Estando con el Señor nadie podrá separarnos del amor de Dios

image HOMILIA DEL CARDENAL JULIO TERRAZAS

Domingo 19  de Abril  2009

1.-Buenos días, queridos hermanos:



Es  Dios el que nos permite este tiempo para seguir gozando de la alegría de la pascua, de la alegría de la victoria del Señor, sobre el dolor, sobre la persecución, sobre la muerte; la alegría de saber que nosotros hemos sido salvados en  El, que El es el centro de nuestra existencia; mientras lo miremos a Él nadie nos podrá separar de ese amor ni la muerte ni la persecución ni las injusticias ni los odios ni los rencores.

2.- Esa es la alegría de la pascua, que esta mañana aquí en la Iglesia se hace todavía mucho más amplia; está abierta a la universalidad de nuestra Iglesia católica, no nos alegramos entre nosotros nomás, queremos alegrarnos con todos los creyentes del mundo y queremos alegrarnos, sobre todo de aquel hombre extraordinario, que ha sido elegido como pastor de la Iglesia universal y cuya presencia también la sentimos hoy con la visita del señor Nuncio Apostólico. Es también un motivo y un elemento de inmensa e intensa alegría, sentir al Santo Padre, preocupado, pero también siempre con palabras que nos animan a no encerrarnos en el circulo de aquello que nos impide mirar más lejos; la violencia, cualquiera que sea, causada por cualquier motivo, jamás nos va llevar a la paz, jamás va solucionar los problemas que pudiéramos tener.

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3.- Por eso es que nuestra alegría pascual, no es una alegría de fanáticos, del que se ríe porque no tiene otra cosa que hacer, la alegría pascual conlleva en sí una gran responsabilidad, es llevar aquello que el Señor nos ha encomendado, que nos abre hacia el hermano, que nos empuja a seguir anunciándolo, que nos llena de entusiasmo cuando pronunciamos su nombre, allí donde nadie quiere escucharlo. Esa es la alegría, llena de responsabilidad que tenemos todos los bautizados; qué bien nos describe todo esto el evangelio que acabamos de escuchar.

4.- Los discípulos están reunidos, están en una casa pero están con miedo, ahí está uno de los motivos para no tener alegría, el sentirse prisioneros y encerrados por los miedos. El miedo lo enclaustra a uno en sus propias amarguras, es sus propias derrotas;  el miedo impide que podamos levantar la cabeza y decir Dios seguirá, a pesar de que algunos no quieren  que así sea. Están los discípulos reunidos allí, con miedo, miedo a la persecución, miedo a la violencia, miedo al odio, miedo a la cárcel, pero sobre todo miedo a la cruz, han visto a su Maestro subir a la cruz, saben que eso no es un lugar para gozar; el miedo es normal. Entra el Señor resucitado y le da ese saludo extraordinario: “La paz este con ustedes” aquí estoy, mírenme! Yo he estado en la cruz, pero ahora estoy nuevamente aquí, con la vida llena que El Padre me ha dado, para que yo la pueda repartir, en medio de ustedes.

5.- Reciban el Espíritu, reciban fuerza, reciban tranquilidad y alegría, reciban, sobre toda la gracia de terminar con la tristeza, terminar con la amargura; todo lo que ha acontecido ha sido triste, ha sido injusto, todo lo que se ha hecho con el Maestro ha sido algo que nadie razonablemente puede admitirlo, pero ahí está la paz del Señor y sobre todo el espíritu de tranquilidad, esa paz que se comunica a otro no viene por el ruido de las armas, no es producto de un terrorismo llevado a cabo, tampoco de una represión sin tener respeto por cada persona, la paz que el Señor nos da y que quiere causar esperanza, alegría al pueblo de Dios y a todos los creyentes, es esa paz que viene del espíritu que El nos da.

6.- “Así como el Padre me ha enviado, así los envío yo”, esas son las palabras del Maestro, El fue enviado por el Padre para traer la paz al mundo, ahora El sabe que tiene que volver al Padre y su gozo y su alegría es que los discípulos comprendan que ahora son ellos los que tienen que llevar esta buena noticia a todos los pueblos para que se cumpla así el plan de Dios, que todos los pueblos reconozcan la vida de Dios, al Dios de la justicia y de la verdad, pero como siempre en las comunidades no faltan los que quieren tocar, los que quieren ver, ahí está Tomás, personificando quizá a muchísimos de nosotros, que a pesar de que hablamos de Cristo no creemos en su presencia en medio de nosotros, presencia auténtica, real, verdadera, no nos basta con que nos digan que Cristo ha resucitado, algunos quisieran verlo, tocarlo, meter sus dedos en sus llagas, tocarlo, poner los dedos en su costado herido, como lo quería Tomás…

7.- Ocho días después el Señor vuelve y directamente se dirige a El: “Tomás, mira, trae tus manos, tus dedos, haz todo lo que querías hacer”, y esa especie de llamada de atención provoca en Tomás algo extraordinario, el reconocimiento del Señor: “Señor mío y Dios mío”. Por allá va también la experiencia de la Iglesia y nuestra experiencia; el Señor sigue entrando en nuestras comunidades, sigue entrando en cada uno de nosotros para decirnos “La Paz, la paz que Dios quiere”, no la paz que se impone, la paz que es fruto del amor, no aquella que termina con todos los que no piensan como ellos, la paz hay que cultivarla, hay que anunciarla y hay que anunciarla con una tónica especial, de alegría, de optimismo, sin puños crispados, sin palabras de odio, sin nada de aquello que pueda causar pánico, terror en medio de nuestra población.

8.- Hay que saber anunciar la paz y hay que  saber anunciar la paz no como un slogan aprendido, sino como una experiencia de aquél que ha entregado su vida en la cruz para que la paz esté al alcance de todos. Una Iglesia que es capaz de entregar su vida por Jesús, es también una Iglesia que puede decir, aquí está la alegría, aquí está el triunfo, aquí está el Señor, ese Señor que es nuestro Dios, es nuestro amigo, es el Señor que lo ha hecho todo para que nadie nos separe de su amor.

9.- “La paz esté con ustedes”, este texto está repetido cuatro veces: La paz esté con ustedes, cuatro veces, es algo que ya tiene que llamarnos la atención. La pascua no es una alegría eufórica, la pascua es una responsabilidad grande, esa alegría que se siente en el encuentro con el Señor hay que transmitirla, hacerla conocer, hay que llevarla como distintivos en nuestras vidas para que en medio de las dificultades, en medio de los terrorismos que se van inventando o que van apareciendo brote la paz auténtica verdadera, aquella que busca que haya hermandad entre todos, pero que no se gloría ni siente gusto por quitar la vida a otros. (aplausos).

10.- Esa paz de Cristo es la que necesitamos hoy más que nunca. Todo lo malo que pueda acontecer y que ha acontecido estos días no nos puede encerrar, no nos puede hacer tener miedo, no nos puede paralizar, ahí está el Señor cuando entra y los encuentra reunidos a todos sus discípulos, pero con miedo, con temor. El miedo impide escuchar la palabra de Dios, el miedo nos lleva siempre a escuchar fantasías que se inventan por acá o por allá, a nosotros nos toca escuchar al Señor, pero libres de ese temor, no somos un pueblo que ha sido sacado de una dependencia o esclavitud para caer en otra, somos un pueblo llamado a seguir cantando la gloria de Dios por los caminos de la vida, pero cantando, no imponiéndola, no forzando a nadie a entrar en ella, pero ofreciendo a todos la posibilidad de saber que con el Señor la vida cambia, se transforma y las maneras de vivir se van adecuando poco a poco a eso que el Señor nos pide: Una paz que el Señor desea para todos y que hoy de una manera especial la repite para nosotros, nosotros aquí, en esta parte de Bolivia y en toda Bolivia tenemos que escuchar que estamos invitados a construir la paz, no nos podemos dejar que nos lleven de un lado para otro.

11.- Algunos signos de terrorismo o de maldad, hay muchas cosas que hacer y que trabajar y hay muchas cosas que descubrir nuevamente, pero sobre todo, descubrir lo que el Señor nos ha querido enseñar: Toda persona humana es sagrada ante Dios, aunque haya cometido los pecados más grandes y a nosotros nos toca llevar esa gran dimensión de la misericordia de nuestro Dios para que nadie se sienta abatido y nadie sea eliminado sin ser juzgado adecuadamente.

12.- ¿Cómo se tradujo esa paz entre los primeros cristianos?… formaban una comunidad, ese núcleo de Iglesia que nosotros miramos siempre con atención y reverencia es lo que debería sacudirnos un poco, los creyentes no vivían llevándose chismes, odios y contiendas, los creyentes formaban un solo cuerpo, un solo corazón y un alma sola. Ese es fruto de la paz, vivir como hermanos, vivir trabajando los unos por los otros, la pascua no es fuga, la alegría pascual no es desinteresarse de los otros, es buscar signos y medios apropiados; cuando miraban a los cristianos de los primeros tiempos, todos estaban admirados porque vivían como hermanos y si viven como hermanos es porque viven como hijos de Dios.

13.- Este modo de vivir donde nadie en la comunidad pasaba dificultades o necesidades porque todos abrían su corazón y ponían sus propios medios para que nadie sufra, es la característica de una pascua llevada a la práctica, de una pascua que no es sólo celebración festiva de un día, sino de algo que ha cambiado la existencia; el mundo de entonces y el de hoy, es un mundo lleno de egoísmo, cada uno busca salvarse a sí mismo, no le importa si los otros se hunden, allí estamos los creyentes para llevar esta manera nueva, de hacer que la pascua que es vida se haga vida para todos los que la necesitan.

14.- Lo tenían todo en común y no había nadie que pasaba necesidad. Eso es transformar, eso es cambiar, eso es dar bases para que no entre la corrupción, porque no se trata de quitar los bienes de unos para darles a otros que los van a malversar, se trata de compartir, el que tiene mucho tiene la obligación de compartir y el que tiene poco debe tener la confianza de acercarse a su comunidad, sabiendo que allí le van a solucionar uno de los problemas vitales, terminar con el hambre o con la pobreza. Esto hace que nos sintamos realmente hijos de Dios y si la pascua nos lleva a esa experiencia de sentirnos hijos de Dios, tiene que producir otra experiencia: Si somos todos hijos de Dios, todos somos hermanos, aquí no hay vuelta que darle, aquí no hay argumentaciones que hay que ir a buscar afuera, aquí lo que Dios quiere es que si realmente lo reconocemos como Padre a El, nos reconozcamos a nosotros como hermanos.

15.- Este es el mensaje de la pascua, tenemos que seguir viviendo, tenemos que seguir proyectando. Dejemos que el Espíritu del Señor nos quite los miedos, que nos quite los temores, no es que no sintamos las dificultades de un atentado, lo sentimos, pero eso no nos puede quitar el amor y sobre todo, eso no nos puede quitar la responsabilidad de seguir llevando esta pascua con signos y con palabras que realmente aliente la esperanza y la vida de nuestro pueblo.

16.- En esta mañana en que deseamos que se terminen los miedos en nuestras comunidades, quisiéramos también decir una palabra clara de adhesión al Santo Padre, en estos días, en estos tiempos en que ha sido tan criticado, tan ofendido, vilipendiado por algunos que se creen dueños de la razón o de la vida, nosotros queremos también, a través del Señor Nuncio, decirle al Santo Padre, desde Santa Cruz, que estamos con él, que lo queremos, porque cada día que nos habla, nos habla del amor, de la caridad, nos sigue hablando de ese Jesucristo que algunos quisieran acallar, nos sigue diciendo que el Cristiano, solamente con Cristo puede seguir adelante cumpliendo la misión que El mismo nos ha dado, por eso, queridos hermanos, desde esta Catedral, queremos darle una vez más ese signo de adhesión con un aplauso!. (aplausos).

17.- Y Gracias, hermanos, también por su solidaridad y sus oraciones, lo que ha acontecido… aconteció, lo que pedimos ahora es que se clarifique todo,  por el bien del mismo pueblo, porque la paz no es cerrar los ojos, es abrirnos a las realidades para seguir reconstruyendo, o comenzar a construir aquello que todavía no se ha iniciado, ese es mi deseo para que el miedo que nos va amenazando termine en nosotros, termine en nuestro pueblo, termine en nuestra patria. Amén.