Trabajadores pobres y dirigentes ricos

1º de mayo, en que la mayor parte del mundo rinde su homenaje a quienes dieron su vida en la lucha por mejores y más justas condiciones de trabajo, en Bolivia se puede decir que la clase obrera no tiene nada que festejar y, por el contrario, confronta la amenaza del desempleo y los bajos salarios, ante la mirada complaciente de sus dirigentes.

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Lejanos están los tiempos en que los dirigentes compartían la suerte y la vida de quienes representaban. Muchos de ellos debieron sufrir la cárcel, la tortura, el exilio. Varios pagaron con su vida la lealtad a la clase trabajadora y su compromiso con la democracia. Esta es una oportunidad para recordar a varios de ellos e inevitablemente surgirán las comparaciones con los actuales dirigentes de las “organizaciones sociales”, esa nueva casta enriquecida al calor de las prebendas que les da el gobierno del MAS para que acallen las demandas de sus “bases”.



No necesariamente  se puede coincidir con la ideología que sustentaban los líderes laborales del pasado, pero es preciso reconocer que fueron hombres de gran entereza y convicción, que jamás se doblegaron ante las amenazas ni ante los ofrecimientos y dádivas del poder.

César Lora, Isaac Camacho, Federico Escobar, Rosendo García, Irineo Pimentel, Artemio Camargo, Simón Reyes, «Huracán» Ramírez y otros, grabaron con martillo y cincel su paso por la historia de la clase obrera. Nacieron pobres, vivieron pobres y varios de ellos murieron pobres

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A ningún gobierno se le hubiera ocurrido intentar comprarlos porque de antemano conocían la respuesta, que de acuerdo a su tradición minera podía ser muy contundente. Con ello se ganaron el respeto de los propios gobiernos a los que se oponían.

Se dice que el decreto supremo 21060, vigente aún en el «gobierno del cambio», dio el golpe final al sindicalismo boliviano, conocido por su combatividad. El que ha surgido en el último tiempo al amparo del gobierno del MAS tiene características totalmente catastróficas.

Los nuevos “dirigentes” de las llamadas “organizaciones sociales” tienen una relación con el poder en términos prebendales. Usan a sus “bases” como pretexto para enriquecerse y las reivindicaciones de sus supuestos representados no tiene la menor importancia para ellos.

Esta nueva camada se traslada en vehículos de lujo regalados por el gobierno y gozan de todos los privilegios al amparo del poder. Fidel Surco, Isaac Avalos, Edgar Patana, Pedro Montes y otros que bien bailan usan su representación para ubicar a sus parientes en los mejores cargos del estado y ellos mismos llevan una vida que no los diferencia en nada de los oligarcas a los que tanto critican.

De ideología no tienen nada y sus acciones son determinadas desde el palacio de Gobierno. Sus capciosas declaraciones sobre el “proceso de cambio”, la “revolución democrática y cultural” y ahora «la lucha contra el terrorismo», no llegan a ocultar la penosa ausencia de una real identificación con los intereses de los trabajadores.

Desde esta columna, el mayor de los deseos porque los trabajadores retomen el camino de una lucha por días mejores y por una convivencia dentro de una Bolivia democrática, donde se respeten los derechos de todos y donde no se generen divisiones artificiales al amparo de concepciones indigenistas y racistas.

Gloria para los auténticos dirigentes de los trabajadores y escarnio para los que se enriquecen a costa de ellos.