No hay nada más sabroso que servirse un plato bien hecho. Eso fue lo que aconteció por la mañana cuando entre los variados programas que tengo programados, me di con la sorpresa, de la entrevista que Maggy Talavera le hizo a – en mi concepto- el mejor politólogo que tiene Bolivia, Manuel Suárez. Un beniano de peso completo, de esos que cuando comienzan a desgranar su pensamiento, es muy difícil dejar de prestar atención.
El tema de la entrevista fue «¿Bolivia es un país viable?» y Manuel dio una sencilla cátedra para abordar el asunto. Yo les aconsejo que la escuchen. El resumen, a mi criterio, se reduce a dos conceptos centrales: el respeto a la Ley y el derecho a la igualdad. Dos ejes centrales que son los lados de la tijera con la cual deberíamos encontrarnos como sociedad y con cuyo resultado se acabaría la confrontación actual. Bolivia es un grito angustioso en busca de la igualdad: social, económica y cultural, lo que se conseguirá cuando la ley sea respetada y acatada, sin importar el color o la ideología política que gobierne.
La génesis de los conflictos sociales y políticos que vivimos recurrentemente tiene la raíz de la igualdad puesta en el tapete del Estado como demanda central. Igualdad que se refleja en la actividad económica que se desarrolla allá donde las fuerzas productivas se desarrollan por encima de los chalecos de fuerza que el Estado ajusta y donde la rebeldía se expresa en el pedido de libertad para dejar producir, para ampliar el comercio en un marco de seguridad jurídica.
La ciudad de El Alto y Santa Cruz son los dos polos donde esta demanda no acepta limitaciones. Esto es que los ocupa. Pero para que esto sea posible, es urgente, imprescindible que el Estado de Derecho funcione a plenitud. Es decir el respeto a la ley sea absoluto. Es que el desarrollo capitalista demanda la seguridad del respeto a la ley. El respeto a las reglas de juego establecidas.
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Entre los gritos de fraude y golpe se muestra, en ambas acusaciones, que la ley no vale nada y lo peor de todo es que no vale para nadie. Así, la artificial polarización que se produce, nos hace pensar que estamos ante dos demandas distintas: el fraude y el golpe. La verdad es que si la ley fuera respetada y acatada, no hubiera existido fraude alguno, ni transición desordenada, ni la necesidad de inventar un golpe, todo para ocultar la violación sistemática de la ley.
Confesémonos, ante el altar de la patria. Somos una sociedad que usa la ley a conveniencia, pero no la respetamos. Por eso los gobiernos creen ser dueños del Estado y como nos dice Manuel, se llevan el Estado al partido. No habrá igualdad de ningún tipo y menos desarrollo económico mientras persista y se sostenga la tesis de que el Estado debe servir al partido y que la ley debe acomodarse a eso.
Las diferencias que parecen irreconciliables son demandas expresadas, con distintas palabras, pero que buscan el mismo fin. No es que existe un plan tenebroso para avasallar tierras en el oriente por gente andina con el propósito de despojar a los cruceños de lo que consideran suyo, es una realidad nacional que muestra a Santa Cruz como la locomotora que jala a todos los que desean condiciones de libertad para emprender sus sueños de vida. Es capitalismo, señores.
Santa Cruz es la piedra en el zapato de los que abonan por un socialismo trasnochado, por un grupo presidencial que quiere imponer antes que concertar. No van a tener éxito. Todo el que llega a Santa Cruz y se instala, arriesgando el poco capital que tiene, asume la identidad cruceña y vota por aquellos que expresan sus necesidades.
Lo mismo pasa en El Alto. Ya hubo quienes calificaron a los alteños de fenicios. No están pensando ni borrachos en el comunismo castrista o chavista, ellos son la vanguardia del libre comercio, de la igualdad entre los que venden y los que compran, entienden que esa es la base de su razón de ser, aceptan la competencia, disputan el mercado y desprecian la ley que les ata las manos.
Por esto, lo que se muestra como contrapuesto, es en realidad lo mismo. Santa Cruz y El Alto pueden lograr tirar abajo las tonteras socialistas del gobierno, señalar el rumbo por donde el desarrollo de las fuerzas productivas encuentren su cauce y se genere el inicio de un nuevo orden, basado en el respeto al Estado de Derecho, es decir a la Ley.