TIPNIS La resistencia no tiene miedo a juicios. Informe. La división entre las subcentrales Tipnis, Sécure (alto y bajo) y Conisur dificulta las operaciones en el territorio. Hay incertidumbre.
No es una pelea pareja: solo 12.000 indígenas deben tratar de frenar a 20 familias de colonos a los que las 100.000 hectáreas del polígono siete les ha quedado chica. Sin un peso en el bolsillo, necesitan vigilar un territorio de 1 millón de hectáreas, plagado de ríos, lagunas y monte que no ha frenado el ingreso de colonizadores al parque. Por si fuera poco, pierden el tiempo peleándose entre ello y en 15 años han convertido al Tipnis en cuatro feudos con agenda y aliados propios.
Las Subcentrales Tipnis, Sécure (alto y bajo) y Conisur se disputan la representatividad del Tipnis, pero, al mismo tiempo, dificultan la gestión del territorio. Fernando Vargas, presidente de la Subcentral Tipnis, es hoy por hoy el líder más poderoso del territorio. Su organización cuenta con el respaldo de 34 organizaciones contrarias a la construcción de la carretera por la zona núcleo. La subcentral Sécure está partida en dos. Emilio Noza controla 10 comunidades de la zona baja y está en sintonía con Vargas. “La carretera no nos va a beneficiar en nada. Seguimos firmes en la lucha”, explica, desde Puerto San Lorenzo, donde está refugiado y con orden de aprehensión.
Al otro lado del río está el Consejo Regional del Sur (Conisur), liderado por Gumercindo Pradel. “Nosotros somo los que evitamos que los colonos lleguen hasta el río Sécure”, dice, aunque a él se lo acusa de representar a los colonos y que su organización nació en la prefectura de Cochabamba. Otro aliado del Gobierno es Carlos Fabricano, presidente de la otra parte del Sécure. Maneja una decena de comunidades entre Asunta y Santo Domingo. Es una especie de ‘evangelizador’ que reclama a los antiguos dirigentes no haber llevado progreso (escuelas, postas, electrificación, agua potable) y ve en la carretera el instrumento de desarrollo que se necesita.
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Y al fondo, al sur, están los colonos de la Federación Trópico de Chapare. Según denuncias de la Subcentral Tipnis, continúan avanzando y pateando hacia adelante la línea roja, moviendo los bulones establecidos en el saneamiento. Con carretera, según un estudio del PIEB, en 18 años la colonización deforestará casi 700.000 hectáreas de bosque. Sin ella y sin control real en la línea roja, 400.000 desaparecerán.
Fragmentos
Ganaderos y moxeños
La Subcentral Tipnis está dominada por moxeños, aunque también hay bastantes yuracarés. En su zona de influencia, el Isiboro y el Ichoa, hay estancias ganaderas y los indígenas tienen experiencia en manejo de ganado. Responden a la Central de Pueblos Étnicos Moxeños.
Madera y petróleo
En la zona del alto Sécure hubo mucho contacto con madereros y exploraciones petroleras. De esta influencia nació en 2001 la Subcentral Sécure. De la intangibilidad y la prohibición del turismo en el Tipnis surgió la última división de la subcentral. Participaron de la marcha del Conisur. Pertenecen a la Central de Pueblos Indígenas de Beni.
Colonos y ‘collacarés’
El Conisur está en el área colonizada del Tipnis. Una decena de las 18 afiliadas ha dejado el cabildo para unirse a los sindicatos cocaleros y en las tierras se siembra coca a través de los catos (superficie de 1.600 metros cuadrados). Es por eso que el Conisur fue expulsado de la Central de Pueblos Indígenas del Trópico de Cochabamba, que este año consideró que no representa a los indígenas.
TIPNIS. El territorio tiene el corazón intacto
“Hay petróleo. Antes los indígenas tsimanes lo juntaban en botellas para llenar sus lampiones”.
Indomable Así se ve la laguna Bolivia desde el aire. Es un espejo de agua rodeada de monte
El corazón del Tipnis es la laguna Bolivia. Cuando se contrae mide cuatro kilómetros de largo por tres y medio de ancho. Cuando bombea, en la temporada de lluvias, se convierte en un espejo semicircular de seis kilómetros y medio de diámetro. Dicen que el que allí entra no vuelve a salir, que es celosa y que incluso tumba los aviones que se atreven a sobrevolarla. Como prueba de su bravura, guarda el esqueleto de un viejo carnicero siniestrado, un Curtiss C46 que venía de San Borja y aterrizó de emergencia. Sus dos motores se incendiaron y ahora parece una gran maceta con tres palmeras cubriéndole el fuselaje.
La laguna es tan grande que se la ve desde el aire, a 21 kilómetros de distancia. Ahí termina la pampa y comienza el monte. Los árboles se extienden hacia el suroeste como un tejido apretado, que solo se acaba cuando aparece la cordillera de los Mosetenes y la zona colonizada.
Ese corazón está resguardado por la falta de caminos y ríos y en él viven la mayoría de las más de 3.000 especies de plantas, 108 especies de mamíferos y más de 470 especies de aves que pueblan el Tipnis. También guarda otras riquezas. Paralelo a la cordillera de los Mosetenes hay petróleo y los tsimanes, que lo recogían en botellas desde hace décadas, siempre lo supieron.
Pero hay otro corazón que está intacto, el de los niños. Benito tiene seis años y prefiere la caña de pescar al libro de lectura. Dice que sus padres no lo dejan acercarse al río, porque las tucuras (saltamontes) lo pueden empujar y no siempre habrá un bufeo atento para salvarlo de las pirañas. Benito, que es moxeño trinitario, también tiene miedo a las carcañas y cree que por sus garras y pico curvo son capaces de llevarse a los niños. Los tsimanes son más desconfiados. Huyen de cualquier extraño y cuesta ganarse su confianza. Creen que el blanco se come a los niños indígenas y prefieren jugar a los monos en algún árbol. Desde abajo y medio a escondidas es posible verlos saltando de una rama a otra gritando igual que un manechi.
Los yuracarés han aprendido a no ser tan desconfiados. Antes, cuando veían un grupo de extraños en su territorio, preferían marcharse. Ellos habitaban principalmente el sur del Tipnis, por eso fue más fácil a los colonos copar su territorio. Ahora conviven de buena gana con tsimanes, moxeños y colonos. “Como dijo el presidente, hay collacarés, que son las mujeres yuracarés vestidas de pollera”, relata Mirián Yubánore cuando describe la zona colonizada.
Eso sí, en el Tipnis el flojo no sobrevive. Hay que trabajar para todo: antes de desayunar hay que ir al monte, traer leña, cortarla a hachazos, recoger agua del río y cocinar los alimentos. El que no siembra en época seca no tiene qué comer cuando sube el agua y el que no va a cazar o a pescar no come carne. Tal vez por esto es raro ver una persona gorda en las comunidades y hasta los viejos tienen el torso como esculpido y los brazos gruesos y venosos, como troncos de bibosi.
Sueño comunal a 15 años plazo
En el Tipnis, dentro de 15 años, habrá tranquilidad y progreso. Se respetará la línea roja, la gente vivirá en paz. Ni los colonos, ni los pescadores, ni los madereros entrarán a sacarse lo nuestro.
Los manechis colorearán en los árboles y los pescados saltarán en el agua. Habrá muchas aves volando sobre el río y cazando los pescaditos, muchos capibaras y ciervos jugarán en el curichal. Seguiremos comiendo carne del monte, taitetú, pavo, pato, huevos de peta. En las playas las londras aparecerán y serán protegidas.
Los propios indígenas seremos capaces de administrar el Tipnis. La gente sacará de los recursos para beneficio de las comunidades. Los guardaparques ayudarán para que la gente de afuera respete nuestros recursos.
El aprovechamiento de los recursos habrá mejorado y la gente tendrá beneficio. Ya no seremos solo rumbeadores. Las comunidades venderemos la madera de nuestros bosques. También aprovecharemos la perea, la jatata, los animales, los peces.
Tendremos comunarios capacitados con conocimiento de especies, profesionales propios y la gente de la comunidad tendrá fuentes de trabajo.
Plan de Manejo del Tipnis
Panorámica
Narcos la amenazan
En 2010 se descubrió un laboratorio de producción de cocaína en la zona del área núcleo. La parte más afectada de este bosque es la cercana a la cordillera de los Mosetenes. Hasta ahí se extiende el polígono siete y hay desmonte que avanza.
Casi sin control
Unos 40 guardaparques son los encargados de vigilar que la línea roja no siga creciendo (aumentó 10. 000 hectáreas en 10 años). Sin embargo, no tienen medios de transporte ni fuerza suficiente como para sentar presencia. El presidente prometió fundar un ‘cuartel ecológico’, pero los indígenas no quieren saber de militares dentro de su territorio.
30% especiesde mamíferos que se han registrado en Bolivia viven en el corazón del Tipnis. El jucumari y la londra están en peligro de extinción
TIPNIS. La resistencia no tiene miedo a juicios
30 comunidades, Son las que se resisten a ser consultadas. Son las afiliadas a la Subcentral Tipnis y a las del bajo Sécure. Puede haber violencia.
No fui a la marcha porque soy vieja, pero nunca la voy a olvidar, dice Celia Tamo Yuco. “Ese día me llamaron desde La Paz y me avisaron que mi nietita había muerto. Dos días la esperé a que llegue para ir a enterrarla a Santa María. No la disfruté casi nada. Karen tenía cuatro meses cuando se la llevaron a la marcha y seis cuando murió. Me duele y me va a doler toda la vida porque era mi nietita”, dice esta mujer, que lloró en toda la misa celebrada en Gundonovia en memoria de los muertos de la octava y novena marcha. “Aquí no va a entrar la consulta”, dice la anciana, agarrada del brazo de su hijo Rosauro Fabricano.
Mucho más adentro, en San Vicente del Sécure, un hombre se para y demuestra que fue al cuartel: “¿Qué quiere decir morir en campo de honor? Quiere sacrificar la vida heroicamente defendiendo los intereses de nuestra patria. Yo estoy con ganas”, dice y asegura que no tiene miedo a los juicios que anuncia el Gobierno contra los que se opongan a la carretera.
Luis, un vecino de Tres de Mayo que fue a la novena marcha, les cuenta a los de Puerto San Lorenzo que el Gobierno los trató como si fueran enemigos, que los marginó, que no le importó que se enfermen. “Ahora sabemos que los chacos los están haciendo valer como comunidad con tal de construir esa carretera, que a nosotros no nos sirve para nada, solo va a contaminar el agua y no vamos a poder ni beberla”, añade.
Las mujeres son las más bravas. Ignacia Jiménez, de Santa Lucía del Sécure no está dispuesta a decirle ‘presidente’ a Evo Morales. Asegura que lo conoció en 1990, cuando intentaba disuadirla de que no vaya a la primera marcha indígena. Explica que le dijo que Jaima Paz Zamora iba a mandar a los militares a reprimirlos. “No lo hizo, ese fue un buen presidente para no-sotros, no como Evo que nos mandó a patear en Chaparina. Así como él no recibió a los que fueron a la novena marcha, tampoco nosotros vamos a aceptar a sus comisiones”, reniega.
Las mujeres del Sécure le tiene rabia a la gente que aparece en la propaganda del Gobierno. “No sé qué tanta mentira. No se tarda un mes en salir de Oromomo, en menos de una semana están en Trinidad. Lo que pasa es que hay gente floja que prefiere tener 200 pesos en el bolsillo a trabajar”, dice Rosa, de San Vicente.
En el fondo, la gente tiene miedo de lo que les pueda pasar. Si el Gobierno entra por la fuerza, tienen pensado irse al monte para que no los arresten, pero no lo dicen abiertamente. “A nosotros nos recibieron con gas pimienta y agua fría en La Paz. Ahora estamos en nuestra casa y les vamos a hacer lo mismo. Para que no se resfríen les vamos a echar agua caliente y, como no tenemos gas pimienta, les vamos a llenar la cara de ají motecito molido. Vamos a ver si les va a gustar”, dice Simón Noza.
Testimonios
Sara Noza • Puerto Totora
No a los colonos
Cuando era dirigente de la Subcentral Sécure, fuimos a la zona de Buen Pastor porque una familia de trinitarios pidió ayuda. Cuando llegamos nos dimos cuenta de que eran los únicos indígenas, que el resto era colono. No nos atendieron. Nos hicieron esperar un día, hasta que llegaron los otros. Nos obligaron a irnos, nos dijeron que esa tierra ya era de Cochabamba. Parece que eso quieren ahora los de Oromomo.
Jenny Ramos • Sécure
Podemos quemarlos
Estamos dispuestos a quemar a los de la consulta. Nuestros hermanos fueron a la marcha y regresaron en cajones. Por eso, el Gobierno que piense bien antes de entrar. Dijo que los marchistas no eran indígenas, pero, ¿cómo quiere vernos, cargaos de flecha y sin ropa como los antiguos?, se puede también. Si quiere ver sangre, también la va a ver. Ya no estamos en La Paz, estamos en nuestro territorio.
Ignacia Jiménez • Santa Lucía
Saldrán ‘guasqueaos’
Si llega a venir por acá Carlos Fabricano, va a salir bien chicoteao. Es el mensajero de Evo y ya nos hizo pisar el palito una vez. Así como botamos a sus médicos que nos mandó, así lo vamos a botar a él. Es mentira que acá se mueren los niños, como dice la propaganda, cómo pues se van a morir si tenemos botiquín y promotores de salud. El Gobierno ya no sabe qué hacer para entrar al Tipnis, pero no lo vamos a dejar.
Roberto Noza • San Vicente
La carretera nos friega
No queremos carretera porque nuestro territorio va a quedar como están los contados de la carretera Santa Cruz-Trinidad. Cómo vamos a aguantar nosotros. Cuando hay camino entra la gente que trabaja con máquinas y nos va a ganar. Nos van a quitar nuestra madera, se van a quedar con nuestra tierra. Nos van a dejar el pedacito donde está nuestra comunidad, nada más. Con carretera, todo se friega.
El Deber