Mauricio Aira
Primero que nada establecer el Censo como un proceso para recolectar, compilar, evaluar, analizar y publicar por todos los medios los datos demográficos, económicos y sociales que pertenecen en un momento dado a todos los estantes y habitantes de un país. Un buen censo respondería a cuatro requerimientos: a) enumeración individual, b) universalidad, c) simultaneidad y d) periodicidad.
La Administración del Estado ha convocado al censo para enumerar separadamente a cada individuo con sus características propias como ser geográficas, de vivienda, de forma de vida, de idioma en el seno de la familia, cubrirá a todo el país tanto a los que nacieron aquí y los viven en el día del Censo fijado para el 21 de noviembre del 2012. Se intentará por primera vez en la historia saber cuántos seremos al medio día del miércoles 21, es decir reflejará como en una fotografía de grupo tomada en conjunto. Naciones con un inmejorable Servicio de Estadística no necesitan de censos periódicos.
Una línea tan solo para destacar la importancia vital de un censo para contar la población, ¿cuántos somos? ¿Cuántos hombres, cuántas mujeres, dónde vivimos, qué actividades desarrollamos, el nivel de educación, la fuente de los ingresos, es decir salario, honorarios, rentas, dádivas, ahorros, que estarán marcando de qué manera obtenemos lo más esencial alimento, vivienda, ropa, seguros, transporte, salud. O sea lo relativo con el nivel de vida socio económico de cada estante y habitante.
Se constituye el Censo en una base de datos inapreciable porque se puede obtener casi toda la información básica no sólo sobre el individuo, sino sobre la familia, el grupo, la región, para asignarle la más justa regla cuando se trata del número de representantes, senadores o diputados o los porcentajes de regalías en la asignación de recursos como el IDH (Impuesto a los Hidrocarburos).
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Su importancia radica en la universalidad de la papeleta censal, esto es que responda a lo más ponderable de la vida familiar, y la fidelidad a responder preguntas de por sí delicadas y sensibles como la pertenencia religiosa, el grupo étnico al que se pertenece aunque el Gobierno se ha resistido a incorporar la palabra “mestizo” que mostraría una realidad diferencia a su prédica discriminatoria y centralizada.
El Censo servirá para mostrar entre otras cosas el rol preponderante del Departamento de Santa Cruz como el mayor conglomerado de la Nación, la concentración humana con casi tres millones de habitantes que la convertirá en la primera de Bolivia, en su crecimiento como zona agrícola, ganadera e industrial y su nexo preponderante en medio de la geografía nacional favorecida por conexiones por aire y tierra que la convierten en el epicentro de la nacionalidad boliviana.
Muchas cosas cambiarán después del censo, la distribución de recursos, la reformación del presupuesto general de la Nación, la composición del Congreso Nacional con el número alterado de diputados y senadores para cada Departamento, diferencia en mucho al tradicional.
Los “cerebros grises” del régimen imperante se han movilizado para ejercitar ciertas presiones ante los que manejan el padrón censal, de modo de atenuar los efectos de la “nueva realidad” que dará a no dudarlo sorpresas no del todo agradables para quienes Administran la Nación. Las recomendaciones de autoridades y algunos medios, inclusive de la Iglesia Católica porque se haga un esfuerzo de reflejar en el censo la realidad nacional auténtica y legítima no pueden ser desoídas si queremos ratificar el día 21 próximo las cualidades del ser boliviano, unitario, cristiano, pacifista y solidario, además de estar consciente de su creciente responsabilidad ante el futuro.