Álvaro Riveros TejadaComo el diablo no duerme, son innúmeros los ardides, artimañas, añagazas que utiliza para embaucar a los incautos. Encarnado en delincuentes, suele también ejercer sus malos oficios mimetizado entre los más inocentes personajes. Es el caso del niño voceador de 12 años, que es buscado por la policía como integrante de una banda de cogoteros que en el trayecto entre la ciudad y el Alto de La Paz asesinaron a muchas personas, entre las cuales fue víctima el periodista Eugenio Aduviri. Lo espeluznante de esta diabólica historia, contada por quienes la sobrevivieron, es que este niño era el que elegía a las víctimas y con un comportamiento inusualmente agresivo en un menor de su edad, las golpeaba mientras sacaba sus cosas de valor y azuzaba a gritos a sus cómplices para quitarles la vida.Una reseña similar da cuenta de un asesinato ocurrido hace unos pocos días, a las 9 y media de la noche, en la céntrica Plaza España de Sopocachi, donde se cobró la vida de una jovencita de 15 años, que fue asaltada por pandillas que pululan y asolan el sector. Por si fuera poco, una turba de vecinos de la zona de Ventilla de la ciudad del Alto, linchó este pasado viernes al sargento de policía Rolando Guarachi, confundiéndolo con un antisocial. Y así por delante, la población asiste azorada a una ola de atracos, linchamientos, ajustes de cuentas y otro tipo de crímenes que están a la orden del día.Este preámbulo, más que una truculenta crónica policial, se constituye en un clamor a las autoridades responsables, a fin de que eviten este tipo de crímenes tan inusuales en la otrora pacífica ciudad de La Paz y que nos estremecen al extremo de no poder quedar indiferentes ante su cometido. Con mayor razón ahora, cuando asistimos con estupor la crisis por la que atraviesa nuestra institución del orden, cuando se ha puesto en duda la idoneidad del actual comandante quien, al no tener un cordero para ascender a ese alto cargo, tuvo que colgarse al cuello un toro, que promete fiscalizarlo y observarlo en cada paso que dé en su sagrada labor de proteger a la sociedad a la que se debe.En desagravio a nuestra Señora del Carmen, patrona de esta noble institución creada hace 186 años por el propio Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, como una verdadera prenda de garantía para la república, hagamos un acto de fe y en nuestras plegarias pidamos la expulsión de todos aquellos espíritus endemoniados que se cobijan bajo el camuflaje de inmaculados como: Sanabria, Santesteban, San Miguel, Santos Ramírez, etc. y cometen diabluras propias de santos truchos.