El aula, y en los tiempos actuales de virtualidad, el aula virtual, ya no es más el único lugar donde aprenden los estudiantes. Del mismo modo, los procesos de aprendizaje ya no pueden ser diseñados como dispositivos de formación guiados únicamente por el docente.
Ahora, la perspectiva es otra. Los cambios actuales, signados por el acelerado desarrollo de la tecnología y la irrupción de cada vez más potentes plataformas de comunicación virtual, están transformando la concepción tradicional del proceso educativo, interpelando el rol del docente y exigiendo de este, nuevas capacidades y distintos desempeños.
Entonces ¿cómo debemos afrontar, las y los docentes, seamos de nivel inicial, primario, secundario, superior y/o de postgrado, estos nuevos retos y demandas cada vez más crecientes?
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Irreversiblemente, se trata de enfocar de otra manera el trabajo pedagógico. En esta tesitura, será fundamental partir de la reflexión profunda acerca de los supuestos que subyacen a la gestión de la enseñanza, concluyendo en la aplicación de novedosas formas de generar aprendizajes pertinentes y valiosos para los estudiantes.
Cuando un docente manifiesta que tiene 20 años de experiencia, en la realidad y en buena parte de los casos, solamente tiene 1 año de experiencia y 19 años de haber repetido la misma experiencia. En consecuencia, en tanto las prácticas tradicionales sean arraigadas y las actitudes docentes no tengan la premisa de la innovación y la proactividad, no habrá cambio educativo que se instale y menos que perdure.
Entonces surge la interrogante: ¿cómo promover el cambio de este estado hacia una situación auténtica en la que las y los estudiantes sean los beneficiarios principales? Una alternativa de solución práctica, a riesgo de ser considerada como neo conductista, es instaurar incentivos tangibles para mejorar el desempeño docente.
En esta dirección, la creación de un Fondo Concursable, a cargo de las autoridades competentes, dirigido a los miles de docentes del país, que reconozca y premie la producción de nuevos recursos didácticos digitales, el diseño y aplicación de estrategias innovadoras, la creación y/o adaptación de formas diferentes de evaluar, en contextos de virtualidad, por ejemplo; o las acciones creativas de formación entre pares; puede ser, sin duda, una medida orientada a impactar directamente en la función docente.
Las experiencias internacionales exitosas de transformación educativa y algunas prácticas novedosas impulsadas por organizaciones de desarrollo en Bolivia, están demostrando que el principal factor de éxito en la escuela o en el aula está emparentado con la acción docente. Es cierto que la infraestructura, la tecnología, los recursos y otros componentes del currículo son importantes; no obstante, por sobre todos ellos está el desempeño docente.
Pongamos la innovación y la acción del docente en el justo lugar que corresponde y veremos la cosecha pródiga traducida en aprendizajes, para la vida y el trabajo, de los cientos y miles de estudiantes de nuestro país.
*Adhemar Poma de Chama – Especialista en Educación y Desarrollo