo “Aunque usted no lo crea” de Ripley.



Pero ese no es el caso de Fidel Surco, el dirigente del Conalcam. El trabajo duro y sacrificado no es lo suyo. Se siente más cómodo medrando en las cercanías del poder, obteniendo prebendas de todo tipo a costa de lo que llama “sus bases”.

Surco, que nadie sabe como apareció de la noche a la mañana como dirigente de la Federación de Colonizadores, sin haber agarrado en su vida un machete o un azadón ha dado un nuevo y soberbio salto en su vida. Ahora es un empresario del transporte y hasta donde se logró descubrir (porque hay más) es propietario de 18 minubuses y otro bus interprovincial de esos que hacen el servicio a la población yungueña de Coroico, por supuesto las empresas están a nombre de su esposa. 

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Ser propietario de semejante flota de vehículos ciertamente le proporciona muy buenas ganancias a aquel que hace apenas unos días indicaba que podía ser propietario de lujosas vagonetas, adviértase el plural, con los ingresos de las hortalizas y frutas que de manera sacrificada producía.

Sin embargo, el origen de su repentina riqueza es otro; los minibuses, buses y vagonetas provienen de las marchas, cercos y vigilias que organizó cuando se le instruía desde el Palacio de Gobierno y el acudía puntualmente a recoger el maletín con dinero para pagar a las “bases”.

Ahora queda bien claro que este dinero no llegaba íntegramente a sus pretendidas bases, sino que una buena parte de el terminaba naufragando en los bolsillos de Surco, que como ya dijimos, no solo gusta de “vivir bien” sino muy bien.

Se trata de un parásito que siempre ha asumido las posiciones más radicales y se ganó de esta forma la confianza del “jefazo” Evo que ponderaba su adhesión franca y abierta al “proceso de cambio”. No quiso darse cuenta que esa “adhesión” estaba muy bien “aceitada”; a esta clase de mercenarios del sindicalismo seria ingenuo pedirles conciencia de clase o compromiso con los pobres.

Surco es lo más expresivo de esa nueva casta que al influjo del poder ha acumulado riqueza en poco tiempo. Como el hay otros (los Avalos, Montes, Patana), pero resulta que aunque alguien dijo que “sobre las espaldas de los bolivianos se pueden sembrar nabos” siempre llega el momento de la conciencia, el momento en el que se pone punto final a esquemas, que como el actual, está promoviendo una nueva casta de corruptos.

En el pasado hubo que lamentar que gente vinculada a ciertos sectores empresariales y partidos políticos «tradicionales» hayan medrado a costa del Estado, hoy la decepción es catastrófica porque se trata de la corrupción de dirigentes que representan a organizaciones sociales y sindicales que se consideraban una suerte de reserva moral de los bolivianos.

*foto ABI